A las siete, cuando Juan Sieber llegó al campo, la yegua ya hacía 40 minutos que estaba en trabajo de parto. "Se paraba, se echaba... se veía que no estaba tranquila -recuerda el joven veterinario de El Palenque Embriones, establecimiento de la ciudad de 25 de Mayo especializado en reproducción de equinos de alto valor comercial; en particular, caballos de polo-. La gestación había sido normal, pero cuando llegamos la yegua no podía parir. Estaba a término, el animal estaba enfocado, pero tuvimos que ayudarla y lo extrajimos a mano. Es una potranquita. Se llama Palenque Brillito y está muy bien. Enseguida se paró y empezó a tomar leche".

A la maravilla de todo nacimiento Brillito le agrega algo más: es el primero logrado en el país en equinos por la técnica de inyección intracitoplasmática de espermatozoides (o ICSI, según sus siglas en inglés), de amplia aplicación en seres humanos, pero que hasta ahora no se lograba en caballos.
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El método consiste en la fecundación del óvulo mediante la inyección de un espermatozoide con una micropipeta, un instrumento de laboratorio que se emplea para succionar y transferir pequeños volúmenes de líquidos y que puede medir milésimas de milímetro. Entre sus virtudes figura el hecho de que se necesita apenas un espermatozoide por óvulo, mientras que en una fecundación in vitro clásica son necesarios entre 50.000 y 100.000 espermatozoides para que uno de ellos pueda superar las barreras del óvulo, penetrarlo y generar un embrión.

"Esto va a revolucionar la reproducción de equinos de alto valor -asegura Daniel Salamone, docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del Conicet y actual presidente de la Sociedad Internacional de Tecnología Embrionaria-. Nosotros veníamos intentando aplicarla, pero sin éxito hasta que María Belén Rodríguez, una becaria doctoral, pudo poner a punto todo el proceso".

Salamone, pionero en la clonación de bovinos, comenta que en un momento empezaron a estudiar la ICSI porque se puede hacer con animales en pie combinando el trabajo en el campo y en el laboratorio. Mientras con la clonación se obtiene una copia idéntica de un animal, con este procedimiento la descendencia eventualmente puede ser superior al padre y a la madre, porque combina el legado genético de ambos.

"La dificultad es que las yeguas no responden a los tratamientos con hormonas [para ovular] -explica Salamone-. Y en esta especie no se puede hacer la fecundación in vitro tradicional (poner óvulos y dejar que el espermatozoide entre nadando y los fecunde). No funciona: es necesario inyectarlos para lograr el embrión".

Claro que es más fácil planearlo que hacerlo. La colecta de óvulos guiada por ecografía es complicada. A diferencia de lo que ocurre en las vacas, hay que lavar cada una de las estructuras ováricas donde están los ovocitos, una tarea que requiere gran destreza y más de un año de ensayo, según explican los especialistas.

"La idea era desarrollar ambas técnicas: la aspiración de óvulos (aspiración folicular) y la técnica ICSI para obtener los embriones in vitro -detalla María Belén Rodríguez, principal autora del avance-. Había habido un par de intentos y algunos potrillos nacidos, pero de ovarios de frigorífico. Lo bueno es que con este procedimiento podés saber quiénes son la madre y el padre".

La receta consiste en extraer los óvulos inmaduros en el campo y llevarlos al laboratorio. Allí, los dejan madurando entre 22 y 24 horas y luego les hacen la ICSI. Se cultivan in vitro durante siete a nueve días, a 38 grados de temperatura, con una atmósfera de 5% de dióxido de carbono. A la semana se verifica la formación de embriones y se envían al campo para que se transfieran a yeguas receptoras.

La aplicación de ICSI en esta raza ofrece varias ventajas. En primer lugar, les permite concebir incluso a yeguas que tienen problemas de fertilidad. Pero, además, en lugar de un embrión por ciclo, se pueden obtener alrededor de cinco ovocitos por yegua cada 14 días.

Otro dato importante es que los ciclos reproductivos de la yegua se dan en los meses de mayor luz, y con esta técnica se pueden extender a momentos en los cuales no cicla. Además, se pueden guardar los embriones vitrificados para producirlos más tarde, una técnica que desarrolla Marina Sansiñena, de la Universidad Católica Argentina.

"La transferencia embrionaria se usa para animales que están en la actividad deportiva, por lo tanto, nunca mantienen la gestación, sino que se inseminan, se fecundan, a los siete u ocho días se les extrae el embrión y se lo transfiere a una madre sustituta para que esa yegua pueda seguir su carrera deportiva teniendo seis o siete hijos por año sin problema -explica Nacho Largel, titular de El Palenque Embriones-. Desde hace diez años, si bien tenemos una gran eficiencia con embriones in vivo, vimos que con esta técnica íbamos a ganar mucho tiempo y eficiencia. Hicimos un convenio con la facultad, apostamos a la innovación y resultó".

Según agrega Andrés Gambini, también investigador del Conicet e integrante del Laboratorio de Biotecnología Animal, los óvulos se colectan utilizando ultrasonido con la yegua en pie y sedada. "Resiste muy bien este procedimiento, que no afecta su fertilidad ni su bienestar -destaca-. La ICSI logró tal eficiencia que incluso se utiliza para producir embriones de hembras sanas, para maximizar el uso del semen".

Los científicos creen que esta técnica también tiene mucho porvenir en especies salvajes o en vías de extinción. "Va a ser disruptiva", subraya Salamone. Y concluye Gambini: "Cuando se piensa en animales en peligro de desaparición, no se suele pensar en los équidos. Y la realidad es que hay muchos, como el asno o la cebra, que tienen una relación filogenética muy estrecha con el caballo y están en peligro. Estudiar la ICSI en yeguas nos permite dominar el sistema para trasladarlo a especies amenazadas".

Por: Nora Bär