Y los motivos que se esgrimían en 2012 para protestar son los mismos: la intervención del Gobierno en los mercados, las trabas para exportar y la presión impositiva. Se agrega un elemento que también en 2012 estaba presente, pero para los productores se agravó desde el año pasado: la caída de la rentabilidad y en algunos segmentos directamente la ausencia, en los productos que vienen del campo. Sólo las eventuales subas de los precios internacionales de los granos, factores que no dependen de las decisiones del Gobierno, traen buenas noticias a los chacareros.

Los ruralistas argumentan, además que, como otros sectores de la economía, padecen los efectos nocivos de la inflación y de un tipo de cambio que tiene dos caras: uno más barato, que se utiliza para lo que venden, y otro más caro, para lo que compran.

Hay motivos políticos también para el malestar. El último encuentro que los dirigentes rurales tuvieron con el ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, data de enero de 2012, en el que sólo se habló protocolarmente de la emergencia agropecuaria por la sequía. La presidenta Cristina Kirchner ordenó congelar las relaciones con los ruralistas, a quienes todavía considera adversarios políticos por el duro conflicto de 2008. Esta nueva protesta intentará provocar el deshielo.