Ricardo Echegaray se reconoce a sí mismo como un especialista en "sistemas de control" y cree que por esa formación está al frente de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca). "Esta es una oficina de control", insistió a LA NACION apenas asumió al frente de ese organismo.
Enfrentado con el secretario de Agricultura, Javier de Urquiza, Echegaray es el verdadero hombre fuerte de la política agropecuaria oficial. Claro, siempre después del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Ambos son los dos brazos ejecutores de la presidenta Cristina Kirchner y de su esposo, Néstor Kircher, para controlar los precios, distribuir los subsidios y reprender empresarios.
El presidente de la Oncca conoció al matrimonio gobernante cuando se desempeñó como administrador de la Aduana de Río Gallegos. En 2004 se convirtió en director general de Aduanas, cargo que abandonó en marzo pasado tras un duro enfrentamiento con Alberto Abad, hasta ese entonces jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Dos semanas después de ese episodio, la Presidenta lo designó al frente de esta estratégica oficina.
Apenas llegó, el organismo -que era conducido por José Portillo, un funcionario de carrera de confianza de Urquiza- endureció los controles sobre las exportaciones alimentarias. Tal como hizo en su momento en la Aduana, reformó radicalmente los instrumentos administravos e informatizó los trámites, que tienen como ventanilla casi única la página web del organismo. Inspirado en el sistema financiero, creó el "encaje productivo". Por ejemplo, para poder exportar, los frigoríficos deben tener siempre el 75% de su capacidad de almacenamiento colmada, y algo similar ocurre con las cerealeras. Las aceiteras propusieron la creación de "un sistema de compensación privada" a cambio de garantizar abastecimiento y precio con el objetivo de evitar "un ROE líquido". Y lo obtuvieron.
Durante la gestión kirchnerista, la Oncca pasó de ser una oficina administrativa más a convertirse en un organismo clave que distribuye más de $ 2000 millones en subsidios y reparte la codiciada cuota Hilton, un negocio cercano a los US$ 500 millones. Aunque este año, según los especialistas, por la demora de la oficina en redistribuir cupos no explotados por sus frigoríficos adjudicatarios.
La concentración en manos de Echegaray de atribuciones propias del secretario de Agricultura llegó a niveles insólitos. En los últimos días, el presidente le pidió a Urquiza el auto oficial que hasta ahora venía usando el secretario y que estaba, como muchos otros bienes muebles, a nombre de la Oncca. Con Urquiza se lleva decididamente mal. Tanto, que decidió mudar la Oncca de la histórica sede de Agricultura al moderno edificio de Brasil 55.
Abogado especializado en derecho tributario, Echegaray tiene 42 años, está casado y es padre de tres hijos. Nació en Punta Alta, cerca de Babía Blanca, y vive en Tigre.
Según una fuente de la industria frigorífica, el nuevo hombre fuerte de la política agropecuaria no atiende a los empresarios, salvo aquellos que participan mensualmente de los foros que se organiza la Confederación General Empresaria (Cgera). Allí, quienes presentan por anticipado sus inquietudes, pueden llegar a obtener respuestas. "Es incomprensible", dijo el informante.
Por José Crettaz
De la Redacción de LA NACION


