Una crisis financiera global, una suba abrupta en el precio del petróleo o una súbita catástrofe natural, pueden integrar esta categoría. Un hecho que cambia, en un instante, las expectativas que se habían formado acerca del futuro económico.

¿Podríamos inscribir bajo ese paraguas la reciente elección del Cardenal Bergoglio como Papa?

¿Sería correcto intentar analizar la influencia de un hecho altamente movilizante para un país de raigambre católica en cuestiones pedestres como el dólar blue, la cosecha de soja o la tasa de desocupación en la industria?

Un viejo chiste, seguramente vernáculo, decía que cuando Dios creó al mundo se dio cuenta que había sido injusto y a la Argentina le había dado infinidad de riquezas naturales. Y que para compensarlo, pobló el territorio con argentinos....

Algunos ven que, quizás esa chanza resultó cierta y el desencuentro y la incapacidad para encontrar consensos pudo más que la dote y ahora vuelve a compensarlo con un líder espiritual de la envergadura del Papa.

Un pontífice del que se esperan si bien no milagros, al menos que derrame consecuencias beneficiosas sobre cuestiones tan terrenales como incluso, opinables. Un pensamiento mágico en el que el primero en desdecirlo es el mismo Francisco, cuando en su misa de asunción, expresaba:

Quisiera pedir a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos custodios de la Creación.

Un mensaje dirigido a cada uno de los actores del escenario político, social y económico para que asuman el protagonismo en un cambio reclamado, también por ellos mismos.

¿Porqué algunos esperan un efecto real sobre cuestiones de la política y la economía local? ¿No se perciben como mundos separados, la esfera religiosa de la terrenal? En esta visión crítica del universo K, el paso fugaz del círculo vicioso al virtuoso, se daría por el cambio brutal de expectativas; de golpe se hace la luz, el horizonte se puebla de oportunidades en lugar de amenazas y eso da un impulso a la inversión y moviliza decisiones de producción.

Otro eslabón soñado es el meneado mercado del dólar blue, marginal para el léxico oficial intentando ningunearlo antes que controlarlo. Si las expectativas son las que mandan en ese tramo cambiario, el proceso sería también inmediato. Igualmente, si se piensa que es desdeñable por su tamaño, no hay que esperar a este suceso para que el Gobierno se haga cargo del problema (sí lo fuera una cotización entre 8 y 9 pesos).

Un realineamiento y virtual sinceramiento del mercado del dólar, ahora desprovisto de los ruidos de la especulación y la posición dominante. Las recientes trabas a la actividad inmobiliaria y por consiguiente al sector inmobiliario, aflojarían y de esta manera un importante multiplicador del empleo y la actividad económica se pondría de pie.

En fin, todo esto podría empezar a cambiar empezando por el clima y las expectativas. Sobre todo en una influencia decisiva en el ámbito político en un año electoral, con el consiguiente juego de fusiones y realineaciones, que afectarían decisivamente la usina de rumores y las ondas en mercados tan influenciables, como el cambiario marginal.

Ahora bien, esperar a que el líder político mundial de la religión mayoritaria en un país tenga que estirar su brazo influyente para empezar a solucionar lo que se percibe como un lento pero inexorable camino descendente, antes que un pensamiento mágico es un descrédito de lo que la buena política puede lograr.

Lo que propone el otrora calificado como jefe de la Oposición es lo opuesto. Tirar la pelota a la responsabilidad de cada uno, no esperar que el cambio venga de arriba sino empezar a caminar para protagonizarlo.

Eso sí, entendiendo que el conflicto permanente no es el motor del desarrollo social sino su veneno, poniendo en su lugar al acuerdo y al consenso como máxima aspiración. Eso sólo ya es casi un programa de gobierno que sustenta políticas de largo plazo. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, concluía Francisco, en su homilía inaugural. Así sea.