Al día siguiente, el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, fue quien se
enteró de lo que sería, desde ese entonces hasta el mediodía de ayer, el secreto
mejor guardado del gobierno. Sólo en etapas posteriores, el matrimonio
presidencial llamó para anunciarles la decisión al jefe de Gabinete, Sergio
Massa, y finalmente al titular del Banco Central, Martín Redrado.
Tal había sido el celo presidencial para mantener el dato bajo siete llaves que
el gesto que merecían el resto del gabinete y los gobernadores provinciales
sobrevino apenas un minuto antes del acto de ayer en el Salón Blanco. Cristina
reunió a los ministros y algunos secretarios en su despacho y les dijo lo que
pensaba anunciar en su discurso instantes después.
Massa, por su parte, juntó a los gobernadores a las puertas mismas del magno
recinto, como para asegurarse que nadie se tentaría con hacer algún llamado de
urgencia a través de sus celulares, y les comunicó la primicia.
En aquellos diálogos entre Néstor y Cristina, de los que en sucesivas etapas
participaron Zannini, Massa y Redrado, se analizó paso por paso la medida a
adoptar, sus beneficios y sus consecuencias. Del titular del BCRA se
requirieron, por caso, ya en la etapa final, los mecanismos legales para
disponer sin reparos de las reservas de libre disponibilidad para pagar los
6.706 millones de dólares que la Argentina le debía al Club de París. El
procedimiento utilizado en ese sentido fue el mismo al que echó mano Kirchner el
15 de diciembre de 2005, cuando anunció la cancelación cash de la deuda de 9.200
millones de dólares que la Argentina mantenía con el Fondo Monetario
Internacional.
La premisa, en este caso, impuesta por Kirchner antes de dar el visto bueno para
la operación en aquella primera conversación con Cristina, fue que las reservas
del Banco Central quedaran por encima de los 40.000 millones de dólares.
Las fuentes consultadas por este diario para desmenuzar los pasos dados hasta
llegar al anuncio de ayer aseguran que no hubo consultas o pedido de opinión
sobre la medida a adoptar a gobiernos extranjeros u organismos internacionales.
De todos modos, se acepta que los comentarios de las últimas semanas sobre la
presunta incapacidad de la Argentina para honrar sus compromisos externos, como
también de los beneficios que obtendría el país si cancelaba la deuda, se
tomaron en cuenta a la hora de decidir.
También influyó, en especial en el ánimo de Kirchner --absolutamente reacio
hasta no hace mucho a utilizar un solo dólar de las reservas para cancelar esa
deuda-- el hecho de que, una vez saldado el pago con el Club de París, los
resultados respecto de la confianza de los inversores extranjeros y la aparición
del crédito internacional a tasas razonables se verán en el corto plazo. "El
Ruso tendrá que hacer el duelo, pero este anuncio es lo más espectacular que
nos ha pasado en estos ocho meses de gestión", se animó a pronosticar un
funcionario que acompaña a los Kirchner desde el principio, allá en Santa Cruz.
Analistas económicos y funcionarios del Ministerio de Economía, como también del
Banco Nación, del Banco Central y algunos empresarios, coincidieron en señalar
que la Argentina, con esta decisión, lo primero que hace es "volver al mundo" y
que, en materia de crédito, lo hará a tasas que no deberían exceder el 6 o el 7%
para créditos destinados a refinanciar los 21.000 millones de dólares de
servicios de la deuda que vencen entre este año y fines de 2009.
Ese porcentaje queda lejísimos de la tasa de usurero, superior al 15 por ciento,
que le cobraba Hugo Chávez para prestar a los Kirchner. En este punto, no
faltaban los funcionarios que aseguraban ayer por la tarde, en la Casa Rosada,
que la cancelación de la deuda con el Club de París y el regreso de la Argentina
al mercado internacional de crédito puede marcar una auténtica bisagra en la
relación tan controvertida que han mantenido hasta ahora el matrimonio de Olivos
y el coronel bolivariano.
Eugenio Paillet


