El último día del Congreso Aapresid se caracterizó por la realización de un coloquio abierto y gratuito a todos los sectores de la sociedad para conformar un espacio de debate de ideas en el que se pudieran exponer diversas propuestas en la búsqueda de un camino común para construir una Argentina para todos.
La Jornada especial, dirigida por María Beatriz Giraudo del Comité Ejecutivo de Aapresid, contó con la presencia de Jorge Adámoli, ecólogo y profesor de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, que durante el primer panel “Impactos de la agricultura sobre el ambiente y la salud humana” cuestionó las sucesivas “campañas antisoja y antiglifosato”: “¿Cómo puede ser que una leguminosa como la soja pueda ser intrínsecamente mala?”, se preguntó y más tarde respondió que quienes predican esos discursos buscan los puntos más vulnerables en las zonas marginales en donde hay malas prácticas agrícolas.
“Hay que separar la paja del trigo”, advirtió Adámoli. “Hay una gran cantidad de avances tecnológicos como la siembra directa, el manejo inteligente de plagas, la utilización responsable de agroquímicos. Estamos a favor de este tipo de agricultura sustentable y certificada, pero hay muchísimas cosas que se deben erradicar: Estamos abiertamente en contra de la que fomenta las malas prácticas, el trabajo infantil y en negro”, aseveró y dejó sentada su postura de que el problema no es la soja sino el modelo arcaico de producción que aún utilizan muchos chacareros.
Adámoli también habló de la campaña unilateral contra el uso del glifosato y se refirió extensamente a la polémica investigación del profesor de embriología e investigador principal del Conicet Andrés Carrasco, que publicó en la prensa los resultados preliminares de una investigación científica que concluía en que el uso del glisfosato utilizado en las fumigaciones sojeras, ocasionaban trastornos intestinales y cardíacos, malformaciones y alteraciones neuronales en embriones anfibios y por traslación, en embriones humanos. “La culpa del glifosato”, ironizó Adámoli y cuestionó la calidad y el contenido de esa investigación. Así desestimó la publicación que no fue presentada en ámbitos científicos y que sólo apareció en los medios masivos.
Además, criticó la asociación lineal entre las malformaciones neonatales y el glifosato y opinó que ese informe concluye de una manera previsible y extrapola los resultados “sin más y linealmente” hacia los humanos.
Luego llegó el turno del ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, Lino Barañao, que durante el panel centró el debate en la necesidad de profundizar la adopción de una agricultura innovadora, sustentable, certificada, respetuosa de las buenas prácticas y de los derechos laborales de los trabajadores.
Además se pronunció sobre el tema del glifosato y reflexionó: “Responsabilidad, es hacerse cargo de las consecuencias que tiene lo que uno hace”, y agregó: “Comunicar la información preliminar de una investigación científica en un medio masivo es poco ético”. De este modo puso en duda la validez del trabajo de Carrasco debido a que nunca fue publicado en ninguna revista con referato que “es un paso esencial y elemental de control”, al tiempo que cuestionó a las instituciones que respaldaron ese estudio “que también deben hacerse responsable por las informaciones que comunican”.
El funcionario del gobierno nacional explicó que los científicos deben ser sumamente responsables con aquello que publican porque se trata de informaciones que pueden generar un alto grado de angustia e incertidumbre en la población y hasta incluso la toma de decisiones incorrectas.
El ministro indicó que ya pidieron informes al Conicet sobre el tema y adelantó que la semana que viene se dará a conocer un comunicado del ministerio de Salud que se expedirá sobre las conclusiones preliminares de la investigación de Carrasco.
Luego, la información será analizada por la secretaría de Agricultura y por el Senasa que deberán definir si es necesario o no la introducción de modificaciones en la legislación vigente sobre el uso del glifosato.
Más tarde el químico reconoció que en todos los órdenes del desarrollo, el uso de toda tecnología conlleva sus riesgos. Sin embargo considero que en el caso los avances tecnológicos en el agro hay aún una parte de la sociedad que “no ve el beneficio de que se produzca mejor y de manera más eficiente”.
En ese sentido, Barañao dijo que hay una gran dificultad para comunicar los beneficios de la tecnificación en la agricultura. “Preocupa la aparición de un discurso que ya no es ecologista sino que es antitecnológico y anticientífico”, aseveró y agregó: “Se está cuestionando el uso de la tecnología y se dice que sólo hay que hacer agricultura orgánica. La sociedad piensa que el uso de agroquímicos beneficia sólo a un grupo reducido y está la idea de que el resto es perjudicado”.
El funcionario señalo que para destrabar ese cuello de botella es clave el rol de los comunicadores sociales aunque admitió que lograrlo es una batalla difícil debido al fuerte contraste que aún persiste entre los sectores altamente tecnificados y los pueblos originarios y desprotegidos que muchas veces parecen no recibir los frutos de ese beneficio.


