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En los primeros días del mes próximo, el campo volverá a las protestas. La tregua implícita que el sector le dio al nuevo secretario de Agricultura, Carlos Cheppi, y que ya lleva más de dos meses, se agotó sin que el funcionario pudiera traducir en medidas concretas las ambiciosas metas productivas del programa con el que llegó al cargo.

Cheppi quedó en medio de la pelea entre los productores, que exigen mayor flexibilidad para exportar sus productos y el final del control de precios, y la administración Kirchner, que no quiere ceder nada.

Este fin de semana, Cheppi espera poder hablar con la presidenta Cristina Kirchner para ponerla al tanto de la situación y es probable que le sugiera su voluntad de renunciar si su margen de acción sigue acotado por la injerencia del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y del presidente de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), Ricardo Echegaray.

Pasado mañana, la Comisión de Enlace de entidades agropecuarias se reunirá para definir la metodología del nuevo reclamo.

Será un plan de lucha gradual que incluirá, entre otras manifestaciones, asambleas a la vera de las rutas y un cese de comercialización de granos. Es decir, un nuevo paro.

En las zonas rurales, el enojo de los productores es grande y la Comisión de Enlace lo sabe.

Antes de que la actual sequía se volviera angustiante, el campo ya reflejaba una crisis que, en los últimos meses, tendió a agravarse. Sólo en Buenos Aires, el stock ganadero perdió un millón de cabezas en apenas doce meses; el cierre de tambos y de pequeñas industrias lácteas se aceleró, y la suba de los costos de los insumos -sobre todo los fertilizantes- y la caída de los precios internacionales constituyen una pinza para la agricultura.

Los granos y sus subproductos siguen pagando el mismo nivel de retenciones que a principio de este año, pero con precios significativamente menores. Y los productores ni siquiera pudieron cubrirse de la volatilidad de las commodities : desde hace seis meses, los mercados de futuros no funcionan o lo hacen al 25% del volumen habitual.

Lo que más preocupa a los ruralistas es cómo traducirle esta situación a la sociedad urbana, que dio por superado el problema rural con el voto negativo del vicepresidente Julio Cobos al proyecto de retenciones móviles.

De allí que, los pocos moderados que quedan entre los dirigentes, sugieren retomar las protestas, pero de a poco, y ponen como primer objetivo el de concientizar a los habitantes de los grandes centros urbanos. "Hay un margen para que nos peguen por insaciables, por eso hay que hacer una campaña de difusión muy clara", dijo a LA NACION el presidente de CRA, Mario Llambías.

La reunión del campo de pasado mañana será el debut de una Comisión de Enlace nueva y mucho más confrontativa. Eduardo Buzzi fue ratificado anteayer al frente de la siempre combativa Federación Agraria; en la presidencia de la Sociedad Rural, desembarcó el jueves pasado un duro sin pelos en la lengua, Hugo Luis Biolcati. Y en noviembre, Carlos Garetto, un referente de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), reemplazará en Coninagro a Fernando Gioino, ex directivo de SanCor, una empresa que evitó la quiebra gracias a un préstamo del gobierno venezolano gestionado por la administración de Néstor Kirchner.

"Todo el mundo está muy caliente y estamos tratando de encontrar la acción que sea más positiva", afirmó Llambías. "Nuestras bases fueron claras, nos piden que montemos escenarios para mostrar a la opinión pública que persiste la disconformidad del sector agropecuario", dijo Buzzi.

Así, sólo una gran originalidad de Cheppi podría cambiar el escenario. Pero hasta el mismo funcionario, que no respondió a las numerosas consultas que le hizo LA NACION, duda de su capacidad para sorprender a un sector agropecuario siempre desconfiado.