La configuración que adquirió ayer el gremialismo es hija del mismo movimiento que está fracturando, a propósito del impuestazo agropecuario, los bloques parlamentarios del Gobierno. Igual que ya lo hizo en la escena legislativa, ahora la dispersión del peronismo se proyecta sobre la estructura sindical.
Los diputados y senadores que convalidan la resolución 125 no lo hacen por simpatía con la confiscación rural. Su consenso deriva de la persuasión de Néstor Kirchner, para quien el arte de seducir no tiene secretos.
Una dinámica similar determinó la reelección de Hugo Moyano. Tal vez sea un abuso matemático decir que respaldar a Moyano es al gremialismo lo que aprobar las retenciones es al Congreso. Pero ¿qué razones tuvo para sostenerlo la Uocra, de Gerardo Martínez, cuyos militantes se cruzan a golpes con los camioneros cada vez que se reúnen? ¿Con qué excusa lo hicieron los empleados de Comercio, de Armando Cavalieri, diezmados por la captura de afiliados a la que los sometió Moyano en el último lustro? ¿Qué virtudes descubrieron Oscar Lescano, de Luz y Fuerza, o Andrés Rodríguez, de UPCN, en quien hasta hace 48 horas deploraban? José Luis Lingieri fue desplazado de la cúpula: ¿gracias a qué ejercicio espiritual perdonó el agravio?
Las respuestas están en el despacho de Julio De Vido, jefe de campaña del titular de la CGT. La mayoría que renovó la jefatura del camionero se explica gracias a los planes de vivienda que manejan los albañiles; los negocios petroleros y eléctricos que se discuten en una flamante federación energética; la generosidad con que la tesorería de UPCN fue incluida en la paritaria de los empleados públicos; o el control que ejerce el gremio de Obras Sanitarias sobre la estatizada Aguas Argentinas. El pródigo De Vido masajeó a los sindicalistas más reacios al camionero y les hizo descubrir la conveniencia de reelegirlo.
Para Kirchner sigue siendo crucial la alianza con Hugo Moyano, como demostró con las innumerables canonjías que le entregó desde 2003. Cuentan que cuando el santacruceño se enteró, por la retirada de Carlos Menem, de que sería presidente, reunido con amigos en la casa de su provincia, confesó: "Hay dos personas a las que les tengo miedo en este país. Uno es Moyano" (mencionó a la otra, pero no viene al caso).
Los Kirchner lo consideran el representante del transporte, cuya tranquilidad equivale, en la visión sinóptica de Olivos, a la paz social. Por eso es esencial para ellos que el jefe de la CGT advierta hasta qué punto debe su cargo a las gestiones oficiales. Sobre todo cuando la inflación llegó a límites preocupantes.
No hay que menospreciar los efectos de la fractura de la central obrera sobre la economía. Comenzaron a advertirse ayer. Mientras cerca de Moyano esperan el anuncio de un nuevo salario mínimo de 1200 pesos, Luis Barrionuevo subió la apuesta a 1500. Con igual espíritu deportivo, "Luisito" se ufanaba de haber conseguido un aumento de 30% para sus afiliados, cuando el camionero se mantuvo en 19%.
Pero Barrionuevo también reproduce en su juego los criterios que dominan los alineamientos del Congreso. Es más: protagoniza las dos asonadas. La disidencia técnica de Felipe Solá se sostuvo en el armado político que llevó adelante el gastronómico, que ofició como negociador con el ruralista Alfredo De Angeli.
Como en la legislación sobre retenciones, la secesión gremial de ayer se debe más a razones partidarias que sectoriales. Barrionuevo expresa, en el terreno sindical, a un sector del PJ para el cual la vitalidad oficialista está agotada. Aspira a sentarse, como representante del movimiento obrero, a una mesa integrada por Eduardo Duhalde, los Rodríguez Saá, Carlos Reutemann, José Manuel de la Sota, Juan Carlos Romero, Jorge Busti o Ramón Puerta. Quiere, en definitiva, disfrutar del poder con que fantasean los peronistas que, tras la caída de la popularidad del Gobierno, declararon inaugurado el poskirchnerismo.


