La emergencia sanitaria a causa de la pandemia puso al descubierto la vulnerabilidad que viven las mujeres en los ámbitos rurales, esto impulsó a un grupo de dulceras de Catamarca a buscar alternativas productivas que brinden oportunidades económicas para afrontar contextos adversos.

Con el acompañamiento del INTA, comenzaron una reconversión de su actividad y viraron hacia la curtiembre de cueros, confección de prendas y accesorios artesanales en busca de mayores ingresos económicos e incentivar el rol de la trabajadora rural en la cadena productiva de la provincia. Actualmente proponen una normativa nacional para la Ley de Orgánicos, pionera a nivel mundial, para certificar y exportar cuero de pequeños productores.

Erica Guzman –técnica de la Agencia de Extensión Rural Capayán, Catamarca– explicó: “Recurrieron a sus saberes ancestrales y vínculos con el territorio para conformar una cooperativa, esto las llevó a aprender y mejorar un proceso que aprovecha los residuos de la actividad ganadera, como el cuero, para confeccionar accesorios y vender la materia prima a artesanos locales, estudiantes y agrupaciones gauchas de forma amigable con el medioambiente y con el beneficio de potenciar la producción artesanal en la provincia”.

Las productoras –de diferentes departamentos del Valle Central de Catamarca, en Capayán, Capital y Valle Viejo– se identifican como “Curtiendo nuestras raíces”, el grupo se conforma por 14 mujeres y actualmente sumaron 6 hombres. Gracias al trabajo en conjunto con el equipo del INTA se encuentran próximas a recibir su matrícula como cooperativa y su comercialización anual sumó más de 1300 cueros de diferentes curtidos en forma artesanal en un proceso que dura 40 días.

La actividad del grupo sirvió para que se desarrolle una cadena de valor del cuero de cabrito que potencia el trabajo de las mujeres del territorio. Para ello, compran la mayor cantidad de cueros a mujeres, actualmente 40 productoras, repartidas en los departamentos Capayán, La Paz –cuero de cabritos–, Tinogasta –cuero de cabras– y Antofagasta de la Sierra –cuero de llama–.

Estas productoras se destacan en su labor por apoyar y brindar oportunidades a muchas mujeres del territorio en la búsqueda de su independencia económica. Guzman indicó que “la actividad del cuero no la realizaban las mujeres, era cosa de hombres y una actividad que estaba casi perdida en el Valle Central”. 

“Estas mujeres con problemáticas vinculadas a cuestiones de género se acercaron al INTA para solicitar acompañamiento ante la situación de vulnerabilidad potenciada por la pandemia”, detalló Guzman.

El INTA trabajó en la conformación del grupo para fortalecer sus vínculos y formar una cooperativa. Se capacitaron en el uso de herramientas de comercialización, elaboración de reglamento interno de trabajo y construcción de una identidad visual que las identifique, entre otras.

“Han logrado mejorar su técnica, adquirir capacidades en la confección de artesanías y prendas para damas, y trabajar en forma amigable con el medio ambiente, a partir del aprendizaje de una técnica de curtido que no utiliza cromo y sulfitos en el proceso”, puntualizó Guzman.

El INTA acompañó la gestión de fondos externos ante otras instituciones, así se logró la aprobación del financiamiento de maquinarias e insumos, como también en la comercialización además de la vinculación con diferentes Instituciones y productoras locales quienes proveen la materia prima.

Un punto importante en su labor es que, a partir de la demanda de venta de cuero a Europa, trabajan en forma conjunta con la Mesa de Orgánicos de la provincia y la Cámara Argentina de Certificadores en una propuesta de normativa nacional para la Ley de Orgánicos que será pionera a nivel mundial, la cual brindará la oportunidad de certificar y exportar cuero de los pequeños productores.

Guzman destacó: “Uno de los próximos pasos a seguir es lograr el teñido natural del cuero. Para ello, se investiga en la sabiduría de las tejedoras del oeste y en sus recetas de teñido de lanas. Esta será una experiencia innovadora porque no hay antecedentes con el uso de tintes naturales”.

El contexto laboral de este grupo de mujeres rurales, con problemáticas de género, fue difícil en sus inicios. Hoy con el acompañamiento del INTA y la apertura de otras instituciones trabajan para consolidar su emprendimiento que les reditúa económicamente, y les permite recuperar saberes ancestrales de manera sustentable.