por Matías Longoni
Sin embargo, la diferencia de precio entre uno y otro trigo es mucho mayor, de más de 40%. Es decir que al productor se le descuenta aquí mucho más plata de la que corresponde. ¿Qué sucede entonces? Hay que buscar en los pasillos de la Secretaría de Agricultura para enterarse.
En los últimos tiempos, el organismo se ha valido de una serie de artilugios para deprimir los valores internos del trigo y del maíz más allá del "desacople" que determinan las retenciones. Así las cosas, para esos cultivos se han consolidado retenciones "reales" que están muy por arriba del impuesto "nominal" fijado por el Gobierno. La gran víctima es el productor, ya que prácticamente se duplica el impacto de las retenciones sobre el valor de su cosecha.
La Dirección Nacional de Mercados Agroalimentarios es la oficina encargada de fijar los valores FOB (de exportación) en base a los cuales se calculan los descuentos por retenciones a los embarques concretados cada jornada. Todas las tardes emite una circular con valores oficiales, que deberían reflejar el promedio de las ventas al exterior concretadas ese día. En el caso del trigo y el maíz, no obstante, esos valores hace rato se han disociado-- y mucho-- de los reales.
La comparación con Uruguay es clave. Hoy, un productor uruguayo que vende su trigo a la exportación cobra US$ 260 por tonelada. Si se le aplicara un 23% de descuento como retención, más razonables US$ 8 por costos de exportación, ese precio caería a US$ 190. Es, más o menos, lo que debería cobrar aquí un chacarero. Pero aquí el trigo se vende a unos U$S 150.
En un contexto normal, al cambio actual, el productor debería cobrar
actualmente unos 720 pesos por tonelada. Pero la propia Secretaría de
Agricultura calcula todos los días, en base a los valores FOB oficiales antes
mencionados, un valor FAS teórico (precio que bebería pagarse al productor) de
650 pesos. Es decir, es el propio Estado el que convalida la depresión de los
valores. En el caso del maíz, la diferencia también es abultada: el precio real
debería llegar a 610 pesos, pero el FAS teórico se ubica en 525 pesos.
Claramente beneficiados con este artilugio resultan los compradores de ambos
cereales, no solo las exportadoras sino quienes procesan trigo y maíz para el
mercado doméstico. ¿Quién pagaría de más por un producto si el Estado asegura
que el "precio pleno" es menor del que en realidad debería ser?
Al fijar un valor FOB menor al real, el Estado curiosamente acepta resignar parte de lo que debe percibir por retenciones: unos US$ 5 por toneladas en trigo. No obstante, el Fisco compensa gran parte de esa pérdida porque, al deprimir el precio al productor, también reduce el monto de compensaciones que distribuye la ONCCA entre diversas cadenas alimenticias.


