El doctor Lino Barañao reconoció en "El Campo, la Industria Verde", que el autor de esos trabajos (que fueron difundidos por algunos medios) es investigador del Conicet y docente de la cátedra de Embriología de la Facultad de Medicina de la UBA. "Pero el cuerpo directivo del Conicet no lo avala", enfatizó.

Se trata de un hecho trascendente, porque en las últimas semanas se había asistido a una verdadera escalada en la cruzada anti-soja que fogoneó el Gobierno nacional desde el intento de las retenciones móviles. Empezó con el yuyito y terminó con la prohibición de sembrar soja transgénica en los campos de las fuerzas armadas, una decisión del ministerio de Defensa, donde revista actualmente Andrés Carrasco, autor del ignoto estudio sobre el herbicida.

Lo relevante no se resume al hecho en sí de la falta de aval de un organismo prestigioso como el Conicet, sino a que el ministro Barañao no retaceó su opinión respecto al estudio. Dijo que según lo que se sabe, lo que se hizo fue inyectar embriones o sumergirlos en una solución de glifosato, lo que no se condice con el uso para el que fue aprobado el herbicida.

Agregó que en las presuntas condiciones del ensayo, "cualquier producto puede generar consecuencias indeseables", y que es imposible que en la práctica de la aplicación de este producto, se reproduzcan las condiciones del ensayo.

Recordemos que el glifosato es un herbicida que se asperja sobre los cultivos, y no sobre las personas. Señaló que todos los agroquímicos, al igual que otros productos que se usan en cualquier industria, deben ser aplicados según las normas establecidas por los marbetes. Estos recogen las indicaciones de los fabricantes y de los entes reguladores. Respecto a estos últimos, reivindicó su trayectoria de seriedad, y el criterio científico de los funcionarios intervinientes.

En este sentido, fue especialmente enfático en la cuestión de la biotecnología, también puesta en juego por los "sojifóbicos".

Cuando se le preguntó sobre la autorización de la semilla de soja transgénica resistente a glifosato, recordó que él mismo formó parte de la Conabia (Comisión Nacional Asesora en Biotecnología Argentina). Y que la aprobación surgió luego de una minuciosa investigación científica.

Según Rodolfo Rossi, titular de ACSoja, llevó dos años: el expediente se presentó el 28 de marzo de 1994, y se aprobó el 26 de marzo de 1996.

Barañao es también un reconocido investigador del Conicet, y docente de la UBA. Tuvo una participación muy importante en un desarrollo científico de enorme trascendencia: el "tambo farmacéutico".

Agregándole genes humanos a vacas lecheras, se logró que éstas expresaran la hormona de crecimiento humano. Obtenida la vaca transgénica, se la clonó, para perpetuar la obtención sin alteraciones.

Hoy el tambo farmacéutico es un orgullo de la ciencia local. Gracias a este desarrollo, se podrá producir hormona de crecimiento a mucho menor costo y con mayor bioseguridad respecto a la usual, que es de origen cadavérico.

Consultado acerca de si la autorización de cultivos transgénicos, empezando por la soja -que lleva 13 años en el mercado y tuvo una enorme difusión- había generado alguna consecuencia, dijo que jamás se reportó un caso, en todo el mundo, de algún problema sanitario.

"Mientras tanto, los alimentos orgánicos produjeron centenares de muertos, por contaminación con microbios o toxinas naturales", indicó.

Y agregó que "no por eso vamos a prohibir los alimentos orgánicos: lo que hay que hacer es producirlos bien y tomar todos los recaudos". Al igual que con los convencionales.

Barañao enfatizó que hay que mejorar las condiciones de uso de los agroquímicos. No sólo en la aplicación, sino también en algunas cuestiones colaterales: "hay quien usa los envases vacíos para guardar alimentos". Deben ser bien lavados y destruidos, cosa que no siempre se hace.

Dos opiniones más de Barañao. Sobre la mentada sojización, dijo que es consecuencia de que el paquete soja/glifosato es "demasiado favorable". En consecuencia, lo que hay que hacer es generar condiciones acordes en los demás cultivos.

La otra: no está de acuerdo con los biocombustibles. En algo teníamos que discrepar.

Sí, Barañao es un ministro K. Es la opinión oficial. Punto. Y a otra cosa