Pero sí determinan efectos de los resultados. Si se obtiene más de lo previsto en los sondeos, la elección es buena aunque se pierda, y este es el caso de la candidata ecologista. Si se obtiene menos de lo previsto, que es el caso de Dilma Rousseff, parece que la elección no es buena, aunque se gane.
El año pasado, el resultado que acaba de obtener la candidata oficialista brasileña cuando José Serra le llevaba 15 puntos de ventaja, hubiera sido óptimo. En cambio, respecto a unos días atrás, cuando se esperaba que la popularidad de Luiz Inacio Lula da Silva le permitiría ganar en la primera vuelta, el resultado obtenido parece tener un sabor agridulce.
Pero ella se impondría en la segunda vuelta y desde la perspectiva argentina, es importante saber que en un gobierno de Dilma Rousseff, las políticas centrales de la administración de Lula continuarán sin alteraciones significativas.
No sólo porque ambos pertenecen al mismo partido y además ella ha sido una funcionaria fundamental en el gobierno que termina, sino porque en la cultura política brasileña los cambios son siempre graduales y consensuados. Además, en realidad se ha registrado continuidad entre los ocho años de Cardoso y los ocho de Lula. El respeto de las reglas macroeconómicas evitando la inflación ha sido una constante en ambos períodos. El esfuerzo en la educación pública primaria para disminuir el analfabetismo ha sido otra constante. Lula ha ampliado y extendido el subsidio a los sectores de menores ingresos, pero ello ya había comenzado en la gestión de su predecesor.
En política exterior, la dimensión sudamericana que se concretó en Unasur tiene su punto de inicio en 2001, cuando Cardoso convoca en Brasilia a todos los presidentes de esta subregión, para la conmemoración de los 500 años del descubrimiento de Brasil por los portugueses. Estas líneas centrales van a continuar con Dilma. Podrán cambiar énfasis, matices, la influencia de las personalidades, pero no las direcciones estratégicas.
Un actor de peso. Con Dilma, continuará la política de Lula para hacer de Brasil un actor global o potencia mundial. Ello implica que la diplomacia brasileña seguirá buscando un lugar permanente en el Consejo de Seguridad en representación de América latina. Continuará la política para dotar el país de tecnología nuclear propia, con el proyecto del submarino a propulsión nuclear entre otros. Brasil mantendrá una política exterior independiente de los EEUU, como lo ha demostrado como el caso de Irán. En definitiva, buscará consolidarse como potencia mundial, al estilo de China, India y Rusia, los países con los cuales comparte el llamado grupo Bric.
En cuanto al Mercosur, seguirá siendo eje de la política regional, en paralelo con Unasur y desde hace dos años la Cumbre o Comunidad de Estados de América latina y el Caribe. El primero está integrado por 4 países, el segundo por 12 y el tercero por 34, es decir todos los del continente, con la excepción de EEUU y Canadá. Al primero lo mantendrá como un mercado común atenuado, al segundo como una zona de libre comercio flexible y el tercero será por ahora solo un ámbito de concertación de políticas. No puede descartarse que en el futuro Brasil opte por negociaciones bilaterales con la UE e incluso con EEUU.
La relación con la Argentina continuará siendo importante en el Mercosur y en la Unasur, aunque menos que en el pasado, por la pérdida de peso relativo del país. Pero Argentina sigue siendo el segundo PBI de América del Sur y la tercera población después de Colombia. En algunos temas puntuales, Brasil los resolverá bilateralmente con Chile, Perú, Colombia y Venezuela, pero eludirá entrar en conflicto con Argentina, como lo ha hecho tanto con Cardoso como con Lula.
La relación con Irán seguirá determinada por la búsqueda por parte de Brasil de un desarrollo nuclear propio. Con los EEUU, el trato seguirá siendo cordial, pero distante en los temas en los cuales los intereses entren en conflicto.
En cuanto al probable gobierno de Rousseff, el rol de Lula va a ser importante. Va a necesitarlo por su fuerte popularidad, pero también puede ser un problema que le limite la posibilidad de una personalidad propia. Cabe recordar que Lula puede volver a ser presidente por dos períodos a partir del 2014.
El futuro ex presidente ha dicho que se dedicará a promover programas contra la pobreza tanto en América latina como en el mundo y este será su primer paso.
A Dilma corresponde ahora avanzar en las asignaturas pendientes de Lula, como la lucha contra la corrupción y el analfabetismo funcional en los mayores de quince años.
La personalidad de tecnócrata de Dilma, carente de carisma, hará que necesite a Lula. Pero más de una vez, presidentes con poco carisma, terminan generando una base de poder propia. Es el caso de Santos hoy en Colombia, que se ha logrado en poco tiempo una alta popularidad propia, superando incluso la de Uribe. Fue el caso de Bachelet, que parecía destinada al padrinazgo de Lagos y terminó su mandato siendo la presidente con mayor aprobación en la historia de Chile, con niveles de popularidad superiores a los de su predecesor.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva


