Estaba con algunos familiares en el campo y cuando les hablaba no me escuchaban. Hacía señas, levantaba la voz y nada. Cada vez me daba más bronca que no me prestaran atención y ya no sabía qué hacer. Hasta que me di cuenta de que no me escuchaban porque yo estaba muerto”, cuenta el diputado nacional del PJ disidente Felipe Solá apenas se sienta. Como si se basara en una explicación científica, el ex gobernador bonaerense no duda en afirmar que su pesadilla, que emula al personaje de Bruce Willis en Sexto sentido, tiene origen en una simple indigestión con una provoleta y un chorizo. “Todo es culpa de lo que comí anoche. Además me levanté con algunos mareos”, explica antes de cebar el primer mate.

–¿A qué le gustaba jugar cuando era niño?

–A los cowboys contra los indios. Si me levantaba represor, era un blanco. Y si me levantaba rebelde, me pintaba la cara con un corcho y me hacía flechas y un arco con varillas de ligustro. Con mis primos, nos metíamos en un inmenso monte y nos emboscábamos.

–¿Se sentía más cómodo con el papel de represor o de rebelde?

–Dependía de cómo estuviera equipado. Si me habían regalado un revólver de plástico, quería ser cowboy; si no me equipaba con lanzas y flechas hechas por nosotros.

–¿Por esa época ya era amigo del ex ministro de Justicia Alberto Iribarne?


–Él iba a mi colegio secundario a la mañana y yo a la tarde. Él era muy amigo de un íntimo mío. Una vez me tocó dormir una noche en la misma cama con él. Es un tema que apenas podemos conversar. Fuimos a un campo a los 19 años y había una sola cama. Él se puso debajo de la sábana y yo arriba para no tener ningún roce. Y además pusimos una almohada en el medio. Los dos estábamos muy impresionados. Pero cuando se apagó la luz, me dijo: “Querido, tenés que hablar con la mucama porque yo no la soporto más y además los chicos están imposibles”. Prendí la luz y le dije: “¡Dejate de joder porque me voy a dormir al suelo!” (Risas).

–¿Hay algo que le hubiera gustado tener de niño y no tuvo?

–Muchos más caballos, sólo tenía uno. Además siempre quise tener un auto y recién lo conseguí a los 22 años. Me compré un Citroën del año 46.

–¿Recuerda alguna travesura de esos años?

–Cuando tenía 12 años, con unos amigos robábamos cerveza, algún salamín y una galleta y nos íbamos al monte a comer y tomar... después empieza la adolescencia y jugaba al médico con mis primas, pero ésa es otra historia que no voy a contar.

–¿Por qué no quiere hablar de eso?

–Lo que le puedo decir es que con los años descubrí que había complicidad. Las sensaciones y los pensamientos que tenía me hacían sentir culposo y muchos años más tarde descubrí que había complicidad entre los hombres y las mujeres. En realidad, lo que hacía era el diez por ciento de lo que quería hacer.

–Cuénteme en qué consistía ese diez por ciento.

–Mejor dejarlo en el misterio.

–¿Es culposo?

–Sí, menos que antes. Reviso mucho el pasado y busco en qué me equivoqué. El problema es que si uno es muy crítico de sí mismo, se paraliza frente al futuro. Soy muy crítico con muchas etapas de mi vida como hombre público y también con mi vida privada.

–¿Por ejemplo?

–(Silencio) Prefiero no hablar de eso. No participio de la estupidez de decir que si volviese a vivir, haría otra vez lo mismo. Lo que pasó, pasó. La vida es lo que nos queda por vivir.

–¿Hay algún momento de su vida que sí le gustaría volver a vivir?

–Sí, sobre todo lo que va de los 30 a los 40. Por esa época nacieron mis hijos, tomaba decisiones con mucho coraje y audacia, y además es una etapa de alta producción.

–No menciona el tema del amor...

–Deliberadamente. (Silencio) Digo deliberadamente porque hay cosas que están vivas por ahí y no quiero afectar a nadie. Fui muy feliz con mi primer matrimonio cuando nacieron mis hijos, los primeros años de mi segundo matrimonio y ahora ando por mi tercera pareja. Encontré otras formas de felicidad, que no están basadas en las energías sino en usar la experiencia a favor de uno.

–¿Se considera un galán?

–Eso está entre las cosas que miro negativamente. A esta edad de mi vida no me gusta la idea de la seducción que es deliberada, en cambio es atractiva la seducción a pesar de uno. El langa que quiere seducir lo veo como algo decadente.

–¿Qué tiene de Felipe “El Hermoso”?

–Es una frase burlona, usada por los adversarios, un viejo rebusque de alguien que no sabe cómo atacar. Yo nunca me la creí en serio.

–¿Es celoso?

–Como todo el mundo, yo creo que no y los demás que sí. Soy confiado. Quizás soy celoso en política. Pero es un sentimiento que hay que aprender a disimular y dominar.

–¿Qué no soporta en una mujer?

–Que sea fifí, es decir que le molesten los mosquitos, el calor, el frío o que las sábanas no estén totalmente limpias. Si se baña dos veces por día, chau. ¡Ni mamado! Prefiero que sea rea.

–¿Qué temas de conversación lo aburren?

–Como no soy bueno para hablar de música, la música rockera o pop se detiene hace 25 o 30 años con Queen o U2. Me abruma todo lo que no puedo manejar bien. El tango y el folklore me gustan mucho. El otro tema que me abruma es el mundo cíber.

–¿Chatea?

–Ahora un poco más porque no estoy rodeado de secretarias. Pero no me gusta, prefiero escribirme con la gente. “Hola, qué onda?”, no. Chatear con frases cortitas no me gusta; es más, eso me parece medio pelotudo.

–¿Qué admira en una mujer?

–La capacidad de hacer nido. Igual pienso que a uno del otro sexo le atrae la parte que se parece a uno, no la diferente. Es decir, la tesis de la película Tootsie, que dice que a los hombres nos gusta la parte masculina de una mujer y a las mujeres la parte femenina de un hombre.

–¿Cuál es la parte masculina que le gusta de una mujer?

–Que sea rea, bien rea.

–¿Cómo era su relación con las mujeres durante su juventud?

–Me gustaban las mujeres más grandes que yo. De hecho, muchas veces las busqué. Eso cambió fuertemente con los años.

–¿Ahora le gustan las mujeres más jóvenes?

–No. Las mujeres que me gustan son acordes con mis posibilidades y con mi edad. A uno le gusta lo que puede ser. Si la diferencia de edad es muy grande es probable que el tipo sea medio estúpido o que la chica esté buscando un padre. Se puede mirar pero sabiendo que no es para uno. Ahora no estoy demasiado mirón, a pesar que siempre he sido muy mirón. (Risas)

–¿Cuál es la diferencia entre ser muy mirón y ser baboso?

–No sé cuál es, pero la palabra baboso me resulta insoportable. Lo asocio con un tipo que está con un trapo de rejilla, tipo Olmedo. (Risas) Además, cuando el tipo está baboso, lo terminan dominando.

–¿A usted le ha pasado eso?

–Sí, pero no le voy a contar porque me da vergüenza. He sido objeto del ataque de seducción del otro lado y bueno...

–¿Objeto del ataque de seducción?

–Sí, alguien me ponía en la mira y yo me dejaba poner en la mira. Establecía complicidades, aún estando con mi pareja.

–¿En qué planos se siente inseguro?

–En lo personal no me siento inseguro. Me gustaría tener más energía física. La trato de buscar cuando hago gimnasia.

–¿Hace algún deporte?

–Ando a caballo y juego al golf.

–¿De qué otras actividades disfruta?

–Me gusta escuchar a los tipos que cantan bien. No soy muy moderno. Me gusta Dylan, los Carabajal o Juan Falú. O mujeres que cantan soul como Nina Simone.

–¿Va a los recitales de La Chicana (el grupo donde su hermana Dolores es la cantante)?

–Sí, la voy a ver. Admiro profundamente a mi hermana.

–¿Alguna vez se animó a cantar un tango con ella?

–No, no. Ése no es mi fuerte.