Gustavo Ferraris, del INTA, hizo un repaso de tecnologías ligadas al maíz, en variedades, herbicidas e insecticidas, y comentó aprendizajes en cuestiones de manejo, en distintas condiciones. “La resistencia a herbicidas cobra un rol fundamental, primero RR y después otros. Con la creciente problemática de resistencia de malezas al glifosato, otros sistemas están cobrando valor”.

El experto destacó que “hubo avances en el conocimiento de las principales enfermedades, y se han desarrollado grupos químicos de fungicidas que marcan un salto en las posibilidades de control”.

“El conjunto de estos conocimientos posibilitó la revolución que es el maíz tardío, con mayor estabilidad frente a procesos de sequía, que permite transformar un maíz de 3.000 kilos en Pergamino en uno de 10.000”.

Para el especialista, “el pronóstico climático es una excelente arma para decidir la fecha de siembra. Precipitaciones de primavera o verano son mejores para siembras tempranas, que definen rendimiento a fin de primavera. En años neutros hay déficit de agua hacia fin de año y más precipitaciones en marzo, que le da más chances a las variedades tardías, igual que en años Niña”.

Sin embargo, hay ambientes en que se puede decidir lo inverso, en función del nivel de agua de las napas freáticas. “No hay regla general: siempre la regla es que hay que estar mirando el ambiente”.

Tras comentar distintas tecnologías de manejo que utilizan el cultivo como indicador, recalcó que prolongar el barbecho acumula más nitrógeno en el suelo. “La dosis de nitrógeno que tenemos que poner en un maíz tardío es menor, siempre y cuando sea sobre barbecho y no sobre un cultivo exigente”.

En cuanto a fósforo, señaló que es un nutriente que hay que medir en el largo plazo. “El primer año los rendimientos suelen oscilar en 10 a 15%, pero en un ensayo de 8 años, hay diferencias de hasta 60%, porque los cultivos aprovechan lo de los años anteriores”.

"Fertilización sin rotación con gramíneas no es un  manejo sustentable”, señaló. “Sorgo, pisingallo, maíz tardío, la diversidad de cultivos nos permite llevar adecuadas rotaciones que  a su vez nos permiten ser eficientes y llevar adelante todos los cultivos”, concluyó.

Por su parte, Rodolfo Rossi, de Acsoja, planteó tres temas en relación a cómo nos vamos a acomodar y herramientas para mejorar la productividad: el control de malezas, el nivel de proteína de la soja, y las expectativas sobre las nuevas tecnologías transgénicas.

El experto se preguntó si el cambio en el control de malezas implica un cambio de paradigma. “El glifosato y la soja redujeron las interacciones, y determinó la adopción de grupos más precoces a nivel país, en un recambio veloz de variedades”.

“En Monte Buey dejamos de usar 27 principios activos para usar uno solo: la libertad con que la planta de soja fue creciendo nos permitió un corrimiento de fronteras de grupo de madurez, cambio de fecha de siembra, etc.”

“No es lo mismo un cultivo que tenga una carga de productos en varias instancias que uno que crece libremente”, dijo Rossi. Y hay distinta capacidad de recuperación de unas variedades respecto de otras.

En cuanto a la proteína de soja, que afecta seriamente el precio de las exportaciones, Rossi planteó algunas inquitudes: ¿Es un tema varietal? ¿Pasa por lo nutricional? ¿Contamos con información previa? ¿Deberíamos tomar posición contra el marketing negativo? “Vamos a tener que rotar genes, herbicidas, monitorear”, señaló.

Carlos Feoli, de Asagir, señaló que “el girasol es sinónimo de aceite comestible, uno de los cuatro de calidad junto con oliva, canola y maíz, y un cultivo centenario en un país que consume casi 70% de aceite de girasol”.

“La genética ha tenido mucho que ver con el avance: el registro muestra variedades de origen ruso que no producían más de 200 a 300 kg de aceite por hectárea, hoy estamos en un récord histórico de 1.100 kilos”.

“El desplazamiento del girasol hacia ambientes menos favorables hizo que parte de esa ganancia genética quedara invisible, pero años buenos potencian la genética y muestran el rendimiento, como el actual récord”.

Respecto de cómo elegir un cultivar, “hay enormes diferencias en el comportamiento de los híbridos, con máximos de 4.000 kilos, no tanto en aceite”, de modo que habría que observar el comportamiento de las variedades en sitios parecidos a los que se va a desarrollar el cultivo, señaló.

Feoli marcó la tendencia a la demanda de alto oleico en procesados, frituras y otros alimentos, dado que los lípidos saturados se asocian con problemas de salud. Algo similar ocurre con el alto esteárico, pedido por la industria procesadora.

En cuanto a los problemas del sector, el especialista marcó la presencia de insecticidas en granos y en aceite; el crecimiento de Europa del Este, que pasó a ser el primer exportador; la decisión de Europa central, que ha exigido fitosanitarios en partes por millón, una traba que hace que hoy el aceite argentino no entre a Europa, un gran mercado en precio.