Como puede observarse en el gráfico adjunto, luego de alcanzarse niveles máximos de área y producción hacia mediados de la década anterior, el nuevo mix de aranceles de exportación, establecido en la Administración Macri donde se eliminaron los tributos a los cereales, manteniendo una carga tributaria relativamente elevada para el complejo soja, llevó a una caída significativa de ambas variables, agudizada en el ciclo 2017/18 por condiciones climáticas desfavorables.



A ello se sumaron aspectos técnicos como la necesidad de rotación y la vuelta a Trigo y Maíz en los campos donde por años se priorizó al cultivo de Soja, la resistencia de ciertas malezas a algunos herbicidas por la falta de rotación de cultivos y la falta de una legislación sobre la propiedad intelectual, que incentive la permanente investigación sobre nuevos materiales genéticos, orientados a incrementar los rendimientos unitarios.

Esta tendencia no obstante, se estima se revierta según las proyecciones del próximo ciclo 2022/23, en virtud de los buenos precios de la mayoría de los commodities y de la soja en particular, y relaciones de insumo/producto más beneficiosas para la oleaginosa, debido al menor uso de ciertos insumos que incrementaron fuertemente su valor (fertilizantes, etc.) en comparación con el trigo y maíz.

Si bien el esquema actual de equilibrio entre cereales y oleaginosas es sin dudas el más adecuado para la sustentabilidad del sistema productivo, de contar los productores con mayores incentivos como una menor presión tributaria, e intervencionismo en los mercados (eliminación de restricciones a la exportación, reducción de aranceles de importación de insumos, etc.) se debería esperar una expansión de la frontera agrícola con la consecuente mejora en la superficie y producción de soja, al menos en niveles similares a los registrados años atrás.

La industrialización de los oleaginosos está en función de la oferta disponible de poroto en el caso de soja, las expectativas del saldo exportable de materia prima, los consumos directos (semilla, balanceados etc.) y las variaciones en los niveles de stocks. A su vez dentro del ciclo comercial dependerá del ritmo de venta de los productores (farmer selling), la disponibilidad de mercadería para poder así alcanzar un mayor uso de la capacidad instalada.

La merma descripta en la caída en la producción, en parte suplida por la importación de mercadería de países vecinos -Paraguay en especial - bajo la figura de admisión temporaria, llevó a un incremento paulatino de la capacidad ociosa de la industria procesadora local, la cual está en condiciones de moler cerca de 70 millones de toneladas, en tanto que las proyecciones más optimistas la ubican para el próximo ciclo en 43 millones de toneladas, lo cual implica un nivel de uso de solo el 61%.

Al mismo tiempo, la nueva ley de biocombustibles, restó incentivos a aquellas instalaciones orientadas a este derivado, por efecto de la reducción en el corte para el consumo local, y con precios, establecidos por las autoridades, en algunos casos por debajo de los de la materia prima: el aceite. Ello, sumado a restricciones arancelarias para su ingreso a ciertos países, llevó a que una eficiente industria que se expandió en forma permanente desde inicios del nuevo siglo, se ve en la actualidad paralizada.

Es importante desde lo técnico reincorporar al cultivo de Soja en la rotación por su contribución al aporte de nitrógeno que realiza como leguminosa.

En Argentina, se ha estimado que, en promedio, un 60% del nitrógeno que requieren los cultivos de soja proviene de la fijación biológica, es decir de la simbiosis de bacterias y las plantas. Ese aporte representa aproximadamente 1.6 millones de toneladas de N que, valorizadas en términos de fertilizante urea, corresponderían a unas 3.4 millones de toneladas de urea. Es decir que, tomando un valor de 1.080 dólares por tonelada de urea, el equivalente aportado por la fijación biológica a nuestros cultivos de soja, y a nuestros suelos, es de aproximadamente 3600 millones dólares. (F. García. Mesa de Nutrición Biológica. News FPC febrero 2022)

En síntesis, es necesario que Argentina vuelva a tener una producción acorde de Soja al real potencial productivo disponible y a la capacidad de su agroindustria aceitera, una de las más eficientes desde la óptica tecnológica y económica y a la vez generadora de productos de mayor valor agregado.

Recordemos que el complejo soja, representa en la actualidad con cerca de 23.000 millones de dólares en concepto de ingreso de divisas por exportaciones, más de la mitad del valor de las exportaciones de todos los granos y sus derivados, y el 33% del comercio externo de nuestro país.

Lic. Gustavo Lopez – Consultor de la Fundación Producir Conservando
Fuente: Fundación Producir Conservando