Pero, sobre todo, a alguien que representa el corazón del actual esquema de poder. Con la llegada de Massa a la Casa Rosada el Gobierno se parecerá más a sí mismo.

El nuevo jefe de Gabinete es una planta dilecta del almácigo de Olivos. Más que Juan Manuel Urtubey, más que Jorge Capitanich, más que Florencio Randazzo. Por eso recibió el premio. Aunque es imposible saber si él, que se sueña gobernador bonaerense y presidente de la Nación, no habrá entendido la designación como un castigo.

Durante el fin de semana, algunos amigos lo notaron preocupado por la radicalización del Gobierno. Los Kirchner lo habían sondeado para el cargo hace meses. Los Galmarini, parientes políticos de Massa, le aconsejaron no aceptar: discutieron la propuesta durante 60 días. Massa pertenece al elenco estable de los fines de semana de Olivos, donde además de jugar al fútbol accedió a lecciones semanales sobre los criterios con que los Kirchner administran el poder.

Más allá de su lazo con el matrimonio, el nuevo funcionario tiene una relación amigable con Julio De Vido y urdió una red de vinculaciones con los principales actores del capítulo empresarial del kirchnerismo.

El ministro de Planificación vivió ayer su día más feliz en el Gobierno. La partida de su adversario Fernández se debió a mil causas. Pero una determinante fue la festiva estatización de Aerolíneas Argentinas, protagonizada por De Vido y Ricardo Jaime.

Con la designación de Massa, los Kirchner pretenden también dar por terminada la guerra que protagonizaron Fernández y De Vido. El lujo de fomentar la rivalidad entre alas de un mismo equipo puede ser divertido en tiempos de bonanza. Frente a la adversidad, los líderes suelen abroquelar a sus seguidores. Lo hicieron Alfonsín, Menem, De la Rúa. Cualquier voz diferente puede ser la voz del enemigo. Alberto Fernández había comenzado a representar, en los últimos tiempos, ese problema. Por eso, según trascendió entre quienes estuvieron con él anteayer, en Olivos no le atendieron el teléfono durante 48 horas.

Las hostilidades contra Julio Cobos fueron la primera manifestación de este repliegue. Habrá más: todo el oficialismo quiere saber si el vicepresidente asistirá, el 2 de agosto, a la inauguración de la exposición rural. Miguel Pichetto tiene un discurso de repudio preparado para cuando el mendocino se ponga al frente de la próxima sesión del Senado. Pichetto recibió instrucciones de la Presidenta para discriminar a los disidentes recuperables (Marín, Corregido, Reutemann, Latorre) de los no recuperables (Urquía, Romero, Escudero y Quintela). Habrá que ver si esta vez las cuentas están bien hechas.

Massa se incorpora al Gobierno en este clima de venganza. Deberá poner en juego todas sus habilidades si no quiere verse arrastrado por la velocidad de la crisis. Su foja de servicios es la de un joven pragmático: pasó de militar en la Ucedé -igual que el titular de la Oncca, Ricardo Echegaray a plegarse al menemismo de Luis Barrionuevo. Después fue soldado de Ramón Ortega y Evangelina Salazar, gracias a quien obtuvo una diputación provincial. El duhaldismo lo contó entre sus talibanes hasta que llegó la hora de las definiciones: Cristina o "Chiche". La opción lo encontró en los Estados Unidos, asistiendo a un congreso sobre previsión social: obligaciones de quien estaba al frente de la Anses. De allá volvió kirchnerista.

Esta ductilidad alimentó la agenda de Massa. Tiene compinches como Aníbal Fernández y Graciela Ocaña. Puede desayunar con Eduardo Duhalde, almorzar con el radical K Daniel Katz, tomar la leche con coetáneos del macrismo -Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli- y trasnochar en un asado con Oscar Lescano o Armando Cavalieri. Hasta ayer Daniel Scioli tenía a Massa como su principal aliado en el conurbano. La transferencia a la Casa Rosada lo dejó algo perplejo: una de las misiones del nuevo jefe de Gabinete será determinar por qué Scioli, irreconocible, pidió una autocrítica a los Kirchner. A instancias de su hermano José, el gobernador estudia hacer demostraciones de independencia para la próxima semana.

Hay otro Massa. El deportivo, patrón en el club Tigre. Allí acaba de transferir a River a su cuñado Martín Galmarini, un pase que interesó a la militancia del PJ de San Isidro, que conduce el otro Galmarini, Sebastián. La misma pasión lo acercó a Julio Grondona, a quien halagó desde la Anses con la jubilación para los jugadores de fútbol.

Con la misma vocación por el diálogo, Massa tendió un puente entre Olivos y los medios de comunicación cuando Kirchner se mostraba más belicoso, en discretas reuniones preparadas por un consultor de imagen.

Para un gobierno en proceso de aislamiento, este ecumenismo de Massa puede ser un factor de regeneración. Salvo que suba la fiebre conspirativa y se lo vea, a la larga, como otra señal de un complot en marcha.

Las próximas horas son decisivas para confrontar estas hipótesis con los hechos. Se sabrá, por ejemplo, si el nuevo jefe de Gabinete tuvo la astucia -o el temple- suficiente como para condicionar su aceptación con algunos cambios, aunque más no sea simbólicos. Lograr que le concedan, por ejemplo, la salida de Guillermo Moreno, ícono oficial de la prepotencia política y el intervencionismo económico del kirchnerismo. En el círculo de Massa sueñan con un reemplazante si se produce el milagro: el titular de la Anses, Amado Boudou, también sobreviviente de la Ucedé. Otras precisiones demandarán más tiempo: si por influjo del nuevo jefe de Gabinete se normaliza el Indec, se sinceran las estadísticas -las de inflación y, ahora, también las del crecimiento-, se mejora la relación con el mercado de crédito, se contiene el gasto público, se retraen los subsidios o se modera la presión salarial.

Sólo cuando Massa se pronuncie sobre esta agenda se sabrá si su llegada representa un cambio o si sólo fue un homenaje a Tomasi Di Lampedusa, autor de Il Gatopardo , un 23 de julio, a 51 años de su muerte.