"Cuando lleguemos a elaborar 30.000 litros de leche, vamos a tener a Dios agarrado de las patas", era la frase que repetía, quizá para darse ánimo, el joven Pascual Mastellone en los inicios de la empresa familiar dedicada a producir queso mozzarella y provolone. No sólo cumplió ese sueño imposible, lo superó varias veces al punto de elaborar actualmente cuatro millones de litros diarios y llegar a ser la empresa líder de la industria lechera argentina.
Pero este sueño llegó a su fin.
Este visionario, una leyenda de la lechería argentina, finalmente se cansó de tanta lucha, en especial estos dos últimos años, y puso en venta a Mastellone Hnos. y a una de las marcas más emblemáticas de nuestro país: La Serenísima.
La decisión se ha hecho pública en distintas ocasiones durante los últimos meses. En el brindis de fin de año, en la planta de General Rodríguez, ante todo el personal, Pascual Mastellone comunicó la decisión que tomó con sus hermanos José y Vittorio. En febrero la ratificó, y esta vez explicó con más detalle, ante sus directivos de más alta responsabilidad. Y la semana pasada, se la comunicó al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en el medio de los tira y afloja por el ajuste de los precios de los lácteos en las góndolas.
El motivo oficial que esgrimieron los hermanos Mastellone era que no tenían una continuidad familiar dispuesta a hacerse cargo del manejo de la empresa. Prefieren entonces venderla ahora.
Pero existen otras razones de peso que apuraron esta determinación.
Por un lado, están los problemas financieros. Una deuda pesada, de 230 millones de dólares, que ya desde el año pasado se les hizo difícil de atender en sus vencimientos. Justamente, a fin de mes vence una cuota del pago de intereses (el año pasado la terminó pagando su socia, la francesa Danone), que podría acelerar el proceso de venta.
Existen también las dificultades propias de manejar un negocio en el que las principales variables las maneja otro. En este caso, es el Gobierno el que hace de titiritero al fijar el precio de venta de los productos en los supermercados y el precio de compra de la leche cruda pagada al productor. Esto ocurre desde hace dos años y se reflejó en las pérdidas operativas de la empresa. En otro plano, también está el fenómeno mundial de concentración de las industrias lácteas, que buscan mejorar su competitividad a partir de una mayor escala. Este camino de crecimiento era difícil de recorrer para una empresa como Mastellone, a la que no se le hacía fácil encontrar el fondeo con tasas de interés adecuadas para reestructurarse.
La decisión de los hermanos Mastellone de vender una empresa que maneja el 70% de la leche fluida que se consume en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires mueve al más alto nivel tanto el tablero empresarial como el político.
Se especula con que el Gobierno impediría cualquier arreglo con una empresa multinacional. ¿Qué ocurriría si la multinacional en cuestión pretendiera manejarse con mayores grados de independencia del Gobierno, al estilo de Shell, por ejemplo? Danone, en los papeles el comprador natural, pondría sólo una parte del capital. Por este motivo, la venta se podrá concretar sólo en la medida en que participe un grupo argentino. Varios ya levantaron la mano.


