Lejos de lo que indican las estadísticas oficiales, la inflación subió otro escalón este año hasta ubicarse, en junio, en el 24% anual, un nivel que pocos esperan que se reduzca en el mediano plazo, salvo que la Casa Rosada imprima algún giro en su política económica.
El dato surge de un relevamiento que realizó LA NACION entre 40 economistas de consultoras, universidades, fundaciones, centros de estudio, bancos, sociedades de bolsa y bancos de inversión de Wall Street para saber cuál es la inflación real. Un sondeo anterior, realizado en diciembre último, recopiló estimaciones de veintidós analistas y arrojó una inflación real de entre el 17 y el 18% anual.
Esta vez hubo 28 respuestas. LA NACION accedió, además, al resultado de un sondeo similar que realiza la publicación Latin American Consensus Forecast entre economistas locales y del exterior. En ambos casos participaron analistas incluidos en el relevamiento de expectativas de mercado (REM) del Banco Central.
Cinco economistas, un centro de estudios, una sociedad de bolsa y cuatro bancos privados consultados ?dos nacionales y dos extranjeros? se abstuvieron de responder. Un economista de una de esas entidades agradeció la convocatoria, y brindó, al menos, una explicación: ?Opinar sobre inflación desde un banco ha sido visto y señalado por el Gobierno como una maniobra del sector financiero cuyo objetivo sería maximizar el valor de los títulos públicos que ajustan por la inflación. Por eso, preferimos mantenernos en silencio?. Otros dos economistas, uno de ellos radicado en Estados Unidos, dieron sus proyecciones, pero con la condición de que no se mencionara su nombre.
El resultado del sondeo revela dos fenómenos. Primero, la inflación, que ya se había acelerado en el segundo semestre del año anterior, se aceleró aún más entre enero y junio de este año. Segundo, la brecha con la inflación oficial se amplió.
La mediana del sondeo, es decir, el valor que quedó en medio de todas las respuestas recolectadas, fue del 24%. O, con mayor detalle, fue del 23,6% para el ?piso? de inflación que marcaron las respuestas ?muchos economistas ofrecieron un rango y no un número llano?, y del 24,2% para el ?techo?. El promedio se movió en un rango muy similar, de entre el 24 y el 24,5%. Según la última encuesta de Latin American Consensus Forecast , la inflación real anual de la Argentina ya está en el 23,2 por ciento.
Los economistas coinciden en que la inflación "dio un salto" en marzo, a partir del conflicto entre el campo y el Gobierno. Ahora, agregan, comienza a estabilizarse, pero en un nivel superior al del año pasado. Algunos se preocuparon por aclarar que la aceleración ya había comenzado el año pasado, en parte por el alza en el precio de las commodities , que también se intensificó este año, por lo que se elevó la inflación en los alimentos en todo el planeta.
Los pronósticos anticipan una inflación en torno al 25% hacia fines de este año. Todo dependerá, claro está, de lo que ocurra en los próximos meses, coinciden los analistas (ver aparte).
¿Qué dicen las estadísticas oficiales? Allí hay dos realidades. Los indicadores provinciales hablan de una inflación anual cercana o superior al 30%, una cifra superior a las estimaciones privadas, que, no obstante, está en línea con el resultado de las últimas paritarias que fueron convalidadas por el Ministerio de Trabajo.
El único índice oficial que avala la Casa Rosada habla de otra cosa.
Bajo el mando de Ana María Edwin, una funcionaria que responde al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno -un "soldado de Kirchner", tal como le gusta llamarse a sí mismo al guardián de los precios-, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dejó de publicar el índice de precios al consumidor nacional (IPC-Nacional), que reunía cifras de ocho provincias, incluida la Capital. Sólo queda, entonces, el índice del área metropolitana (IPC-GBA), manipulado, al menos, desde enero de 2007, cuando Beatriz Paglieri, otra funcionaria del núcleo de Moreno, desembarcó en el organismo estadístico. Ese indicador arrojó hasta mayo una inflación del 9% para los últimos doce meses.
En otras palabras: la inflación real casi triplica a la oficial.
El Gobierno intentó desterrar la discusión en torno a la credibilidad de la inflación oficial con un cambio metodológico que nunca terminó de transparentar. Poco se sabe de las modificaciones. Sólo que ahora se miden menos bienes y que la incidencia de algunos de ellos puede variar. Punto. El procesamiento de la información sigue exactamente igual. Y ésa es, precisamente, la madre de todas las críticas que recaen sobre el índice.
Alternativas
No tardaron en aparecer alternativas. La recaudación del IVA, el deflactor del
producto bruto interno -que mide los precios de toda la economía, o de un
componente específico, como el consumo, y no de sólo una canasta de bienes y
servicios, como los índices de precios-, y los índices de precios provinciales
son algunas de las opciones más populares entre los economistas a la hora de
estimar la inflación real. Cada vez más consultoras realizan, además,
relevamientos propios, o elaboran índices a partir de datos de otras
consultoras, como Tomadato, que cuenta entre sus clientes al propio Moreno.
Esta proliferación obliga a algunas aclaraciones. Primero: siempre hay más de una medición sobre la inflación, pero siempre una de ellas sirve de referencia para, por ejemplo, las negociaciones salariales, la evaluación de proyectos o el cálculo de las variables reales. Ese papel, hasta enero del año pasado, lo cumplía el IPC-GBA. Segundo: ninguna institución privada tiene los recursos ni el personal ni la experiencia para replicar la cobertura del Indec. Esto explica por qué algunas estimaciones toman, aunque sea, los rubros menos manipulados del índice oficial o "limpian" otros. La tercera es que la información oficial no sólo cuenta con una credibilidad casi nula: es, también, cada vez más escasa. El Indec no sólo dejó de difundir el único índice que mostraba, en forma homogénea, la inflación en el interior del país. También dejó de publicar precios. No se conoce aún ni la composición de la canasta del nuevo IPC-GBA ni la incidencia que tiene cada producto que la compone. Muchas consultoras no han podido adecuar sus propios indicadores a la metodología actual.
La gente está más cerca de las estimaciones privadas y los índices provinciales. Los argentinos esperaban, el mes pasado, una inflación del 30% para los próximos doce meses, según la encuesta de expectativas de la Universidad Torcuato Di Tella. Un dato de esa misma encuesta revela también una dinámica del proceso inflacionario actual: en el interior esperan una inflación mayor que en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Que el índice de precios que el Indec elabora y difunde todos los meses para el área metropolitana esté manipulado desde hace ya más de un año poco tiene que ver con este fenómeno. La razón de esta divergencia está en la realidad: no es ninguna novedad que los acuerdos de precios se cumplen con más rigor cerca del Obelisco, que la nafta es más cara en el interior, o que el único lugar de la Argentina donde aún hay tarifas congeladas -o, por lo menos, contenidas- es el área metropolitana. Los faltantes de mercadería, que se profundizaron con la protesta del campo y los transportistas, no se presentaron, tampoco, en forma homogénea a lo largo y a lo ancho del país.
"La inflación está en dos velocidades -resume el economista de la Universidad del Salvador, Juan Massot-. Una, más elevada, en el interior, y otra, en la Capital y el Gran Buenos Aires, que incluso bien tomada, es menor, porque se cumplen mucho más los acuerdos de precios."


