La Argentina asoma hoy a un nuevo escenario político. El Gobierno, que jugó a fondo y convirtió las elecciones legislativas de medio término en un virtual plebiscito del modelo K, recibió ayer una dura paliza en las urnas y hasta el propio Néstor Kirchner terminó derrotado por Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires, el distrito al que había apostado todo su capital político. Fue un golpe electoral que pone límites a la supervivencia política del proyecto oficialista más allá de 2011 a la vez que obliga a la gestión de Cristina Fernández al desafío de adaptarse a un panorama de mayor debilidad y a la pérdida de su hegemonía parlamentaria.

El resultado electoral también sirvió para establecer ciertas certezas sobre las alternativas posibles en la pelea por la sucesión presidencial y pareció liquidar los sueños de aquellos que no lograron renovar el crédito de las urnas. Con su victoria en el territorio bonaerense, De Narváez logró colar su nombre en la lista en la que también se consolidaron las figuras de Julio Cobos, Mauricio Macri, Carlos Reutemann y Hermes Binner. La derrota, en cambio, dejó con poco aire a Daniel Scioli para emerger como el sucesor natural del proyecto kirchnerista, mientras Elisa Carrió sufrió una dura caída en la Capital Federal, con lo que puso en duda su liderazgo dentro del Acuerdo Cívico y Social, un espacio que también aspira conducir el actual vicepresidente.

El Gobierno perdió los comicios en los principales distritos del país y a nivel nacional cosechó alrededor de 700 mil votos menos que los conseguidos por Cristina en la elección de 2007. Unión Pro ratificó su preeminencia en el territorio porteño, a pesar de la sorpresa que significó el desempeño del cineasta Pino Solanas (con 24,2% terminó apenas seis puntos detrás de Gabriela Michetti, 31,1%) y ganó la provincia de Buenos Aires por un par de puntos de ventaja sobre Kirchner (34,5% contra 32,3%).

Mientras el Acuerdo Cívico y Social se impuso con amplitud en Córdoba sobre las listas del radicalismo y del gobernador peronista Juan Schiaretti, Cobos obtuvo una victoria contundente en Mendoza, y Reutemann consiguió una leve ventaja en Santa Fe sobre Binner, que lo ubica como una de las principales figuras del PJ. Las listas del oficialismo sólo se impusieron en Tucumán, Formosa, Chaco y San Juan, donde fue clave la estructura de los gobernadores justicialistas. También ganaron sus distritos (Chubut, La Pampa y La Rioja) los mandatarios del PJ distanciados del kirchnerismo. Una de las sorpresas de la elección fue la derrota del oficialismo en Santa Cruz, la provincia de los Kirchner.

Con la derrota, el kirchnerismo perdió la mayoría que ostentaba en el Congreso y de ahora en más estará forzado a negociar con otras fuerzas la aprobación de sus iniciativas. En la Cámara de Diputados, el Frente para la Victoria y sus aliados resignaban entre 19 y 21 bancas (de los 127 escaños que puso en juego), mientras en el Senado la pérdida era de entre 3 y 4 bancas (de los 24 que puso en juego).

Después de haber votado por la mañana en Santa Cruz, Kirchner y Cristina viajaron a la Capital Federal y se instalaron en el el Hotel Intercontinental, donde siguieron minuto a minuto el recuento provisorio. El resultado de los comicios fue un golpe inesperado para el ex presidente, que recién después de las 2 de la madrugada reconoció públicamente su derrota. “Vamos a profundizar la gobernabilidad porque estamos absolutamente preparados para seguir gobernando”, enfatizó Kirchner, en un mensaje que buscó despejar dudas sobre la reacción oficial ante el golpe electoral. El gesto no oculta

que a partir de hoy, la gestión de Cristina enfrentará un escenario de mayor fragilidad, donde será clave la capacidad del oficialismo para la autocrítica y evitar posiciones que puedan herir la estabilidad del Gobierno. Anoche faltó esa autocrítica y en la intimidad sobraron los reproches y la furia del ex presidente con algunos ministros e intendentes.

La desazón en el bunker kirchnerista contrastó con los festejos en la sede de Unión Pro. “Ha sido una fiesta de la democracia, y ahora es momento de sumar y no de confrontar”, pidió De Narváez. A su lado, Macri fue un poco más allá de los resultados y llamó al Gobierno a “escuchar el mensaje” de los argentinos. “Que la Presidenta convoque desde mañana a la unificación y pacificación de los argentinos, en nosotros va a encontrar una oposición constructiva, queremos ayudar a corregir el rumbo”, reclamó el jefe de gobierno de la ciudad.

El planteo de Macri resume en esencia el desafío que deberá enfrentar desde hoy la Presidenta, sobre la base de que la reconfiguración del escenario político a partir de la elección marcará a fuego los dos años y medios que restan de su mandato. En esa línea es que anoche algunas voces del oficialismo deslizaban la alternativa de un cambio de figuras dentro del gabinete nacional y una posición de mayor apertura del Gobierno, tanto hacia otros espacios de poder dentro del PJ como a los reclamos por el diálogo y la construcción de consensos.