Finalmente los agentes de la producción agraria han ingresado a la escena de demandas por un cambio. En búsqueda de racionalidad en las políticas.

El lugar fue Sinsacate en la provincia de Córdoba. Estuvieron representantes de Federación Agraria, Cartez, Sociedad Rural y Coninagro. A diferencia de otras oportunidades, esta vez, al encuentro se presentaron no sólo gente de la agricultura extensiva, también estuvieron los productores lácteos y frutihortícolas.

También hubo protestas en el sur de Santa Fe, con la asistencia de asociados de la Federación Agraria. También en la ruta 8, a la altura de la ruta 94, la Federación Agraria se hizo presente para demandar un cambio de política.

En Chaco, la organización Hombres de Campo levantó su voz.

El reclamo es unánime.

Porque la realidad es que el mundo exterior no se ha puesto en contra. La madre del borrego no está allí; está acá mismo.

Simplemente, los precios internacionales se han ubicado en niveles próximos a los históricos. Mejor dicho, por encima de ellos, pero no tanto como en los últimos años.

Mientras tanto, acá en la Argentina, las autoridades siguen en las montañas de Úbeda, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Los derechos de exportación, con un tipo de cambio desligado de la realidad económica y las restricciones a las exportaciones desplazan los negocios agrarios al archipiélago de Gulag. Sólo algunos eslabones de las cadenas avícolas y de porcinos ganan. También, por supuesto, los molinos y los exportadores.

El modelo de inclusión lleva a la exclusión.

El principal pato de la boda es el productor. Fundamentalmente, el chico y mediano, el que está en producciones regionales y quien se halla más alejado de los puertos. Auque en rigor, todos están mal.

Muy -pero muy- atrás ha quedado el tipo de cambio favorable a las exportaciones. Ahora se aproxima al de la convertibilidad.

Así, la cuenta corriente del Balance de Pagos, desde 2010, viene con un déficit que asusta; el año pasado llegó a 5 mil millones de dólares y este año se acercaría a 6 mil millones.

Con este cuadro, es muy previsible un panorama de corto plazo de conflictos crecientes, con demandas que podrían derivar en situaciones de violencia.

No es cuestión de ser agoreros. Pero tampoco de hundir la cabeza bajo el caparazón. Los conflictos y pujas sectoriales han comenzado su marcha.

Nuestro país tiene la tendencia a tropezar con la misma piedra. Ojalá lo que resta del año sea testigo de medidas que no permitan que se convierta en un nuevo 2008.