En reiteradas ocasiones, la Comisión de Enlace del sector agropecuario insistió en la necesidad de adoptar medidas sobre la producción láctea, cárnica, cerealera y regional. Desde entonces, sin embargo, se ha transitado por derroteros opuestos y el Gobierno insiste en considerar al campo como un enemigo.
Los tamberos siguen envueltos en una maraña de intervenciones que han deteriorado su negocio. A la vigencia de precios máximos para el abastecimiento interno se sumó el establecimiento de precios máximos de exportación, llamados "precios de corte", de 3116 dólares por tonelada de leche en polvo y sus equivalentes en los demás productos, en tanto que los valores internacionales fluctúan en torno de los 4200 dólares. La diferencia integra un fondo destinado a compensar parcialmente a tamberos mediante un sistema complejo, burocrático y de dudoso destino final. Como si fuera poco, se dio intervención a la Oficina nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) para autorizar las exportaciones de los diversos productos, cuyo resultado ha sido su disminución, acentuada ahora con la limitación de las ventas de quesos. La consecuencia fue el retroceso del país desde el segundo lugar como exportador de leche en polvo al sexto lugar, con la disminución constante del número de tambos.
Los productores de carne vacuna viven también su vía crucis. Han soportado "acuerdos de precios" controlados bajo amenazas varias; prohibición de exportar; licencias de exportación; cuotificación de sus ventas externas y, más recientemente, un azaroso sistema llamado de "encajes productivos", que de- sarticula la actividad industrial. Asimismo, sufren el maltrato de la sacrosanta cuota Hilton, cuya administración de certificados dio lugar a la subejecución de la cuota en el período vencido en junio pasado, proceso que no parece haber dejado enseñanza alguna, a la luz de la demora en la asignación correspondiente al período siguiente, iniciado en julio. Así las cosas, la faena de vientres alcanza a un elevado 50 por ciento, con perspectivas de desabastecimiento, que se resuelve reduciendo las exportaciones, cuyo nivel actual resulta inferior al de nuestros vecinos orientales, cuya dimensión territorial apenas excede la de nuestra provincia de Córdoba.
El trigo ha sido otro objetivo de los designios oficiales, por medio de la prohibición de exportar, interrumpida de tanto en tanto por homeopáticas aperturas destinadas a procurar calmar, con escaso éxito, las quejas brasileñas, que finalmente dieron lugar a sus importaciones extra-Mercosur, eximidas al efecto de las preferencias arancelarias que en condiciones normales favorecen nuestras colocaciones. Se perdió así esa ventaja y se pone en riesgo su futura vigencia. A todo esto, por efecto combinado del desaliento productivo y de la sequía prevaleciente, los trigales ya sembrados pronostican una producción entre 15 y 20 por ciento inferior a la del año pasado.
Lo hasta aquí expuesto, repetible en otros espacios de la producción agroindustrial, no parece haber sensibilizado al Gobierno como para promover un cambio que permita revertir errores cometidos durante cinco años.Entretanto, los precios externos del sector agrícola registran bajas sensibles y sus costos siguen subiendo.Ello despierta nuevas protestas que reeditan lo ya vivido meses atrás. Desde muy diversos ámbitos, tanto del país como del exterior, se expresan temores por el riesgoso rumbo que va tomando el acontecer nacional. Desvanecer tales presunciones requiere un camino de serio diálogo y de reflexión que permita calmar los ánimos para poder tomar las decisiones requeridas.


