El oligopsonio hace referencia a la demanda en toda operación comercial. Indica la situación de mercado donde sólo existe un bajo número de compradores, por lo que éstos logran imponer su poder de compra a la hora de establecer precios y cantidades.
Como la competencia es limitada, se beneficia la posición de los compradores en desmedro de los productores, ya que al ser haber pocos, la demanda puede coordinar sus acciones para quedar favorecida frente a una oferta atomizada.
Lo peor del cuadro, es que este mal ha sido impuesto por el propio gobierno. Porque el oligopsonio no resulta de la maniobra de algunos sino que es fruto de la política económica actual.
Al quitar la exportación del juego, los productores quedan a merced de una demanda prácticamente centralizada.
¿Quién gana en este cuadro? Como se trata de un juego de suma cero, lo positivo para unos es negativo para otros.
A diferencia de lo que sucede con los derechos de exportación (que van a dar a las arcas oficiales), las diferencias de precios, permitidas por el oligopsonio, van a dar a unos pocos privados. A lo largo de la cadena agroindustrial, unos se quedan con lo que debería corresponder al eslabón agrícola.
Los precios, en el Mercado a Término, sufren grandes descuentos con relación al precio lleno (FAS Teórico) que se aproximan a los u$s 50 por tonelada, lo que representa un castigo del 20% del precio pleno. Este porcentaje se suma al coeficiente por derecho de exportación.
Las cotizaciones de los mercados de futuros giran en torno a US$ 173 por tonelada, para enero/2011.
Así están las cosas. Es imprescindible, entonces, que un organismo competente, fuera del interés en juego, analice la transferencia de ingresos de los productores a la industria molinera y a los exportadores.
Lo más sorprendente de esto es que no hay ninguna justificación para implementar la intervención de la ONCAA ya que la cosecha habrá de superar el nivel de 13 millones de toneladas.
Y la “mesa de los argentinos” requiere mucho menos.
El consumo total de trigo para producir harina está próximo a 5,5 millones de toneladas. Y de éstas, 2,5 millones son exclusivamente para elaboración de pan.
Cerca del 45% de la cosecha ya está levantada. Así que la cifra estimada es bastante cierta. Será ella o más. En rigor, no sería demasiado llamativo si la cosecha supera el volumen de 14 millones.
Queda mucho volumen para exportar. Una simple resta matemática lo muestra.
Un volumen de tal magnitud necesita determinada logística para mover la cosecha en tiempo y forma. Pero, dadas las circunstancias, el mercado está casi paralizado, sea para la exportación como para la molinería.
Los valores internacionales, en plena cosecha del hemisferio sur, favorecen al país. Pero, lamentablemente, no es posible capturarlos y, así, se pierde una gran oportunidad. La pérdida golpea directamente en el bolsillo de los productores. Pero también lo hace en las localidades pequeñas y medianas, en las provincias agrícolas, en las grandes ciudades que no toman conciencia de ello y, aún, en el propio tesoro nacional. En fin, el país todo.
El clima ha jugado a favor de la Argentina. Tanto el hemisferio norte como el sur han sufrido o sufren las consecuencias.
En el norte, las regiones donde se destaca el trigo, como el este de Europa, fueron castigadas por la seca. A su vez, EE. UU y China está siendo afectado, actualmente, por la falta de agua y los pronósticos no son alentadores. La campaña comienza mal.
El hemisferio sur tiene problemas también. Ahora, precipitaciones demasiado copiosas malogran el cuadro triguero de Australia. El exceso de humedad ha impactado en la calidad de los granos. En tal contexto, se estima que el país sólo podrá exportar 14 millones de toneladas.
Las expectativas respecto a la relación stock / consumo ya no son tan optimistas. Y los precios están firmes. La cuestión es ¿hasta cuando?


