Pero, ¿por qué poner altos aranceles a cosas que no se producen? Tal vez para permitir que quienes producen cosas de menor calidad encuentren mercado entre quienes deben resignarse a no poder tener aquello que, de no ser por la política arancelaria, podrían comprar.

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¿Pero con qué se contenta uno cuando lo que quiere es una computadora? La Argentina les pone aranceles porque integra el Mercosur y Brasil tiene una industria. Y quiere para ella protecciones mayores que la que otorga el simple hecho de que para traer importados hay que pagar fletes. Pero en la Argentina uno no ve en los escaparates computadoras brasileñas tan buenas como las norteamericanas, pero un poco más baratas.

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Otros bienes son gravados con la idea de que se trata de "manifestaciones de riqueza". ¿Será la compra de una videocámara digital una manifestación de riqueza que debe ser gravada en nombre de la sociedad menos desigual? ¿Si la cámara la compra un estudiante de cine? ¿O un estudio que produce para el extranjero y genera divisas?

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O sea, hay un tipo de cambio alto para que sea negocio producir aquí publicidades y películas, pero que encarece los equipos a las empresas productoras locales. Y además, hay impuestos que todavía duplican el valor de esos mismos equipos.

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¿Serán los argentinos el doble de ricos que los norteamericanos y por eso deberán pagar una barbaridad por una cámara fotográfica cuando ya se paga más de dos veces y media más en impuestos al consumo? Las propiedades, por ejemplo, están gravadas con un ahora más que oneroso impuesto a los bienes personales y los ingresos con ganancias y brutales impuestos al trabajo.

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Tal vez se piense que consumir cosas importadas es una traición a la Patria y debería prohibirse en un país que tiene mucha pobreza. Lo propuso hace poco un economista profesor de la UBA, indignado por la oferta de vinos franceses.

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El argumento fue que quien compra esos vinos deja sin trabajo a un viñatero cuyano.

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Las tonterías, a veces, quedan rápidamente en evidencia. En marzo los vinos aumentaron de precio, según el Indec, lo que indica que hay demanda creciente, sin necesidad de prohibiciones.