Con tan elevado margen —que es exclusivo del poroto y no abarca al amplio abanico de productos del campo— son muchos los que quieren aprovecharse del "boom sojero".

El Estado Nacional, lógicamente, quiere cobrar tantos impuestos como le sea posible. Pero a la par, muchas empresas vinculadas al agro están aprovechando la buena rentabilidad de los productores para aumentar los precios de sus bienes o servicios, en rangos que van del 10 al 30%. Por ahora no se escuchan demasiadas voces de protesta. El aumento de la soja (de más de 40% desde el año pasado) parece tapar todo. Pero la pregunta que muchos se hacen es qué pasaría si el grano llega a bajar de precio.

Ayer, por caso, los camioneros santafesinos iniciaron un paro en reclamo de un aumento de las tarifas que cobran por llevar los granos a fábricas y puertos. No es un problema nuevo, pero se exacerba en época de cosecha. Un cálculo hecho por las entidades rurales señala que el costo en fletes ya creció 25% este año.

Lo mismo sucede con el gasoil, que comenzó a escasear en el interior y se vende con un aumento en el precio superior al 10%. Y los grandes tanques de gas, otro combustible clave para las zonas rurales, pasaron de valer unos 75 pesos hace quince días a 110 pesos en la actualidad.

Pero el aumento que más sienten los chacareros es el del herbicida glifosato, que fue de más del 30% desde enero. Ese agroquímico es clave para la siembra de soja transgénica y se consume como pan caliente: a razón de unos 100 millones de litros al año, que valen unos US$ 300 millones.

Por su lado, algunas automotrices y fábricas de maquinaria agrícola ya anunciaron aumentos en los valores de sus pick ups o sus tractores. Entre los productores, además, se teme una escalada de impuestos provinciales y tasas municipales, que ya comenzó a producirse en algunas zonas.