Esta semana, el ministro Roberto Lavagna y el secretario de Finanzas Guillermo Nielsen recibirán a Stefan Engelsberger, un pintoresco bonista alemán, así como al Comité Global de Bonistas de la Argentina (GCAB, según sus siglas en inglés), una agrupación que simpatiza mucho menos con las políticas oficiales, y que dice representar a 37 mil millones de dólares de deuda externa. El encuentro con estos acreedores parece venir a cara de perro, según lo que manifiestan fuentes en Nueva York y Buenos Aires. Sin embargo, no todo lo que se escucha es ruido.

Un analista de uno de los mayores bancos de inversión de EE.UU. dice que luego de la conferencia del BID, realizada hace dos semanas en Lima, los mercados piensan que Argentina saldrá del default y los fondos redoblaron su entusiasmo. "La gente cree que la vaca de Brasil ya dio todo lo que pudo dar. Ahora le toca el turno a la Argentina", indicó la fuente, que pidió mantener su nombre en reserva. Y añadió: "Se ha instalado la creencia de que están dadas las mejores condiciones para hacer un acuerdo. Desaprovecharlo sería una locura".

En despachos oficiales parecen seguir más de cerca este sentimiento del mercado, que las declaraciones de Nicola Stock o Hans Hume, los dos presidentes de la GCAB. Es más: están convencidos de que hay fondos de inversión dispuestos "a dar vuelta la página" en el tema argentino, y que por eso aceptarían la oferta que el Gobierno les proponga. En junio se anunciará el menú de opciones que se está confeccionando con los miembros del sindicato de bancos.

La apuesta en Economía es que el GCAB termine desperdigándose y convirtiéndose en un sello de goma, posibilidad que sus más vehementes miembros niegan que pueda ocurrir. Por eso no le temen a la posibilidad de que el encuentro con Stock y Hume termine con una conferencia de prensa poco feliz.

En la GCAB militan miembros con influencia en Washington, que lograron poner presión sobre la Argentina en la última reunión de ministros del Economía del G-7, de enero pasado. Uno de ellos, es Adam Lerrick, un profesor de economía que lidera junto al mexicano Angel Gurría el ABRA, una asociación que cobra por representar a bonistas alemanes. Stock, por su lado, logró movilizar al gobierno italiano, y en particular, al representante peninsular en Washington. Hume también tiene líneas tendidas con el FMI.

Pero ahora, en la Argentina se cree que una parte del staff del FMI, que alcanzaría a Anne Krueger, estaría arrepentida de haber oficializado al GCAB como "el otro lado de la mesa de negociaciones", porque así, se creó un potencial hold-out. En la jerga financiera, esto se traduce como un grupo de inversores con capacidad para obstaculizar un arreglo de deuda. Si esta hipótesis es verdad o no está aún por verse.