Estabamos acostumbrados a las embestidas casi cotidianas del presidente
Kirchner contra sus enemigos reales o presuntos, cuya exégesis ofrecían casi
de inmediato Alberto y Aníbal Fernández. Este despliegue verbal indicaba que,
después de diez meses de gobierno, el Presidente continuaba en la ofensiva
apoyado por un índice de popularidad que se mantenía en torno del 80 por
ciento.
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El primero de abril, sin embargo, más de 150.000 personas acompañaron a Juan
Carlos Blumberg en la manifestación espontánea más numerosa de la que se
tenga memoria. De ahí en más, el Gobierno se llamó a silencio. Lo que al
parecer paralizó su ofensiva fue la evidencia de que, en tanto el Presidente y
sus voceros concentraban su atención en temas como el acto en la ESMA y la
interna justicialista, la ansiedad popular se concentraba en otro tema al que
los gobiernos nacional y bonaerense habían descuidado: la inseguridad provocada
por los crímenes cada vez más crueles y osados de la delincuencia organizada.
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A la perplejidad que produjo en el Gobierno este divorcio entre sus temas y los
temas de la sociedad se suman otros síntomas como cierta desaceleración de la
economía en marzo y el desabastecimiento de gas que afectará no sólo el
precio de este insumo vital, sino también la provisión de energía eléctrica
y hasta las relaciones con Chile, así como un significativo descenso en los
índices de popularidad del Gobierno, que continúan altos, pero ya no son tan
altos. Parece natural, por lo tanto, que el Presidente haya ordenado un alto en
el camino para revisar su estrategia.
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Parece natural y es, en principio, positivo. Lo contrario hubiera demostrado una
peligrosa insensibilidad frente al cambio de las circunstancias que lo rodean.
Hasta la súbita presentación de una gastritis habla en favor de una mente y un
cuerpo sensibles a las extraordinarias tensiones que genera en estos momentos el
ejercicio del poder.
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¿Se acabó entonces la "luna de miel" que habitualmente acompaña el
trecho inicial de los nuevos presidentes? Los tiempos, en todo caso, se han
vuelto más difíciles. Ortega y Gasset distinguió dos estados de ánimo en los
seres humanos. Uno, la alteración , nos acompaña mientras luchamos por
conseguir nuestras metas frente a las mil dificultades de la vida. En medio de
ella, vivimos volcados al alter , a "lo otro" que nos rodea. Pero
también llega el momento de la meditación para verificar si vamos bien, para
hacer un balance y un replanteo. A este segundo estado de ánimo, Ortega le dio
el nombre de ensimismamiento . De la persona que persiste en lo que está
viviendo pese a la necesidad de pararse y reflexionar, decimos que está
"alterada". De la persona que se detiene y reflexiona, decimos que
está "ensimismada".
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No se puede vivir en perpetuo ensimismamiento porque se paralizaría la acción,
y gobernar, como lo demostró por el absurdo De la Rúa es, por lo pronto,
actuar. Pero a veces la alteración debe cederle el paso al ensimismamiento que,
si es fructífero, abrirá las puertas a un nuevo y más satisfactorio período
de alteración. Desde el primero de abril, en todo caso, el presidente Kirchner
está ensimismado.
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Dos hipótesis
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¿Qué pasará cuando Kirchner termine este período de reflexión? Dos
hipótesis contrarias pugnan entre sí. Una es la rectificación . Según ella,
podría pasar que el Presidente intentare rectificar el rumbo, acercándose más
a las inquietudes populares del momento y tomando distancia de las inquietudes
ideológicas que hasta ahora lo condicionaban. Su consigna sería en tal caso
"menos ESMA y más seguridad". El nuevo rumbo incluiría, en esta
hipótesis, buscar el diálogo antes de que el conflicto con quienes hasta ahora
eran "los malos" de su película, desde los capitales externos hasta
los militares y los policías honestos que según Marcos Aguinis han sido
expulsados "al voleo", mezclándoselos sin la necesaria
discriminación con los policías deshonestos que son, simplemente, parte de la
delincuencia.
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Algunos signos apuntan en el sentido de la rectificación. El primero salió de
la boca del propio Presidente el domingo pasado, cuando le dijo al columnista
deClarín, Eduardo van der Kooy: "Acepto que el acto de la ESMA fue un poco
revulsivo. Hubo gente que estuvo muy de acuerdo, pero otra gente que no. Lo hice
de acuerdo con mis convicciones. Quizá no debí haber hablado".
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Lo más digno de destacar en esta cita es que el Presidente reconoce el valor
del disenso de esa "otra gente" que no estuvo de acuerdo con el acto
de la ESMA, con lo cual dejó de descalificar a quienes no piensan como él,
reconociéndoles un legítimo lugar en el pluralismo democrático. Esta es una
manera de admitir, por primera vez, que los "setentistas" no tienen el
monopolio de la verdad.
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El segundo signo se alumbró cuando el ministro Pampuro se mostró dispuesto a
firmar un convenio por medio del cual las Fuerzas Armadas podrían ofrecer su
apoyo a la lucha contra la delincuencia mediante la cesión de cuarteles para
cárceles, el uso de helicópteros militares y otras medidas. No se sabe
todavía hasta qué punto, sin embargo, la iniciativa del ministro de Defensa
será aceptada e implementada en las instancias más altas del Gobierno.
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Es previsible que el ala izquierda de la alianza que acompaña a Kirchner
resista éstas y otras ideas semejantes. Algunos voceros de la izquierda, en
todo caso, se han puesto muy nerviosos, lo cual refuerza los indicios de que el
"ensimismamiento" presidencial da lugar a un intenso debate interno
entre un "centro" peronista y una izquierda "transversal".
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La otra hipótesis sobre lo que vendrá después del ensimismamiento no apunta
hacia una revisión de la estrategia presidencial, sino, al contrario, hacia una
suerte de contraofensiva en virtud de la cual, luego del "descanso" de
estos días, el Presidente doblaría su apuesta en respaldo del rumbo que había
tomado desde el inicio de su gestión, con lo cual el oleaje de nuestra vida
política, lejos de apaciguarse, se encresparía aún más.
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El enemigo
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Según la tesis de Carl Schmitt, el acto primordial de la acción política es
la designación del enemigo. Según sea el enemigo elegido, lo demás vendrá
por añadidura. Desde la perspectiva de los miles de militantes presentes en el
acto de la ESMA, todos los demás son enemigos, algunos "tibios" como
los gobernadores justicialistas desinvitados, otros "calientes" como
los críticos del Gobierno y otros "mortales" como los uniformados de
las Fuerzas Armadas y de la policía.
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Al admitir la legitimidad del punto de vista de quienes disintieron con el acto
de la ESMA y al examinar la posibilidad de que los militares colaboren en la
lucha contra la delincuencia, sin embargo, el Gobierno podría haberse puesto en
camino hacia la designación de un nuevo enemigo. Este nuevo enemigo, ya
señalado por los manifestantes que se concentraron ante el Congreso el primero
de abril, es la delincuencia organizada. Esta nueva designación, en la que
gobernantes y gobernados coincidirían, sería el primer acto de un proceso a
través del cual los argentinos pondrían la única base que permitiría
imaginar un país en constante crecimiento, sin las idas y venidas de las
pasiones facciosas que desde hace décadas lo han perturbado. Esa base no es
otra que la reconciliación. Miremos, pues, hacia adelante.


