La creciente demanda de China en el comercio internacional, la competitividad cambiaria que resultó luego de la devaluación, y los problemas climáticos que afectaron a ambos hemisferios, son los principales determinantes de los valores máximos alcanzados por los precios internacionales de los granos.
Semejantes condiciones echan por tierra la teoría expuesta por Raúl Prebisch en los `50, que preveía el deterioro paulatino de la relación de intercambio para los países exportadores de materias primas.
El economista consideró entonces, que estas naciones estarían condenadas a exportar cada vez mayores volúmenes de sus productos básicos, para obtener una misma cantidad de importaciones de manufacturas industriales desde países desarrollados.
Prebish lo explicaba diciendo que el deterioro en el largo plazo de los términos de intercambio de los países exportadores de productos básicos, obedecía a que la elasticidad ingreso de la demanda de productos primarios es menor que uno, mientras que la eslasticidad ingreso de la demanda de productos manufacturados es superior a uno.
Esto significa que a medida que el ingreso de un país aumenta, la proporción de ese ingreso gastada en alimento desciende. Por lo tanto, anticipaba que la demanda mundial de agroalimentos, inexorablemente alcanzaría un tope.
Su teoría tampoco es compartida por el director del Instituto de Economía y Sociología del INTA, Eugenio Cap, quien en diálogo con "La Nueva Provincia" señaló que "los productos primarios mantienen a lo largo del tiempo más o menos las mismas características, mientras que en los industriales estas cambian rápidamente. El análisis de Prebisch sobre la relación de los términos de intercambio compara dos canastas totalmente distintas", dijo.
Agrego incluso, que "lo que se deteriora, en realidad, son los precios de los productos industriales, respecto de los primarios, ya que en los `70 se necesitaban muchas más toneladas de maíz, si se pretendían comprar 256 kilobytes de memoria para una PC que en la actualidad".
Por otra parte, los productos industriales tampoco están libres de acusar el impacto de bajas de precios, como sucede con televisores, equipos de audio, computadoras personales, que están atados a un ciclo de vida, cada vez más corto, por lo que sufren una acelerada depreciación.
Fuerte crecimiento. La coyuntura internacional es sumamente favorable para la Argentina, en lo que hace a la demanda y a los altos precios internacionales de los productos primarios, lo que podría redundar en exportaciones superiores a los 30.000 millones de dólares durante el presente ejercicio.
En este contexto, se prevé que las exportaciones crecerán un 7,5%, según lo expresado por la Organización Mundial del Comercio.
En la actualidad, el incremento de las operaciones y el fuerte crecimiento en el precio internacional de la soja, son los factores que mejor explican el crecimiento de las exportaciones argentinas.
"La tonelada de soja hoy cuesta unos 235 dólares, a este precio se llegó por el fracaso en la cosecha de Estados Unidos, la fuerte demanda de China y, desde mediados de febrero, por los problemas climáticos que sufrieron Argentina y Brasil, que también tendrán mermas en sus rendimientos" mencionó a este diario José Frogone, analista de la Corredora de Granos Cortina Beruatto.
Agregó que "el resto de los granos no han compartido el brusco crecimiento en los valores de la soja. Sin embargo, el maíz y el trigo están subiendo de manera sostenida, debido al empuje que produce la demanda de China".
Prebish tampoco imaginó el cambio que se produciría en la Argentina, donde la agricultura pasó de tradicional a innovadora, permitiendo la disminución de costos y el aumento de la rentabilidad de las explotaciones.
"En los últimos 10 años, la Argentina pasó de producir 40 millones de toneladas de granos a los 70 millones actuales. Tal situación se debe tanto a mejoras en los rendimientos por la incorporación de tecnología --variedades híbridas, siembra directa, etcétera-- y por la expansión del área cultivada con soja hacia zonas que anteriormente se dedicaban a la agricultura y ganadería" recordó Carlos Senigagliesi, especialista del INTA.
El salto productivo de los últimos años, junto al actual esquema cambiario y la formidable coyuntura internacional, permitirían que las ventajas comparativas de la agricultura potencien las ventajas competitivas de la industria de la alimentación y que esta unión resulte en una fuente importante de crecimiento.
Para Eugenio Cap, no hay dudas de que el futuro del sector está en el agregado de valor a las exportaciones.
"El precio promedio de las exportaciones argentinas de alimentos es de 230 dólares por tonelada, mientras que el valor de las exportaciones australianas ronda los 540 dólares" mencionó.
Pronosticó que en el futuro inmediato se verificará la coexistencia de multitud y variedad de contratos de venta, de productos a granel; en mercados "nicho" (por ejemplo, de granos libres de transgénicos u orgánicos); la creación de cadenas de valor específicas, que le aseguren al comprador cantidad y calidad en un producto determinado, y una mayor integración vertical del comercio de granos, que responda a demandas de mercado específicas, y que ayuden a quitar la condición de commodities a gran parte del sector de granos, oleaginosas, frutas y hortalizas.


