No es que resulten intrascendentes: apuntan a otras prioridades. A primera vista poco aportan para restablecer la confianza en el Gobierno, dañada seriamente en los últimos ocho meses.
Otro tanto vale para la recreación del Ministerio de la Producción. La real autonomía de Débora Giorgi es una incógnita si todas las decisiones del área económica siguen concentradas verticalmente en Néstor Kirchner, con Guillermo Moreno como principal ejecutor.
Aunque la reacción osciló entre la esperanza y la cautela (muchos aplaudieron prematuramente los anuncios y otros tantos prefieren esperar la letra chica), en sus fueros íntimos los empresarios deben haber añorado tiempos mejores, no tan lejanos, para procesar bien estas medidas. Todo cambió en menos de un año. El mundo es otro, con la crisis internacional, y también la perspectiva de la economía argentina, que pasó de crecer a tasas chinas a moverse con el freno de mano.
Algunas de estas herramientas, que tiempo atrás hubieran mejorado el escenario económico, han sufrido un desgaste que pueden tornarlas eficaces sólo para algunos sectores, empresas o empresarios, pero no para impulsar el conjunto de la actividad económica. Unas llegan tarde; otras quedan descolocadas.
El blanqueo para repatriar capitales argentinos es uno de estos casos. Había sido pensado a fines de 2007 para provocar un shock de expectativas cuando Cristina Kirchner asumiera el poder. Tras varias idas y venidas, ahora difícilmente genere un ingreso de divisas comparable con la fuga de capitales que sufrió la Argentina en los últimos 5 trimestres, que supera los 25.000 millones de dólares.
Pocos se arriesgan a declarar capitales e invertirlos en un país donde las reglas se cambian a cada rato, acaban de confiscarse los ahorros de millones de futuros jubilados, el Estado falsea cláusulas de ajuste de sus propios títulos y hasta se sienten inseguros quienes tienen cajas de seguridad. Unicamente podrían hacerlo quienes tienen proyectos en marcha y se ven afectados por la falta de crédito, tentados por el bajo costo del blanqueo.
Aquí se podría dar otro golpe de efecto con la repatriación de los fondos de
la provincia de Santa Cruz. ¿Ocurrirá esta vez? Por lo pronto, nadie puede
asegurar que el blanqueo pueda contrarrestar la desazón de quienes mantuvieron
sus impuestos en regla durante los años de bonanza, en los cuales la presión
tributaria no dejó de crecer.
Desfase
Con el abaratamiento de las contribuciones patronales para favorecer la creación de nuevos puestos de trabajo se produce un desfase similar. Ahora dejó de aumentar la generación de nuevos empleos y la prioridad pasó a ser el mantenimiento de los existentes.
Los especialistas coinciden en que el sacrificio fiscal debería apuntar en esta dirección, para evitar mayores erogaciones en el seguro de desempleo si la economía continúa frenándose por efectos de la crisis global.
Un problema adicional se mantiene en el segmento de las pequeñas empresas con menos de 10 empleados, donde se concentra el 75% del trabajo en negro. Aquí, el blanqueo del stock de deudas de seguridad social de las pymes choca contra el alto costo de los aportes jubilatorios y de obras sociales, que representan aproximadamente 30% del salario en blanco.
No sería conveniente, en este contexto, que las provincias gastaran a cuenta la coparticipación que se les ofrece de los ingresos que aportará este régimen de regularización.
Si la consigna oficial -como afirmó ayer Cristina Kirchner- es exportar, producir y consumir, probablemente no sean éstas las únicas medidas que se conozcan en las próximas semanas.
Con los recursos extras que recibirá la Anses, el Gobierno apuntará con políticas activas hacia varias direcciones simultáneamente.
La duda, que también alimenta la desconfianza, es si detrás hay un plan articulado para enfrentar la crisis o si sólo se trata de desempolvar viejas recetas para mantener la iniciativa y salir del paso.


