La vocación por entablar un diálogo verdadero, donde ambas partes ceden para encontrar un punto de encuentro, sigue estando ausente en el pensamiento oficial. La lógica con la que se maneja es la del amigo-enemigo y las tácticas que despliega son propias de la lucha política y no de quien, se supone, conduce los destinos del Estado.
Si el Gobierno decidió empezar a negociar individualmente con el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Luis Biolcati, debía saber que no podía plantearle condicionamientos antes de sentarse a dialogar. De hecho, conoce con toda claridad cuáles son los principales reclamos del campo: el cese de las trabas al comercio y a la exportación de los granos, las carnes, los lácteos y los productos de las economías regionales y un replanteo del esquema de retenciones. Cualquier otro tema que se llevara sobre la mesa podía servir para distraer, pero no para solucionar los problemas.
De hecho, las propuestas que recibió Biolcati tenían como origen intelectual al secretario de Comercio Interior, Gullermo Moreno. Partiendo de esa premisa, es sencillo darse cuenta de que el Gobierno no hace ningún esfuerzo intelectual para intentar alguna receta diferente a las aplicadas hasta ahora. A diferencia de 2008, cuando el ciclo alcista de los precios de las commodities parecía eterno y el crecimiento económico mundial imparable, este año, las palabras "recesión" y "crisis" forman parte del lenguaje cotidiano. Gran parte de los efectos de la debacle financiera mundial se está padeciendo en el interior, en los pueblos que viven de la actividad agropecuaria. Una caída de 20 millones de toneladas de granos no sólo significa que pierden los productores, sino también toda la cadena (transporte y comercio, por ejemplo).
Esa es la falta de visión política que hoy padece el Gobierno. Si desmantelara la maraña de regulaciones que impusieron Moreno y la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) y revisara el criterio sobre la presión fiscal que puede soportar el campo, seguramente provocaría un shock de confianza en la agroindustria que tendría efectos positivos sobre el resto de la economía. Si el Gobierno teme que el costo de vida se dispare, debería tener capacidad para alcanzar acuerdos con los sectores industriales que se han beneficiados con los precios bajos de las materias primas en el mercado interno. Las amenazas sobre la inflación provienen de otros rubros como el incremento de las tarifas del gas y de la electricidad.
El kirchnerismo ha elegido nuevamente el camino del enfrentamiento político. Como sucedió durante el conflicto por la resolución 125, pretende colocar a los dirigentes rurales en el lugar del enemigo político y que la sociedad urbana los identifique como un sector pequeño que no quiere perder privilegios. Tampoco parece haber aprendido algunas lecciones de aquel conflicto. La primera, curiosamente, es política. Después de la pelea con el campo, el kirchnerismo padeció la retirada de varias figuras que hasta no hace mucho tiempo atrás consideraba como propias. En forma paralela, crecen en la consideración pública aquellos políticos y gobernadores que se expresan en favor de la producción. Ninguna de esas realidades parece ser tenida en cuenta por el kirchnerismo.
Los dirigentes rurales también corren el riesgo de tropezarse dos veces con la misma piedra. Un ejemplo es el de la negociación secreta en la que se embarcó el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Luis Biolcati, con el ministro de Planificación Federal, Julio de Vido. No es la primera vez que el Gobierno elige a sus interlocutores con el propósito de romper la unidad de la organización que integran. Le sucedió antes a los dirigentes de Coninagro. Al oficialismo sólo le interesa que los dirigentes se "crucen de vereda".
Para muchos de sus pares, Biolcati cayó en la ingenuidad de creer que en una negociación secreta con un emisario del poder no iba a ser víctima de una maniobra política que lo desacreditara frente a los productores y a los ruralistas como sucedió finalmente. La filtración a la prensa y la posterior confirmación del Gobierno de la existencia de esas reuniones no hacen otra cosa que reflejar la existencia de una operación política de las que tanto gustan al kirchnerismo.
Pero las críticas hacia Biolcati son hacia las formas, no hacia el fondo
porque la Comisión de Enlace hubiera preferido dialogar en vez de regresar a las
medidas de fuerza. Eso sí, a la luz pública y con alguien que no sólo tuviera
poder sino también conocimientos técnicos para analizar las posibles soluciones
a los problemas del campo. El Gobierno prefiere otra metodología: la del
enfrentamiento y la de la lucha por los espacios públicos, la calle y los medios
de comunicación. Nuevamente se pierde la oportunidad de dialogar.
Resumen
Noveno paro
Desde que los Kirchner asumieron el poder, el campo convocó a nueve ceses de comercialización de sus productos. El que concluye el martes es el sexto contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La frase
"Hemos sido chicaneados, en algún momento dejados de lado y en alguna forma agredidos [por el Gobierno]"
Mario Llambías
Presidente de Confederaciones Rurales


