JUNIN.- Ni en sus sueños más extraños Enrique Capelle había imaginado que ese grupo de 12 apóstoles del agro terminaría transformándose en una de las semillas más valiosas que germinaron en el campo nacional.
La historia comenzó medio siglo atrás, cuando Enrique, con 37 años, regresó de un viaje por Francia y empezó a difundir entre una docena de amigos productores una idea que parecía superadora. Quería emular el modelo de los Centre de Etudes Agricole (CETA) franceses, que habían nacido al calor de las ideas sesentistas y que implicaban, a grandes rasgos, una apertura inédita y un tanto polémica para el campo argentino de la época.
A medio siglo de la formación en Daireaux, provincia de Buenos Aires, de ese primer grupo denominado Consorcio Regional de Experimentación Agrícola (CREA), este productor de 87 años no lo puede creer. Hoy hay más de 1800 asociados en el país que comulgan con aquella consigna de interdependencia, que propone desplegar hasta los secretos mejor guardados entre los miembros del grupo y, así, conseguir una mayor productividad, siempre mediante la adopción de toda la tecnología que llegue a sus manos.
En la Expoagro, la muestra a campo más grande de América del Sur, LA NACION reunió a las dos generaciones que le siguieron a don Enrique y que, aún hoy, representan la avanzada de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea). "Los grupos son la mejor manera de conseguir nuevas tecnologías y acelerar los procesos de conocimiento, porque en cada reunión nos aconsejamos acerca de la utilización de programas de computación o de un sistema de fertilización. En cada encuentro todos se abren para mostrar lo que tienen y cómo funciona", expresó Fernando Negri, de 27 años, nieto de don Enrique.
"Los CREA rompieron con eso de que los productores sólo se interesaran por lo que pasaba tranqueras adentro y, a través, de la experiencia conjunta se presentan los números de la explotación y se sacan conclusiones entre todos para mejorar", agregó Martín Capelle, hijo del fundador y socio de su sobrino en la empresa.
Esas son algunas de las historias que emergen en Expoagro y que, muchas veces, sólo se conocen en el interior. No es casual que todos ellos estuvieran ayer en la muestra porque el campo, al menos en lo productivo, vive un momento fenomenal. Puede respirarse a cada paso la adrenalina de los productores ante semejante despliegue de fierros , cultivos demostrativos e insumos. "Uno siente que su trabajo no es valorado por el resto de la sociedad y por el Gobierno, pero también hay algo de nuestra responsabilidad", reflexionó Cecilia Capelle de Negri en relación con los nubarrones políticos que arrecian sobre el sector.
"No siempre queda claro que detrás del bife que se sirve en una mesa está el trabajo de 30 personas", añadió Santiago Negri, otro de los hermanos que componen la empresa. Su madre señala que esa imagen invertida que supuestamente se transmite a la ciudad es uno de los temas más discutidos últimamente en las reuniones.
Los grupos CETA que sirvieron de inspiración a esos productores de punta terminaron desapareciendo en Francia. En cambio, los CREA, en la Argentina, ampliaron sus horizontes. Al final, a la charla se suma don Enrique, que llega acompañado de su mujer, Haydée Carrique de Capelle. "Siento mucha emoción, es una cosa extraordinaria que nunca pensé que podría llegar a ocurrir", señaló en referencia a esa entidad interdisciplinaria que ya tiene seguidores en Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay. "El espíritu fue abrirnos, porque es verdad que éramos muy cerrados. Bueno, aquí estamos", concluyó don Enrique, algo conmovido por su creación.
Por Franco Varise
Enviado especial


