Desde la época de la Colonia, cuando se otorgaban licencias para las vaquerías, pasando por los saladeros, eje de disputas político-comerciales en la época de Rosas, los frigoríficos, etcétera.
Hasta dio origen a un crimen político como fue el del senador Bodabehere, en ocasión de la discusión por el monopolio frigorífico. Para los argentinos, cuando se habla de carne se trata de la vacuna.
El pollo es el pollo, y el cerdo, el cerdo. Es el ingrediente esencial de la dieta de la Nación. Y tiene un peso importante en el cálculo del costo de la vida. Por eso, a todos los gobiernos les preocupa que no falte y que la población la obtenga a un precio accesible. Es el termómetro de la economía. De ahí, todas las políticas conocidas de intervención en el mercado: precios máximos, precios acordados, veda, cupo de exportación, etcétera.
Concretamente, tanta pasión por mantener a raya el precio de la carne le ha jugado en contra a la ganadería, ya que inclinó la balanza en favor de la agricultura. "¿Cuánto tendría que valer un ternero, para darle una hectárea a la vaca, pudiendo hacer soja ahí?", me planteaba un productor recientemente.
Las cuentas son muy claras. Los precios bajos desestimulan la inversión en ganadería (vuelve a escucharse la ya clásica comparación que una vaca vale menos que un par de zapatos o zapatillas en la actualidad) y, sumado a las malas condiciones climáticas y potenciado por la política gubernamental en la materia, cae el stock bovino.
Así, en los últimos días se ha instalado la cuestión de que el año próximo podría importarse carne. El impacto en la opinión pública es inmediato. ¿Cómo el país de las vacas va a importar carne? (Nota al pie: el año pasado le exportamos naranjas al Paraguay.) Grave afrenta. Pero analicemos fríamente la noticia. El primer punto es lo referido al consumo de carne. Cuando decimos que los argentinos nos estamos comiendo 65, 70 u 80 kg por año, en verdad estamos hablando de "consumo aparente".
Cómo es esto. El cálculo de cuánto come un argentino surge de restarle a la producción estimada lo exportado, y ese número dividirlo por la cantidad de habitantes que somos. Lo que quiere decir este consumo aparente es que nos comemos lo que hay. Los argentinos comemos de carne vacuna lo que se produzca menos lo que se exporta.
Por eso no tiene sentido hablar de que "hará falta comprar en el exterior 1.000 toneladas", que es la mitad de lo que consumen los porteños en un día. Es una cifra insignificante que entra dentro del error estadístico. En el hipotético caso, el día que haya que importar serán cifras de 100.000 toneladas como mínimo. Por otra parte, según empresarios del sector es difícil suponer que la exportación será cero, dado que está la Cuota Hilton y acuerdos bilaterales con Venezuela y Rusia, argumentan.
El segundo tema es eminentemente práctico. Si el mercado estuviera demandante y hubiera que importar carne a un precio de mercado internacional, considerando que comemos una carne de buena a muy buena calidad, es dable suponer que esos cortes se ubicarán por encima del precio interno. Entonces, ¿quién importaría carne para venderla más barata en nuestro mercado, donde el producto se mantiene a precios artificialmente bajos? Se abren aquí dos posibilidades. O que el Gobierno subsidie la importación para cubrir la brecha de precios, lo cual dado el estado de las arcas no parece muy factible, o bien que al inefable secretario de Comercio Interior se le ocurra obligar a la industria a importar a pérdida. Antecedentes no faltan.
En este punto es interesante compartir la opinión de Víctor Tonelli, un experto en el negocio de la carne, vertida en un reportaje al programa de radio de Infocampo (AM 950). Tonelli estima que para fines de 2010, a este paso, van a estar faltando entre 500. 000 y 600.000 toneladas para abastecer el consumo interno, cifra equivalente a unos 15 kg/hab/año.
Pero esto no significa que ese faltante se vaya a importar, coincidiendo con el presente análisis. Significa que habrá un ajuste de demanda por efecto precio, hasta alcanzar el equilibrio. "Es una buena noticia", sorprendió el entrevistado. Sucede que la mejora del precio es la señal que espera la actividad para comenzar a revertir el proceso de decadencia de la ganadería siempre y cuando el clima ayude y no aparezcan nuevas medidasgubernamentales.
"También es buena noticia porque le va a permitir al pollo y al cerdo crecer", opinó para terminar con una frase contundente: "Hay que aceptar que la carne vacuna debe ser cara".
Buenos Aires Economico


