La Argentina es uno de los mayores exportadores mundiales de carne y en muchas áreas del país el ganado bovino aún pasta con escasos controles en los campos, lo que facilita el robo de vacunos, un delito difícil de resolver por lo complicado que resulta identificar a los animales y, por ende, a sus dueños.
En un intento por solucionar el problema, el estatal Instituto de Genética Veterinaria (IGEVET) creó un banco de ADN que cuenta con 10.000 muestras de vacas, las que pueden ser contrastadas hasta con un churrasco si su origen fuera sospechoso.
Desde que el IGEVET realizó en 2001 las primeras colaboraciones con la Policía, las autoridades lograron resolver 270 casos de abigeato gracias a la utilización de técnicas de ADN.
«La Policía siempre tenía conocimiento de quiénes eran (los ladrones), eso era lo más llamativo. El tema es que no existía ninguna prueba que pudiera dar alguna confirmación», explicó Pilar Peral García, directora del Igevet.
Lo novedoso del sistema -desarrollado hasta ahora sólo para la provincia de Buenos Aires, la mayor productora ganadera del país- es que evita los altos costos de realizar análisis de ADN a cada vaca, de las que se almacena sólo una muestra de pelo, sangre o carne.
Sin embargo, la complejidad del sistema hace que su aplicación aún sea difícil: los peritos policiales, por ejemplo, no están capacitados en el área y suelen cometer errores al recolectar las muestras vacunas.
«Muchas veces nos mandan un cráneo completo para tomar muestras, cuando en realidad lo que nosotros necesitamos es solamente un trocito de carne de un centímetro», contó Diego Posik, investigador del IGEVET.
Para volver más eficiente el sistema, los investigadores están transmitiendo a los peritos los conocimientos científicos necesarios para el trabajo.
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