La historia de los Campoamor, una familia del partido de Benito Juárez, en el sur de la provincia de Buenos Aires, sirve para ilustrar la evolución de la agricultura argentina en los últimos sesenta años. Empezaron con un almacén de ramos generales en la estación López del ferrocarril Roca y hoy acopian y comercializan 300.000 toneladas anuales de granos. Además, hacen siembras asociadas, ganadería de ciclo completo, siguen vendiendo insumos y tienen su propia flota de camiones.
Clarín Rural viajó hasta las oficinas centrales de la empresa, en la localidad de Benito Juárez, y conversó con Guillermo Campoamor para repasar recuerdos y pensar los desafíos que plantean el presente y el futuro.
El inicio se remonta a 1950, cuando Abel Campoamor, padre de Guillermo, se asoció con su hermano menor Juan José para comprar el almacén de López. Allí vendían todo lo que necesitaba el productor agropecuario en aquellos tiempos y pronto les empezó a ir bien. Las ventas crecieron y los hermanos decidieron incursionar en otros negocios. Como los productores muchas veces les pagaban con cueros, lanas, granos u otras mercancías, comenzaron a acopiar.
En 1960 se convirtieron en los primeros en su zona en hacer acopio de granos a granel, ya que hasta ese entonces toda la producción se guardaba en bolsas. Para eso instalaron primero una planta de silos al lado del almacén, en López, y unos años más tarde construyeron una segunda planta en la localidad cercana de Vela.
En el 70, cuando Guillermo se incorporó a la empresa, comenzaron con la actividad de remate feria de hacienda en Benito Juárez. “Yo hice de todo en la empresa: manejar camiones, encerrar animales en las ferias, llevar los números y decidir los negocios. En aquella época éramos solo quince o veinte personas”, cuenta el empresario.
Pero los remates de hacienda solo duraron hasta el 82, cuando los abandonaron para dedicarse de lleno a la actividad de acopio, que de la mano del aumento en la producción de granos de la zona se convirtió en una opción mucho más atractiva.
Los campos de la región, que está entre las sierras tandilenses y la llanura pampeana, son naturalmente mixtos, pero la llegada de la siembra directa aumentó considerablemente el área cultivada. Además, con la directa llegó la soja. “En esta zona solo se hacía trigo, avena y girasol, y recién cuando comenzó a entrar la soja y, luego, de su mano, el maíz, fue que nosotros nos empezamos a enfocar en el acopio”, recuerda el empresario.
Pero a pesar del cambio de paradigma y del desplazamiento de la ganadería en la región, la empresa mantuvo y sigue manteniendo una fuerte presencia en esa actividad, haciendo el ciclo completo, desde la cría hasta el engorde. Tienen feedlots para la recría y la suplementación en los que usan sus propios granos, pero no hacen toda la terminación a corral porque apuntan al mercado de exportación.
En la década del 90 hubo en Benito Juárez una histórica tormenta que arrasó con el almacén y la planta originales de la estación López, lo cual constituyó uno de los hitos de la empresa. El almacén nunca fue reconstruido, pero la planta sigue funcionando con tecnologías modernas para el acondicionamiento de los granos y capacidad para 20.000 toneladas.
Además, en el 97 construyeron la planta de Benito Juárez en la que hoy funciona la casa central de la empresa. Es un imponente conjunto de silos, secadoras, galpones y celdas con capacidad para almacenar 74.000 toneladas, del que entran y salen camiones constantemente. “Aunque el almacén de ramos generales ya no está, la empresa sigue con la provisión de los principales insumos para el campo. Fertilizantes, semillas, herbicidas, silobolsas... La capacidad actual propia de acopio es de 100.000 toneladas, a las que se suman otras 50.000 en plantas ajenas. Acopiamos 300.000 toneladas de granos por año”, explica el hombre, orgulloso.
Fue también en los 90 cuando los Campoamor decidieron comenzar a hacer siembras asociadas con algunos de sus clientes, un esquema moderno que siguen aprovechando hasta la actualidad. Ellos ponen los insumos y la logística de comercialización, y los clientes ponen el campo y las labores. La empresa, además, cuenta con algunos campos propios que suman hectáreas a la producción.
En total, siembran 5.000 hectáreas de fina y otras 5.000 de gruesa. Además, están haciendo semillas de soja y de trigo adaptadas a la región para las compañías semilleras, y hace tres años comenzaron con la exportación de cebada, trigo y maíz. “Somos uno de los mayores proveedores de cebada en esta zona para la principal cervecería. La cebada es uno de los fuertes de la empresa. Hoy, este cultivo se ha adaptado bien a la zona y es una buena opción porque libera antes el lote para la soja de segunda”, comenta, desde la base de una enorme montaña del cereal, en el interior de una gran celda.
Igualmente, aunque la cebada se haya tornado atractiva en las últimas campañas, él piensa que este año la gente de su zona va a sembrar más trigo que el año pasado.
Respecto a la campaña de gruesa que se acerca al desenlace, el productor se muestra optimista. “El maíz está bueno porque llovió bien en los momentos necesarios. La soja de segunda puede tener problemas porque hubo heladas tempranas, pero en general venimos bien”.
Mientras planifica la próxima siembra, Campoamor sigue pensando siempre más allá. La incorporación de nuevas tecnologías, actividades y negocios es parte de su forma de pensar, y fue así como su familia pasó, en solo dos generaciones, de estar en el mostrador de un almacén de pueblo a moverse con confianza entre todos los eslabones de una empresa agroindustrial bien integrada.


