“Contra Franco estábamos mejor”, ironizó el escritor español Manuel Vázquez Montalbán para resumir el clima de dispersión y desencanto de las fuerzas democráticas años después de haber derrotado al franquismo. La misma ironía podría servirles a los opositores argentinos el día que el kirchnerismo pierda el poder. Néstor Kirchner resultó ser –por el absurdo– un estadista. Su gran favor a la causa republicana es lograr aglutinar y fortalecer el espectro político nacional a fuerza de provocaciones. Hace unos días revitalizó la Cobosmanía y volvió a darles entidad de cuestión de Estado a las denuncias de Elisa Carrió. Ayer hizo lo mismo con el campo.
Con las idas y vueltas de los anuncios a repetición del Gobierno, se había filtrado en la prensa que el oficialismo analizaba bajar las retenciones a la soja. La versión no fue inventada por los medios sino que fue fogoneada desde el propio Gabinete K, tal vez como un globo de ensayo. Y surtió el efecto obvio: el campo se puso alerta, con la expectativa de un cambio de la política oficial hacia la industria sojera. La movida K hubiera llegado en un momento de debilidad política del frente ruralista, con la Mesa de Enlace virtualmente disuelta, tímidamente reemplazada por otra “Mesa”: el interbloque parlamentario que promete defender los intereses del campo, pero que todavía no demostró con cuánta eficacia y coherencia podrá hacerlo. Pero no. El Gobierno dio marcha atrás con la idea de aliviar la polémica carga impositiva a la soja, mientras las otras medidas pro campo enfurecieron a los productores y le dieron una nueva excusa a la dirigencia rural para alzar la voz y llamar a la lucha en plenas fiestas de fin de año. A eso se suma la coincidencia de la largada –al comenzar el nuevo año– del rally Dakar sudamericano, que en su paso por la Argentina podría verse obstaculizado por las protestas ruralistas que ya se están planificando en diversos sectores del frente agrario. Y las vacaciones en la costa también serán un escenario proselitista donde el campo podría conseguir audiencia. Un timing perfecto.
Con la resurrección de Alfredo De Angeli, apalancada torpe o maquiavélicamente desde Olivos, Néstor Kirchner acaba de hacerle otro lamentable favor a la gestión de su esposa. Los miembros del Gabinete tuvieron que salir a aclarar por Radio 10 que Cristina sigue siendo la Presidenta y no su marido, para desmentir que Néstor haya sido el autor intelectual del veto antisojero. Tal vez no mientan y, en lugar de Kirchner, el verdugo del “yuyito” haya sido Guillermo Moreno.


