Ningún conflicto complejo se puede resolver con estabilidad en el escalón en
el que está planteado.
La manera tradicional de procesar los conflictos complejos es hacerlo a través
de luchadores, no de negociadores. Les damos una amplia exposición pública, en
lugar de hacerlo con cierta privacidad, creyendo firmemente que vamos a derrotar
al otro, en un juego pobre en el cual lo que gana uno lo pierde el otro. No
tenemos en cuenta que la parte derrotada quedará resentida. No evaluamos los
costos políticos, económicos, emocionales y psicológicos de esta forma de
procesar el conflicto.
Hay que tener en cuenta que una sociedad es un sistema interdependiente de alta
complejidad, en permanente movimiento, en un entrecruzamiento de emociones
cambiantes, de humores inestables y de prestigios y poderes muy lábiles de corto
alcance. El poder no es una cosa que se tiene o no se tiene. Es una creencia
colectiva que lo asigna, lo sostiene y lo quita con enorme facilidad.
Por estas razones, es más fácil solucionar las situaciones complejas cuando las
partes se asocian temporariamente en la construcción del mejor proyecto factible
para ellas mismas y para el conjunto de la sociedad. Estos proyectos son muy
ambiciosos y creativos, y desde el comienzo requieren el máximo de cooperación
de los negociadores para plasmarlos. Es lo que han hecho las personas que
admiramos cuando escribieron un nuevo capítulo de nuestra evolución.
¿Por qué un proyecto de máxima ayuda eficazmente a lograr acuerdos más potentes
que los existentes? Porque en los existentes, al ser en general mediocres y
mezquinos, las partes intentan sacar el máximo provecho de la escasez disponible
jugando el juego de suma cero: lo que gana uno lo pierde el otro. En estas
situaciones limitadas nadie quiere ceder el territorio que disputa porque lo ve
determinado y finito; como recurso escaso y no como recurso insuficientemente
aprovechado. Por cortos períodos parece que negocian, pero en realidad luchan y
cuando llegan a un acuerdo, después de un enorme desgaste, tal acuerdo es
frágil, precario, de corto alcance y de bajo vuelo, especialmente cuando el
resultado es muy desparejo porque promueve el deseo de revancha, de pasar la
factura.
La alternativa es pedir ayuda de manera reservada para construir un proyecto de
máxima, que genere otro tipo de juego en el que puedan lograrse beneficios que
satisfagan y superen los del planteo actual, beneficios que sorprendan
positivamente y vuelvan más generosos y ecuánimes a los participantes. Esta
iniciativa requiere de la creación de un grupo de verdaderos negociadores (no de
luchadores, por favor), que trabajen con entusiasmo y creatividad. Las
soluciones a situaciones complejas requieren privacidad, paciencia, persistencia
y mucha, muchísima creatividad.


