Desactivar esos embrollos llevará tiempo si se busca que la Argentina vuelva a entonar en el concierto internacional. La reciente pelea de la Presidenta con la administración de Barack Obama por el ex espía Jaime Stiuso es apenas un mojón más en el largo tendido de cepos que quedarán hacia adelante en el plano de la geopolítica internacional. No es el único entuerto que recibirá la política exterior argentina desde 2016. La lista es amplia e inabarcable: los desacuerdos con la Unión Europea, la tensión con Israel por el memorándum con Irán por la causa AMIA, el debilitamiento del Mercosur, la puja con Brasil por las diferencias comerciales, el contrapunto permanente con Uruguay, el cumplimiento de los fallos adversos de la OMC y los acuerdos secretos con China y Rusia, entre otros temas de agenda.

El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) que acaban de firmar Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam es mucho más que un fortalecimiento de los países de la Alianza Pacífico de América del Sur. Ese acuerdo de libre comercio que incluye al 40% de la economía mundial es la contracara de un Mercosur debilitado y altamente politizado. Cristina Kirchner y sus incursiones con el eje bolivariano para vaciar de economía y llenar de política al Mercosur cristaliza una gran asignatura pendiente que deberá encarar el presidente que llegue el 10 de diciembre a la Casa Rosada. La jugada adolescente del kirchnerismo y del chavismo de romper lanzas definitivas con el ALCA en 2005 le costó caro al Mercosur.

La jugada adolescente del kirchnerismo y del chavismo de romper lanzas definitivas con el ALCA en 2005 le costó caro al Mercosur

Ese mismo bloque regional no logra salir desde hace casi una década del pantano de las negociaciones por un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Los recientes chispazos entre el ministro de Economía, Axel Kicillof , con los empresarios paulistas por las trabas comerciales y los recelos de Cristina Kirchner con su par uruguayo Tabaré Vázquez no ayudarán en nada para mejorar los vínculos del Mercosur con la Unión Europea.

Las heridas de Buenos Aires con Washington que deja la Presidenta tampoco se curarán fácilmente. Roberto Russel, director de la maestría en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella acaba de sostener en una entrevista con LA NACION que los Estados Unidos "seguirán poniendo sus prioridades externas en otras partes del mundo y cuando lo haga en América latina seguramente no será en la Argentina".

Un destacado diplomático argentino advirtió pocas horas después del incendiario discurso de la Presidenta contra Washington en la ONU que "si había intenciones de mejorar en diciembre las relaciones de la Argentina con los Estados Unidos, Cristina Kirchner se encargó para que todo suceda en forma más compleja y lenta". Nada nuevo bajo el sol. La Argentina y los Estados Unidos tienen mucho por hacer y les depara un amplio menú de inversiones mutuas por delante. Pero antes de ello se deberá cerrar el conflicto con los fondos buitre y habrá que despejar los aires de desconfianza que de un lado y otro reinaron en los últimos 10 años.

El 11 de diciembre, el nuevo presidente deberá cumplir con el fallo de la OMC que exige terminar con las trampas burocráticas y proteccionistas que impuso Guillermo Moreno . Los economistas de Mauricio Macri , Daniel Scioli y Sergio Massa no sólo no saben hoy cómo encararán el eventual conflicto de una reapertura de las importaciones sino que hoy le dedican escaso tiempo al tema. ¿La consecuencia inmediata de no cumplir el fallo de la OMC? Muy simple: la posibilidad de que los 42 países que presentaron esa demanda contra la Argentina impongan medidas espejo o sanciones.

Al próximo ministro de Economía le tocará negociar con China las sucesivas proyecciones de swaps y salvatajes financieros de Pekín

La nulidad definitiva del memorándum sellado entre Irán y la Argentina por la causa AMIA podría generar dos efectos contradictorios e inmediatos: una mejora en las relaciones del nuevo gobierno con la comunidad judía y, a su vez, la eventual caída del flujo comercial que Cristina Kirchner estableció con Teherán, que en los últimos cinco años fue de un promedio de 1000 millones de dólares anuales.

Emisarios de Macri en Moscú y Pekín dejaron trascender hace 10 días que si gana el jefe de Pro la Argentina revisará todos los acuerdos que selló Cristina Kirchner con Rusia y China. Algo similar piensa Massa. Scioli sólo gesticula silencios en esta materia. Lo concreto es que hay más de 60 acuerdos en materia de energía nuclear, infraestructura, actividad espacial y defensa cuya letra chica se desconoce y podría convertirse en una caja de pandora para el nuevo mandatario.

Al próximo ministro de Economía le tocará negociar con China las sucesivas proyecciones de swaps y salvatajes financieros de Pekín. Claro que ello implicará una decisión de fondo: profundizar la "chinodependencia" argentina o empezar a equilibrar los vínculos con el mundo.

A todos estos escollos habrá que sumar uno que no es menor: la existencia de una Cancillería copada por los jóvenes de La Cámpora y el desánimo de los funcionarios de carrera de la política exterior. Cualquier camino que tome el próximo presidente en materia de política exterior encontrará cepos y trabas que dejó Cristina Kirchner en el medio de la diplomacia.