Esta semana, los precios de la soja en Chicago tocaron niveles inferiores a los de un año atrás. Y ayer viernes volvieron a registrar una nueva baja.

Es cierto que los valores internacionales se mantienen aún por encima de los promedios de los años previos, pero también es real que la suba en los costos de producción se disparó, sobre todo, desde el 2007 para acá.

Así las cosas, las ecuaciones de los productores agrícolas argentinos difícilmente cierren, sobre todo para aquellos que alquilan campo (la mayor parte de la agricultura nacional se hace sobre campos arrendados). La esperanza de los que siembran por estos días es que, de aquí a la cosecha, cambien una o más de las variables que inciden fuertemente en los resultados, como los precios y las retenciones. Pero, hoy por hoy, los números están muy complicados.

En este contexto, la estatización de las AFJP ocupó todos los espacios informativos y los reclamos del agro pasaron a un segundo plano, aunque una cosa tenga estrecha vinculación con la otra.

La pregunta es, en este escenario de cierre de fuentes de financiamiento para hacer frente a los compromisos del Estado, si el Gobierno aceptará reducir las alícuotas de las retenciones, lo que daría un importante impulso a la producción, o si priorizará recaudar con las alícuotas actuales en una campaña cuya siembra ya está casi jugada. Aunque, es cierto, si hubieran cambios ahora le darían algo de aire a implantaciones tardías de maíz, y un poco más a la soja.

El negocio agrícola tendrá que encontrar un nuevo equilibrio, que debe venir por una suba en los precios, por una baja en los costos o por un "mix" de ambos.

Por ahora, lo primero no sucede, mientras que lo segundo se está registrando con matices. Los alquileres, está claro, ya no se piensan en las formas y niveles de antes: los altos valores fijos, en dólares y/o quintales, comienzan a dar paso a los negocios a porcentaje. Y, por el lado de los insumos, ya se están viendo algunas tibias bajas. Pero, está claro, todo suma.