Para el jugador del "maximin", lo esencial es diseñar tanto el "techo" de sus aspiraciones, el "objetivo máximo" más allá del cual su pretensión ya no sería realista, como su "piso", esto es el "objetivo mínimo" que necesita preservar a toda costa. ¿Cuál es entonces el "maximin" de los Kirchner con vistas a su próximo desafío, las elecciones intermedias, no presidenciales, de octubre de 2009?

Dado el fuerte deterioro que ha sufrido la imagen de la pareja presidencial en los últimos tiempos, su objetivo máximo no podría ir más allá del 45 por ciento de los votos que Cristina obtuvo en la elección presidencial de 2007. De repetir esta alta cifra el año próximo, empero, los Kirchner se pondrían en camino a lo que más les importa: la reelección de ella, o de él, en los comicios presidenciales de 2011.

¿Cuál sería el "piso" más abajo del cual los Kirchner no deberían descender so pena de quedar afuera del juego del poder en 2011? En lo peor de la crisis del campo, la aprobación popular del matrimonio presidencial descendió por debajo del 20 por ciento. Esta cifra es incompatible con sus ambiciones. Los Kirchner debieran aspirar entonces a un mínimo del 30 por ciento de los votos en 2009, si no para asegurarse la victoria, al menos para seguir compitiendo en dirección de 2011.

Con la intención de situarse entre el 45 por ciento ideal y el 30 por ciento tolerable, los Kirchner han resuelto apelar al peronismo. Lejos queda ya la cercanía de un Cobos o de un Juez que alguna vez los acompañaron. Lo decisivo pasa a ser ahora la definición de los peronistas que aún no resolvieron abandonarlos.

El gran estratatego militar Karl von Clausewitz llamaba schwerpunkt al eje, al centro de gravedad del cual depende la suerte de una batalla. Los peronistas no kirchneristas pero todavía no antikircheristas como Reutemann, Marin, Schiaretti o Solá ocupan hoy el schwerpunkt del peronismo. Si los Kirchner logran seducirlos otra vez a través de las negociaciones que han entablado, podrán soñar todavía con ese "maximin" del 30 al 45 por ciento del cual penden sus esperanzas. En caso contrario los acecharía la emigración de sus adeptos, ese catastrófico proceso al cual, como bien lo saben Cafiero, Menem y Duhalde, el peronismo nos tiene acostumbrados.