Es tan aventurado especular sobre las elecciones 2009 que resulta sorprendente que algunos encuestadores de tendencias de opinión pública se hayan prestado a semejante travesía intelectual.
Al único que le importa insistir en la agenda electoral es a Néstor Kirchner, porque carece de agenda de gestión (el protagonista del poder no tiene responsabilidad gubernativa alguna), y porque supone que agitando las urnas superará los previsibles escollos del difícil año económico por delante.
Precisamente, la coyuntura económica será el Gran Elector, y no es precisamente benigna para los Kirchner. Luego, la limpieza ideológica que lleva adelante Néstor Kirchner dentro del Gobierno Nacional y del Frente para la Victoria, atenta contra la heterogeneidad de su propuesta. Son 2 elementos no racionales, por dar un ejemplo, que levantan un límite a cualquier análisis en el 1er. domingo de enero de 2009.
Sin embargo, Kirchner insiste con tanta pasión como sus preparativos para imponer su objetivo electoral. Todo indica que Ricardo Echegaray como nuevo titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos tendrá un rol fundamental en la imposición disciplinaria de quienes discrepen con Néstor Kirchner, a quien evidentemente hace tiempo que no le alcanza con Guillermo Moreno ni el team de Héctor Icazuriaga/Francisco Larcher (aunque este capítulo de la historia es más complejo y, de lo contrario, no podría explicarse porqué aceptó que funcionara otro equipo de inteligencia en el área de la Policía Aeronáutica, hasta que todo se desmadró).
Por supuesto que desde 2003 que Néstor Kirchner demuestra que es más eficiente que los líderes opositores, en general. Pero también es cierto que Kirchner comete numerosos errores, produce conflictos que luego no consigue sostener y, básicamente, es lo suficientemente necio como para confrontar con la realidad en vez de interpretarla y actuar en consecuencia.
De todos modos, es interesante comprender cómo organiza su plan el ex Presidente, y aqui van algunos fragmentos que ayudan a esa tarea:
Raúl Kollman en el diario kirchnerista Página/12
"(...) -¿Cuál es el pronóstico para la elección de 2009? ¿Quedará un sabor a victoria en el oficialismo o en la oposición?
Zuleta: –Tanto el Gobierno como la oposición avanzan en sus respectivos espacios políticos. El Gobierno logrará una victoria nacional, a pesar de los retrocesos que experimentará en los mayores distritos electorales. Capital Federal, Santa Fe, Córdoba y Mendoza serán distritos favorables al voto opositor y Buenos Aires es una incógnita. Si Kirchner logra unir al peronismo, su victoria es segura. De otro modo, puede haber dificultades serias. Es posible que, como en Venezuela el mes pasado, tanto el oficialismo como la oposición terminen proclamando su victoria, a pesar de sus respectivos retrocesos. El futuro es el de un país cada vez más plural y abierto, donde la polarización electoral poco tendrá ya que ver con un sistema de bipartidismo. Se consolida de modo gradual un sistema de fuertes heterogeneidades, cada vez más pluralista y dinámico.
Berenstein: –Depende (...) de cómo le vaya en la economía, su nivel de confrontación con los agentes económicos y la tolerancia de la sociedad frente a la corrupción. Lo que es seguro es que el Gobierno sufrirá una merma significativa respecto de la elección del 2007, incluso también respecto de la del 2005. Carece de candidaturas atractivas en la mayor parte de los distritos claves, no sólo en la Capital y en Córdoba, sino incluso en la provincia de Buenos Aires. Es cierto que hasta ahora la oposición no logró capitalizar en términos electorales los errores del Gobierno, pero agotado el ciclo de recuperación económica y con recursos fiscales más limitados, es probable que este año sea para el oficialismo similar precisamente a lo que implicó el ‘97 para el menemismo: el comienzo del fin.
Bacman: –Las primeras fotografías anticipadas de la elección legislativa que se avecina dejan al descubierto un escenario que favorece al oficialismo. Las encuestas previas lo benefician, en particular ante la dispersión opositora que aún no posee un neto posicionamiento que implique un modelo de gobernabilidad alternativo al proyecto del oficialismo. Hasta el momento, la principal clave para el desarrollo del proceso preelectoral recae en la forma en que evolucione la crisis financiera internacional. Hasta el momento todo parece indicar que implica una neta oportunidad para el oficialismo: si el temporal se capea, la economía se convertirá nuevamente en consigna de referencia dominante; consigna que, en definitiva, favorece a las posibilidades electorales del Frente para la Victoria.
Mora y Araujo: –Va a ser un resultado ambiguo y dependerá de qué medio lo evalúe. El oficialismo tendrá más votos que los demás, es decir que será la primera minoría. Pero en los hechos va a tener menos que en la elección legislativa de 2005. La única sorpresa mala para el Gobierno sería que se produzca una coalición amplia de la oposición en la provincia de Buenos Aires. Por ahora no la veo. Si no se arma esa coalición, reitero, la primera minoría será el Gobierno.
Römer: –El 2009 depende más de la oposición que del oficialismo. La oposición tiene posibilidades de ganar las legislativas si logra acuerdos partidarios que le permitan llegar a superar alrededor del 30% de los votos que el oficialismo tiene casi asegurados. (...)"
Diego Schurman en el diario Crítica de la Argentina periodista de muy buena relación personal con Alberto Fernández, decidido a llevar adelante su proyecto de reinserción política liderando el kirchnerismo sin Kirchner):
"(...) -Recuperamos la AFIP –se escuchó repiquetear del otro lado del auricular.
La voz de Rudy Ulloa Igor transmitía una extraña mezcla de sosiego y ambición. El eterno ladero de Néstor Kirchner no hacía otra cosa que festejar la llegada de Ricardo Echegaray a un organismo clave del Gobierno.
Rústico en modos y pensamiento, Rudy es la expresión más radicalizada del universo pingüino. Pero ostenta un valor agregado: reproduce como nadie las añoranzas de el Ruso, un apodo que el ex Presidente supo acuñar en su fuero íntimo.
–Yo les dije que íbamos a recuperar la AFIP y la recuperamos –se vanaglorió esta semana, celular en mano, con un latiguillo que se hizo carne en la Quinta de Olivos.
La alegría fue por Echegaray, con currículum gurka en Río Gallegos. Pero sobre todo por la eyección de Claudio Moroni, un delfín de Alberto Fernández, aquel eterno enemigo de los pingüinos.
El ex jefe de Gabinete había sido el padrino de Alberto Abad y Carlos Fernández, los dos antecesores en el cargo. Por eso el afán de Rudy en equiparar los cambios con una conquista territorial y la certeza del dirigente porteño de que la medida no fue otra cosa que una vendetta.
–Dijo que no es contra vos, que entiendas –intentó tranquilizar al ex funcionario un presto emisario de Kirchner.
Fernández le creyó a medias.
–Además Zannini le ofreció a Moroni que pase a la Secretaría de Seguridad Social –siguió el visitante con su tratamiento de ablande.
Alberto lo consideró un mero atenuante. Y le ordenó al ex titular de la AFIP que se negara a aceptar la propuesta del secretario de Legal y Técnica.
Aunque no cuestionaron su desempeño, Moroni siguió los pasos de Héctor Capaccioli y Romina Picolotti.
El ex jefe de Gabinete no oculta que su relación con Kirchner está seriamente averiada. Y que Cristina directamente no le habla.
En diciembre hubo intentos fallidos de acercamiento. El ex presidente lo invitó a los actos del Correo y de La Plata. Fernández desistió. ¿Las razones? No hubiese podido explicar esa foto después de su salida abrupta del Gobierno.
El milagro se produjo el 31, cerca de la medianoche. Máximo Kirchner lo llamó al celular y lo puso en contacto con su padre, que estaba en El Calafate. Conversaron durante media hora, con ánimo amistoso. Hubo elogios a las recientes medidas del Gobierno. Pero también evidentes desacuerdos.
Los pingüinos que se reportan al ministro de Planificación, Julio De Vido, quieren transformar el albertismo en una entelequia. Y a cuentagotas lo están logrando. Hasta Graciela Ocaña fue tomando distancia de Fernández a fuerza de una realidad ya no sólo política sino judicial.
Semanas atrás, la ministra de Salud levantó un plazo fijo $64 millones que Capaccioli había abierto en el Banco Ciudad a nombre de la Superintendencia. ¿La sospecha? Que figuraba a una tasa baja en relación a los valores del mercado y que alguien se quedaba con la diferencia.
El levantamiento fue ejecutado por Juan Rinaldi, el sucesor de Capaccioli en el cargo, luego de un perturbador llamado de Cristina. Ocaña estaba presente y ambos se juramentaron no hacer bulla hasta desentrañar cómo era la operatoria. Pero la inquina de la Rosada con Fernández logró que alguien rompiera el cerco de silencio.
¿Por qué, a pesar de la ostensible distancia que tomó del ex jefe de Gabinete, se dice que Ocaña también sería víctima de la venganza de los pingüinos? Su perfil crítico no es compatible con un gobierno que no acepta grises. Tampoco sus investigaciones sobre los métodos de recaudación de fondos de campaña, y mucho menos al inicio de un año electoral clave para el proyecto oficial.
¿Una salida elegante que piensa Kirchner? Incluir a la ministra en la lista de candidatos a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. Ese mismo destino podría ser el de Sergio Massa, a quienes los pingüinos también recelan. (...)"
Joaquín Morales Solá en el diario La Nación
"(...) ¿Qué hicieron Alberto Abad y Claudio Moroni para merecer el despido de la AFIP, de la conducción nacional de la recaudación pública, en apenas siete meses? Quizá fueron demasiado respetuosos de los límites de la ley. (...)
Es necesario conocer lo que sucedió con Abad para entrever lo que ocurrirá con Ricardo Echegaray, flamante jefe de la AFIP. Cuando Abad llegó al máximo cargo de la recaudación fiscal, las claves para acceder a una información crucial del Estado estaban en manos de la SIDE, de la Policía Federal, de la Prefectura, de la Gendarmería y de la UIF, la Unidad de Investigaciones Financieras, un organismo que depende del Ministerio de Justicia y que sirve para averiguar sobre presuntos hechos de lavado de dinero. Abad ordenó que se cambiaran las claves y que las nuevas no fueran entregadas a nadie.
El principio que prevaleció entonces fue que no se debía violar la ley que preserva el secreto fiscal, que a su vez protege a los ciudadanos que se desnudan voluntariamente ante el Estado con su declaración patrimonial. El Estado no puede, o no debería, violar la ley del secreto cuando, al mismo tiempo, les exige a los ciudadanos que cumplan con la ley y declaren su patrimonio. El único organismo que reclamó por la decisión de Abad fue la UIF, pero el ex jefe de la AFIP la despachó con un concepto claro: esa oficina debía llevar sus sospechas a un juez para que éste ordenara levantar el secreto fiscal.
Llegamos, así, a Echegaray. Ex militante de la Ucedé y del cavallismo, el nuevo jefe de la AFIP es, según la descripción de un funcionario que lo conoce, una máquina de obedecer. Es la condición que reclama Kirchner. No importa la ideología, aunque él haya hecho un altar de su presunta ideología, sino la vocación de acatar de sus funcionarios.
Ni siquiera le importa mucho la opinión de su esposa, la Presidenta, ni la del jefe de Gabinete. Sergio Massa y el ministro de Economía, Carlos Fernández, ya habían firmado el decreto de designación de Moroni para un nuevo período de cuatro años (el anterior mandato se cumplió el 10 de diciembre pasado) cuando Néstor Kirchner frenó la decisión en el aire. El poderoso secretario presidencial, Carlos Zannini (el único que accede a la intimidad del matrimonio que gobierna), le pidió la renuncia a Moroni, antes de que la Presidenta firmara el decreto que habían refrendado ya dos de sus ministros más importantes.
Una confusión indujo a suponer a algunos que la designación de Echegaray debía pasar por el acuerdo del Senado. No es así. El único funcionario económico del gobierno que requiere el acuerdo senatorial es el presidente del Banco Central. El titular de la AFIP es designado sólo por el Poder Ejecutivo, pero cuenta con estabilidad legal durante cuatro años. Estabilidad que los Kirchner no respetaron, porque Abad se fue siete meses antes de la conclusión de su mandato en diciembre pasado. Moroni estaba completando el período de Abad.
(...) Se está cumpliendo el ciclo histórico de toda estirpe gobernante. Primero se rodea de gente valiosa, y después, cuando comienza la decadencia, sólo llama a los propios y a los fieles. Por último, ya en la etapa final del ocaso, recurre simplemente a los que quedan. Guillermo Moreno es otro ejemplo, porque era un economista marginal de un peronismo residual. Ahora es el mandamás de la economía kirchnerista.
Sin embargo, la dirigencia política y económica no debería subestimar el momento construido por Kirchner. El ex presidente cuenta con los recursos suficientes como para tener la información y el control de todo lo que sucede en la política y en la economía. (...)
(...) Desde que está Kirchner, nada se sabe de la SIDE, salvo que provee constantemente de información al ex Presidente sobre la vida y la obra de todos los argentinos que le importan. La información es recogida por la SIDE o por la Policía Federal de todas las formas posibles, incluso a través de escuchas telefónicas. Kirchner es un hombre voraz que reclama detalles y sucesos, sobre formas de vida y sobre relaciones políticas y personales, de todos los dirigentes o personas que están lejos de él.
Otro canal de información se lo abrió el propio Moreno. El secretario de Comercio Interior, devenido en un arquitecto devaluado de una economía depreciada, hurga permanentemente en la vida interna de las empresas. (...)
Quedaba la AFIP, donde todos los argentinos terminan desvestidos, para completar el círculo perfecto de la información. (...)
La designación de Echegaray ha sido directamente una provocación al sistema político, que Kirchner no debió hacerla ni en sus épocas de gloria. Mucho menos debió cometerla cuando camina por el sendero inclinado que desciende ya de la cima. (...)".
Eugenio Paillet en La Nueva Provincia, de Bahía Blanca
"(...) Moroni pagó con su cabeza haber peleado nada menos que ante Kirchner un proyecto de su autoría para subir del 5% al 10% la devolución del IVA para las compras con tarjetas de crédito, que caducó a fin de año y no fue renovado. "Eso beneficia a los ricos", contaron confidentes que fue la manera destemplada con la que el santacruceño frenó la idea.
Moroni, como era obvio, utilizó el viejo argumento de las razones "estrictamente personales" para irse a su casa. Y el gobierno lo premió con un agradecimiento por los servicios prestados en el decreto de aceptación de la renuncia. Todos en paz. Pero la verdad es aquella: Moroni no estuvo dispuesto, y de hecho no aceptó, semejante destrato hacia un proyecto de su autoría, que ni siquiera pasó la etapa del debate interno.
La fuerte versión que corrió en los últimos días sobre el impulso de Kirchner, que por ahora frenaría como puede Cristina Fernández, para reemplazar a Nilda Garré en el ministerio de Defensa y designar en su reemplazo a un enemigo declarado de los militares, como es el diputado Carlos Kunkel, es otra muestra de que el ex presidente está decidido a jugar fuerte en la medida en que, desde sus propios costados, no ya desde la oposición o desde sectores independientes, se comienza a pedir alguna apertura, más diálogo y algo más de mesura a la hora de amontonar enemigos a las puertas de los despachos.
Por si faltase otra muestra, un colaborador sumiso y leal como Oscar Parrilli quedó en la cuerda floja, por impulso de los "gurkas" patagónicos. Kirchner va a responder con "más kirchnerismo puro", si se escucha a uno de sus laderos.
Y si hay que dar algún crédito a las versiones que han circulado por los despachos oficiales en las últimas horas, deberían pagar con sus cabezas por la osadía de disentir y plantear aquellos reclamos funcionarios como Graciela Ocaña, que ha firmado de puño y letra una de esas críticas internas. El jefe de Gabinete es otro de los que siempre figuran en la mira del santacruceño, que no le perdona y no le perdonará sus raptos de autonomía o sus "ideas propias". Por ahora, Sergio Massa cuenta con la cerrada defensa que, de su permanencia en el gabinete, hace Cristina Fernández. La Presidenta viene ganando esa pulseada ante los periódicos embates de su esposo. (...)".


