Un nuevo informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) analiza en profundidad el actual acuerdo entre el gobierno de Javier Milei y el Fondo Monetario Internacional (FMI), sus diferencias con el fallido rescate de 2018 y los riesgos que aún amenazan la estabilidad macroeconómica argentina.
Según el documento, el crédito de USD 12.000 millones otorgado por el FMI en marzo fue fundamental para evitar una corrida cambiaria, frenar la salida de capitales y generar condiciones para una cierta estabilidad del dólar, baja de la inflación y reactivación económica. Sin embargo, el CESO advierte que los fundamentos que provocaron la corrida de marzo siguen presentes, lo que genera dudas sobre la sostenibilidad del plan a mediano plazo.
Las claves del nuevo acuerdo
El informe sostiene que el Gobierno utiliza como “caballo de batalla” del discurso oficial el superávit fiscal y la falta de pesos para evitar presiones cambiarias, diferenciándose de los errores cometidos en programas liberales anteriores. Sin embargo, la expansión del crédito privado y la valorización de tenencias en pesos generan una base monetaria potencialmente dolarizable, lo que mantiene latente la posibilidad de una nueva fuga de capitales.
Los depósitos del sector privado en pesos rondan los USD 75.000 millones y se suman a un posible retiro de depósitos en dólares por USD 33.000 millones, lo que, según el CESO, representa una masa crítica que podría presionar el tipo de cambio en caso de pérdida de confianza.
Comparación con 2018: ¿es realmente distinto?
El CESO marca similitudes estructurales entre el programa actual y el de Mauricio Macri en 2018, cuando también se recurrió al FMI ante un desequilibrio externo y fuga de capitales. Sin embargo, señala que hay dos diferencias clave que explican el éxito parcial del programa Milei-Caputo:
- Menor exposición a fondos especulativos internacionales, a diferencia de los grandes capitales que ingresaron en 2016-2017 y huyeron en 2018.
- Una política cambiaria más flexible y controlada, con bandas y mecanismos de intervención indirecta (como los futuros), en contraposición a la flotación libre con licitaciones de dólares del Tesoro durante la gestión anterior.
No obstante, la actual apreciación del peso, combinada con un déficit de cuenta corriente persistente, mantiene la alerta encendida. Según el CESO, el riesgo país sigue alto pese al salvataje, y los mercados voluntarios de deuda continúan cerrados.
Un endeudamiento “contracíclico”
El informe interpreta el crédito del FMI como parte de un uso “contracíclico” del endeudamiento externo público, es decir, como fuente de divisas para cubrir el déficit del sector privado en momentos de restricción externa. Esto se diferencia de la narrativa oficial que presenta la deuda como necesaria para sostener el superávit fiscal.
En este sentido, el CESO advierte que, tanto en 2018 como en 2025, el recurso al FMI se dio no por falta de financiamiento fiscal, sino por presión cambiaria y escasez de dólares. En ambos casos, el programa buscó estabilizar el mercado cambiario a través de un fuerte ajuste, aunque el contexto político, la carga de deuda heredada y la respuesta del mercado difieren notablemente.
Debilidades externas y sostenibilidad del modelo
Más allá de las señales positivas de corto plazo, el informe plantea serios interrogantes sobre el futuro. El saldo de la cuenta corriente volvió a ser deficitario desde mediados de 2024, afectado por la apertura importadora, el turismo emisivo y el pago de intereses de deuda. Además, la liquidación de exportaciones podría caer en el segundo semestre, tras el fin de la baja temporal de retenciones.
Desde marzo, la formación de activos externos (la clásica "fuga") por parte de personas humanas suma más de USD 5.500 millones, lo que refuerza las tensiones sobre las reservas.
Al mismo tiempo, la estrategia oficial depende críticamente de reabrir los mercados de crédito en 2026, para comenzar a pagarle al FMI y refinanciar los vencimientos externos. Hasta ahora, se han obtenido USD 12.000 millones del Fondo, USD 6.000 millones adicionales entre REPOs con bancos y organismos multilaterales, y apenas USD 1.500 millones de fondos especulativos, principalmente posicionados en carry trade.
El CESO advierte que este esquema "sostenido a pura deuda" no parece viable en el mediano plazo, sobre todo por el peso del sobreendeudamiento heredado de la gestión anterior. El temor a una nueva crisis de deuda sigue presente, y el riesgo país elevado refleja esa desconfianza del mercado.
El informe concluye que el programa Milei-Caputo logró una estabilización parcial del frente cambiario, pero sigue condicionado por la vulnerabilidad externa y la falta de dólares genuinos. Mientras el discurso oficial celebra el orden fiscal, la fragilidad del sector externo, la dependencia del endeudamiento y la rigidez del mercado financiero podrían volver a poner en jaque al plan económico si no se recupera el acceso a financiamiento voluntario.
Para el CESO, el riesgo es claro: de no reabrirse el crédito internacional en 2026, el Gobierno se enfrentaría a una reestructuración forzada de la deuda, lo que pondría fin al actual esquema antes de consolidarse como una salida definitiva.


