En el agro nos sobran ejemplos de epidemias causadas por virus, hongos y bacterias que causaron estragos en los rendimientos agrícolas y causaron pérdidas económicas enormes y algunas hasta hambrunas, como el caso de la gran hambruna irlandesa causada por una enfermedad en la papa.

En este contexto, la agtech SIMA (Sistema Integrado de Monitoreo Agrícola) analizó el caso del Mal de Río Cuarto (MRCV) y su efecto en el cultivo de maíz y cómo hoy, con tecnología y datos, pueden prevenirse desastres.

En ese sentido, recordaron que la enfermedad se llama así debido a que se identificó por primera vez en la ciudad argentina de Río Cuarto en la provincia de Córdoba. Desde su descubrimiento, se ha convertido en una de las principales preocupaciones para los cultivos de maíz en América del Sur, especialmente en Argentina.

De hecho, el MRCV es la enfermedad virósica más importante del maíz (Zea mays L.) en Argentina. Este cereal es el único hospedante en el cual este virus ocasiona pérdidas económicas importantes, ya sea por la drástica disminución de la producción de granos, o por la reducción de la biomasa para ensilaje o diferidos.

En el área endémica, es decir en Río Cuarto, la enfermedad se presenta en forma recurrente todos los años con distintos grados de severidad, según sea la densidad poblacional de su insecto-vector (Delphacodes kuscheli) conocido vulgarmente como "chicharrita".

El insecto-vector desarrolla sus poblaciones infectivas principalmente en las avenas y trigos de pastoreo, desde comienzos de agosto en adelante. Las formas juveniles (ninfas) y adultas de alas cortas (braquipteros) del insecto permanecen en los verdeos. Mientras que las formas adultas de alas largas (macropteros) migran hacia los cultivos de maíz, según estudios del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA)

La "chicharrita" se alimenta de la savia de las plantas de maíz y, al hacerlo, puede transmitir el MRCV de una planta infectada a una planta sana. Esto puede llevar a la propagación rápida de la enfermedad en el cultivo, lo que resulta en pérdidas significativas de rendimiento y calidad del cereal. Principalmente, generando malformaciones y enanismo.

En su momento, las estrategias de manejo adoptadas fueron intentar evitar la siembra del cultivo cuando el pico poblacional del vector este en su mayor nivel, y después comenzar a aparecer híbridos tolerantes a la enfermedad y el concepto de rotar los cultivos.

Sin embargo, otros productores siguieron produciendo la secuencia trigo-maíz sin considerar la necesidad de rotación, y la repetición constante de los mismos favoreció la acumulación y propagación del virus, aumentando así su incidencia en la región.

En los últimos años, el problema se destapó, porque se observaron casos donde esta plaga aparentemente quebró la resistencia de los híbridos que eran tolerantes y comenzó a ser de nuevo un dolor de cabeza para muchos productores.

Esto último ocurrió en Brasil en los últimos años. Unos de los principales factores que influyeron en la propagación del MRC fue la falta de diversificación de cultivo, el escaso monitoreo y el nulo seguimiento del insecto vector.

Para controlar el MRCV, es fundamental implementar estrategias de manejo integrado de plagas (MIP) que combinen diferentes enfoques. Algunos métodos utilizados o que pueden emplearse para controlar el Mal de Río Cuarto y la chicharrita incluyen:

1. Uso de variedades resistentes
2. Control biológico
3. Control químico
4. Rotación de cultivos

Sin importar el o los métodos elegidos por el productor para combatir la enfermedad, es importante, conociendo la dinámica de la enfermedad, realizar monitoreos constantes del vector y analizar los datos recolectados para entender el comportamiento de la plaga y tomar decisiones con información y criterio.

En este sentido, la agtech SIMA impulsó el "proyecto cigarrinha", desarrollado en Brasil junto a la empresa Bayer.

El mismo fue ideado para ayudar a los productores a monitorear la chicharrita y conocer la presencia del vector y su dinámica en las diversas zonas de producción de maíz del país vecino.

El proyecto trabajaba monitoreando trampas y generando alertas zonales para los productores. Para así tomar decisiones con información evitando daños graves en los cultivos de maíz.

El proyecto recibió algunos reconocimientos de parte del sector agrícola. Pero, sobre todo, aportó a los productores, que lidian de manera diaria con las problemáticas de generar riquezas al aire libre, un conocimiento más profundo de lo que pasa en sus lotes, para así construir una agricultura más inteligente.