En su blog, el economista Mario Brodersohn compara distintas situaciones históricas y concluye que el país está frente a la oportunidad más "excepcional de la historia Argentina".
La combinación de altos precios internacionales de los productos que se exportan, la creciente demanda de alimentos y petróleo son las bases para una conclusión tan optimista que termina preguntándose lo que muchos argentinos se cuestionan en estos días: se volverá a perder una oportunidad de mejorar Según los cálculos del Banco Central medidos a julio, los precios de la soja subieron entre 73% y 90% los del maíz, 74% , el trigo, 56% y el petróleo 93%.
Eso implica, entre otras cosas que a pesar de crecer mucho, este año podrían quedar 12.000 millones de dólares de superávit comercial.
Históricamente, para la Argentina crecer fuerte tenía como consecuencia una crisis externa, algo que en esta oportunidad no se percibe.
Sin embargo, hay algunos costos importantes que la Argentina paga en estos días y que resultan llamativos.
En el mercado financiero, existe un seguro que los inversores pagan al comprar bonos para el caso de que el país que los emita pueda caer en cesación de pagos.
La Argentina tiene superávit, tanto comercial como fiscal, con lo cual esa posibilidad, desde lo técnico, sería lejana.
Sin embargo, la falta de credibilidad en las estadísticas oficiales y la embestida de la política sobre la economía generan una situación inédita.
Mientras que el seguro antidefault cuesta 5 puntos en el caso de los bonos argentinos, los brasileños, al igual que los peruanos, están en 0,45 y los venezolanos, en 0,35.
Pareciera que los inversores no ven claro el futuro de las cuentas públicas argentinas. O que por lo menos dudan de las decisiones que pueda tomar el Gobierno aunque tenga las arcas del Tesoro llenas.
La incertidumbre fue ganando espacio, también, en otros rubros aunque con distinta intensidad.
En voz baja y nunca en público, los gremialistas dan como seguro que a corto plazo pedirán un aumento salarial para compensar la pérdida de poder de compra de los sueldos.
Entre los economistas cada día son más los que hablan de una inflación anual piso del 25%. Sin embargo, muchos reconocen que en estos días, cierto enfriamiento de las ventas aquietó el ritmo de algunos aumentos de precios.
En el mercado del dólar, entre tanto, certezas y dudas se entrecruzan sin permitir llegar a una conclusión rotunda.
Si bien el Banco Central fue categórico en su política de mantener bajo al dólar en torno de 3,05 pesos para dejar en claro que nadie le puede ganar una pulseada cambiaria teniendo cerca de 50.000 millones en las reservas, esa misma definición provoca suspicacias.
Parte de los compradores de dólares en el mercado minorista creen que a $ 3,05 la divisa está a bajo precio y no les preocupa perderse la posibilidad de que les puede dar una tasa de plazo fijo de 11 por ciento anual.
Pareciera que no escuchan razones económicas o que están dispuestos a pagar por sentirse más seguros.
En los últimos días el Banco Central volvió a comprar dólares y también comprobó que los depósitos dejaron de salir de los bancos.
Esos dos síntomas de tiempos más calmos que los de mayo y junio, se pueden profundizar a partir de que los exportadores liquiden más dólares y las tasas sigan siendo tentadoras.
Pero también habrá que estar atentos a lo que aparece como una trampa cambiaria para el Gobierno.
Si dejase subir el dólar, ratificaría su política de favorecer exportaciones y tratar de evitar especulaciones alcistas. Pero estaría alentando, aunque no lo quiera, una suba de la inflación.
Si deja el dólar donde está, probablemente aparezcan más voces industriales pidiendo un aumento del tipo de cambio. Por lo cual, debería dejar en claro que los tiempos del dólar alto quedaron atrás para evitar especulaciones.
Varios temas clave están en la nebulosa y eso en economía suele tener costos altos.


