Su columna vertebral, la ganadería vacuna, permaneció estancada, con una
producción en torno de los 2,5 millones de toneladas en los últimos diez años.
La producción de carnes de nuestro país ha mostrado una gran parálisis con
manifestaciones de regresión, con excepción de la avicultura. Su columna
vertebral, la ganadería vacuna, permaneció estancada, con una producción en
torno de los 2,5 millones de toneladas en los últimos diez años.
El consumo y la exportación, obviamente, no escaparon a ese cuadro:
exhibieron un similar congelamiento. La evolución exportadora en el largo plazo
ha sido por demás preocupante, si se tiene en cuenta que el país pasó de ser
líder mundial a ocupar un modesto séptimo lugar en el presente. El consumo
interno por su parte, de 60 kilos por persona y por año, es el mayor del mundo,
juntamente con Uruguay, luego de haber alcanzado los 90 kilos, un nivel hoy
desaconsejado desde el punto de vista de una nutrición equilibrada.
La producción de cerdos, otrora exportadora, quedó también estancada desde
hace décadas, aunque muestra ahora una tendencia expansiva, que sólo alcanza,
sin embargo, para abastecer la mitad del consumo nacional, del orden de sólo 6
kilos por habitante y por año. Los ovinos han registrado una crisis manifiesta,
reduciendo su población y su participación en el consumo y desapareciendo de la
exportación, que ahora muestra signos de recuperación, aunque menores. La
avicultura es la excepción.
A partir de los años 70, partiendo de un consumo por habitante de 5 kilos por
año, se expandió hasta alcanzar los 25 kilos por persona, lo cual implica,
teniendo en cuenta el crecimiento demográfico, casi decuplicar la producción. La
avicultura vino a reemplazar la declinación del consumo por habitante de carne
vacuna. Ahora, la exportación de carne vacuna está creciendo tanto en cantidad
como en valor, a punto tal que podría alcanzar los mil millones de dólares en el
año actual, impulsada por una mayor demanda externa de doble origen.
Por una parte, Estados Unidos -gran exportador- redujo sus ventas en tres mil
millones de dólares con motivo del cierre de sus mercados por razones
sanitarias. Eso abrió oportunidades a terceros países. Por otra parte, se
aprecia una tendencia a un mayor consumo de carne en un grupo de naciones en
desarrollo de alto crecimiento económico y en un contexto de crecimiento de la
economía mundial. Y nuestros exportadores están, naturalmente, aprovechando esas
situaciones.
Este cuadro optimista tiene, sin embargo, su lado oscuro, por cuanto esa
mayor demanda está alimentada en nuestros mercados por una liquidación de
vientres y animales jóvenes, hecho que presagia una ulterior reducción de la
oferta, con las futuras consecuencias conocidas, tanto para el consumo como para
la exportación. Desde hace algún tiempo se anuncia un programa de expansión de
la ganadería vacuna, que será conveniente concretar a los efectos de controlar
esta tendencia nada conveniente.
Pero viene al caso destacar que el éxito del programa dependerá no sólo de la
calidad de sus instrumentos, sino también de su oportunidad.
Fuente : La Nación


