La captura de la mitad de Telecom por parte de un grupo de empresarios ligados al Gobierno fue, después del ingreso de la familia Eskenazi en YPF, la operación más ambiciosa que imaginó Néstor Kirchner en el campo de los negocios. Esa operación, que concentró buena parte de la atención del esposo de la Presidenta en los últimos dos años, verificó ayer un fracaso notorio, si no definitivo.

Durante casi todo ese lapso, la estrategia oficial consistió en aprovechar el conflicto de Telecom Italia con su socio argentino, la familia Werthein, para quedarse con la participación de los italianos en la empresa. Los sucesivos contratiempos judiciales hicieron que en Olivos cambiaran esa vía por esta otra: una alianza con Telecom Italia para quedarse, a través de allegados, con la parte de los Werthein. Pero anteayer los italianos y los Werthein llegaron a un acuerdo y, en principio, las pretensiones de Kirchner quedaron burladas.

Primera conclusión: la máxima política de Getulio Vargas según la cual "nunca creas que alguien es tan amigo como para no poder transformarse en tu enemigo ni tan enemigo como para no convertirse en tu amigo" vale también para los hombres de negocios.

El arreglo de Telecom Italia y Los W de la Argentina -sociedad con la que los Werthein intervienen en Telecom- es el siguiente: la empresa italiana amplía su participación en Sofora, controlante de Telecom, del 50 al 58%, con lo que pasa a tener el dominio indiscutido de la compañía; en consecuencia, los Werthein reducen su presencia del 50 al 42 por ciento.

Telecom Italia desiste de la opción de compra sobre la parte de los Werthein, adquirida en 2003, y éstos renuncian a los pleitos judiciales que habían iniciado para evitar que esa opción se ejerciera; los Werthein asumen la responsabilidad de la relación entre la empresa y los órganos regulatorios, es decir, quedan a cargo de incluir al oficialismo -ya se verá el modo- en esta pacificación; Gerardo Werthein se encargará de la explicación del acuerdo ante los medios, en especial de la renuncia a seguir imputándole a Telecom Italia una posición monopólica, y, para finalizar, algunos directores, grandes inválidos de la guerra que parece estar terminando, serán reemplazados.

Kirchner, que es hasta nuevo aviso el gran derrotado de esta paz, fue al mismo tiempo su involuntario promotor. Sencillo: los Werthein advirtieron que el Gobierno ya no pretendía quedarse con el 50% de los italianos, sino con el de ellos. Tal como adelantó LA NACION el 1° de julio, los sucesivos fracasos judiciales de la embestida regulatoria oficial hicieron pensar a Kirchner que la expulsión de Telecom Italia era un sueño imposible. A partir de esa evidencia, cambió de plan. Y de blanco. Ahora buscaría que un grupo de allegados -liderado por Ernesto Gutiérrez y Cristóbal López- se asociara a los italianos, comprándoles por US$ 480 millones su derecho sobre las acciones de los Werthein, a los que se indemnizaría por una suma muy inferior. Cuando confirmaron ese destino, los Werthein volaron a Roma con la rama de olivo. Fue hace diez días.

Para Adrián y Gerardo Werthein el acuerdo con sus odiados socios pasó a ser la jugada más conveniente. Por un lado, la Justicia les venía fallando en contra en casi todas las instancias. Sólo faltaba que la Corte revocara la decisión del juez contencioso administrativo Enrique Lavié Pico, que había expulsado del directorio de Telecom a los representantes de los italianos. Por otro lado, el pacto con Telecom Italia comenzó a ser para los Werthein la salida económica más razonable. Es verdad que ya no conseguirían los US$ 1000 millones que, según las fuentes más confiables, habían exigido en su momento para admitir el derecho de sus socios a quedarse con el otro 50% de la empresa. Pero, desde ayer, los Werthein están en posesión de un activo por el que podrían obtener alrededor de US$ 400 millones y no los 170 que pensaban pagarles los italianos, o los amigos del Gobierno. Además, siguen incorporados a una compañía que factura US$ 3000 millones por año y que les provee innumerables beneficios periféricos.

El gran burlado

Los italianos, por su lado, venían haciéndose a la idea de que sería mejor seguir tolerando a los -para ellos- intolerables Werthein que convivir con los recomendados de la Casa Rosada. Kirchner los condujo, sin querer, hasta esa conclusión, al enviar a Roma a sucesivos candidatos a socios que dejaban en claro, antes que nada, la pretensión de ingresar en la empresa sin poner una moneda. El caso más desopilante fue el de Matías Garfunkel, patrocinado ante los italianos por Julio De Vido. Garfunkel presentó en Italia avales bancarios que habrían sido falsificados por su ahora ex socio Raúl Moneta y por un par de amigos de Moneta ya célebres por su torpeza para las tareas de inteligencia.

La reconciliación entre los socios de Telecom deja en ascuas a los aspirantes a comprar la mitad perteneciente a los italianos. Sobre todo al grupo liderado por Alfredo Román y los hermanos Ruete, que miraban el negocio con mayor expectativa.

Sin embargo, el gran burlado es Kirchner. Si hiciera un balance de su takeover sobre Telecom teniendo en cuenta los resultados alcanzados hasta ayer, el saldo sería calamitoso. En principio, la obsesión por incorporar a un grupo de amigos a esa compañía fue, en noviembre de 2008, el casus belli de su conflicto con el grupo Clarín.

Por culpa de la misma ambición, Kirchner y su esposa quedaron expuestos a una investigación de la Securities and Exchange Commission de la bolsa neoyorquina. La relación diplomática con Italia también quedó dañada, como demostró la inquietud por el maltrato a empresarios de ese país de la administración Berlusconi. Los últimos en advertirla fueron los diputados de Pro Federico Pinedo y Jorge Triaca, durante una visita a Roma, hace 15 días.

Con independencia de los infortunios oficiales, la saga de Telecom alumbra otras novedades que, aunque son tangenciales, no deberían ser desmerecidas. Una de ellas es la tenacidad de los italianos para permanecer en el país. Si bien esa vocación se podía advertir desde el comienzo, en los últimos meses se acentuó por una razón que excede este episodio: las empresas europeas vuelven a ver a América latina como una tierra de promisión, capaz de compensarlas del drástico ajuste que se verifica en el Viejo Mundo. La perspectiva de que el ciclo Kirchner se esté agotando refuerza esa percepción en el caso argentino.

El otro fenómeno destacable es que el acuerdo de Telecom Italia y los Werthein estuvo determinado, sobre todo, por un grupo de magistrados que impartieron justicia resistiendo las presiones. Fueron, sobre todo, cuatro: los camaristas en lo civil y comercial Vocos Conessa (ya retirado) y Guarinoni, y los camaristas en lo penal económico Hendler y Repetto. Su conducta constituye, por lo inusual, una noticia.