Pero sí reconoció que le gustaría una mayor participación de empresas nacionales en la exportación, destacando a las cooperativas. Lo hizo en la Bolsa de Comercio de Rosario, cuando asistió al remate del primer lote de soja de la campaña 2011. Allí dejó flotando la idea de que el gobierno analiza medidas tendientes a la “nacionalización”.
No dio muchas precisiones, pero nadie desmiente que se estudia un mecanismo para que las cooperativas pasen de exportar el 9% de la producción granaria, al 30%. No es una ocurrencia del equipo de Domínguez, sino de las mismas cooperativas, en especial de Agricultores Federados Argentinos (AFA), que hace tiempo que pretende el auxilio oficial para incrementar su operatoria. Fue muy sugestivo que fuera la propia AFA la que adquiriera el lote del remate simbólico. La campaña arrancó fuerte… AFA es una cooperativa con una fuerte ligazón con la Federación Agraria Argentina, cuyo presidente Eduardo Buzzi exhibe desde hace un tiempo posiciones muy afines al oficialismo. Un hecho que produjo serias fisuras en la cúpula agropecuaria. Pero AFA, como entidad cooperativa, pertenece a Coninagro. Algunos piensan que, ya cooptado Buzzi, ahora la misión de Domínguez es conquistar a la central cooperativa, lo que significa un exocet por debajo de la línea de flotación de la Mesa de Enlace.
Es posible que todo sean fuegos artificiales, como lo dejan entrever en el propio MinAgro. Pero los acontecimientos de los últimos días obligan a pensar que se asiste a una radicalización de la estrategia oficial. Por ejemplo, un subsecretario desconocido en el sector, reveló antes de la reunión de Rosario que se estudiaba la creación de un organismo de compra de granos. Confirmaba así lo que había publicado un medio afín al gobierno durante el fin de semana. Con este antecedente, llegó Domínguez a la Bolsa de Rosario y sustituyó el concepto “estatización” por “nacionalización”.
Pero el diablo metió la cola. Con el decreto de Boudou que permite meter directores en las empresas privadas que cuentan con participación de la Anses, el avance estatista quedó expuesto a la luz.
Supongamos entonces que todo “se reduce” a la nacionalización. Esto tampoco es tranquilizador. En los mercados que funcionan bien hay una distribución de roles o funciones generando cadenas a través del tiempo sobre la base de la eficiencia y especialización.
Una empresa cumple un rol porque es elegida por los clientes – por prestigio, por eficiencia, por antecedentes, por inversiones, por confiabilidad. En un mercado tremendamente competitivo como el de granos el vendedor define a quien venderle. Sería gravísimo cercenar la libertad y obligar a vender a unos pocos actores digitados artificialmente.
Las empresas exportadoras crearon un nodo logístico eficiente con enormes inversiones en plantas y puertos. Pero lo más sustantivo es que financian toda la operación con enormes montos al que no tienen acceso empresas pequeñas. Sin estos actores aumentará el costo de comercialización sin beneficiar a nadie.
Según Domínguez, no está en juego la expropiación de estas instalaciones ni dejar afuera a las empresas tradicionales. El cambio es en el sistema de entregas de los permisos de exportación (ROE), privilegiando a las cooperativas.
Quizá el ministro no haya reparado que con esta amenaza está afectando el flujo de gigantescas inversiones de las empresas nacionales en el país. ¿Quién invertirá si el principal referente del sector manifiesta públicamente que quiere sacar del negocio a empresas con más de cien años en el país, que en los últimos años apostaron más dólares que ningún otro sector de la economía nacional?


