Aquel día se produjo el renacimiento del Senado y la gente volvió a creer que es posible vivir en democracia. Toda la sociedad sintió un fuerte alivio cuando el Senado, gracias al voto de varios legisladores y, especialmente, al del vicepresidente Julio Cobos, supo decirle no al proyecto oficial de retenciones y a un estilo hegemónico de gestión.
Pero ello no puede ser más que un comienzo. Hasta ahora, de los tres poderes estatales, el que más pasos realizó en forma sostenida fue la Corte, tribunal constitucional que, con varios fallos y actitudes, puso algunos límites al Gobierno y recuperó la confianza de la gente. Pero salvando la actuación de la Cámara Nacional Electoral y de algunos jueces del fuero contencioso administrativo, amplios sectores del resto de la Justicia todavía no se pusieron a la altura de las circunstancias.
En cambio, fueron la hipertrofia del Poder Ejecutivo y la falta de autoridad del Congreso -que perdió con las listas sábana, actos de corrupción y obsecuencia al cacique peronista de turno- las que, no hace muchos meses atrás, llevaron al Poder Legislativo, por ejemplo, a votar leyes tan cuestionables como las de superpoderes y del Consejo de la Magistratura.
La Argentina asistió a un alumbramiento. Pero ni el sistema argentino es una democracia plena ni ninguno de los tres poderes funcionan adecuadamente.
Así, por ejemplo, en la Justicia, una jueza había votado a favor de las retenciones porque juega un ascenso en un concurso ante el Consejo de la Magistratura. A su vez, este organismo trata de maniatar a los jueces. Y, por ahora, el Poder Ejecutivo no sólo echó a varios hombres de Cobos, sino que no dio señales concretas de haber comprendido que el pueblo le reclama un cambio de estilo.
El Gobierno intentará congraciarse con la gente con medidas sobre inflación, salario y jubilaciones. Pero la inflación es un producto del modelo económico que no se quiere cambiar; los salarios se deterioran por efecto de esa inflación y las jubilaciones deben ser móviles no porque ahora lo diga el Gobierno, sino porque lo ordenó, hace dos años, la Corte y, hace 50, lo estableció la Constitución.
El Congreso debería aprovechar esta primavera política que le dio el Senado mostrando madurez para encarar una fuerte reforma que corrija las distorsiones más profundas de la Argentina: una reforma política y electoral, para corregir el hiperpresidencialismo y el deficiente sistema de partidos, y una reforma de la coparticipaciòn, para mejorar la distribución de los recursos entre la Nación y las provincias.


