Había sido derrocado en 1955, y soñaba con volver, recuperar los honores y morir en paz. Achacado por la próstata, lúcido en las mañanas y marchito por las tardes, el General optó por la sumisión cuando eligió la personalidad del títere que debía llegar a la Casa Rosada para cumplir sus órdenes, gobernar a la Argentina, contener a las Fuerzas Armadas y aplacar a los Montoneros. Perón designó como candidato presidencial a Héctor J, Cámpora, un político con tono florentino que manipuló y maltrató sin culpa ni remordimiento. El 11 de marzo de 1973, ayer cuarenta años, Cámpora ganaba las elecciones y ofrecía su triunfo al General, que dormitaba en Puerta de Hierro flanqueado por Isabelita y López Rega.

Cristina Fernández de Kirchner decidió transformar en ícono K a Cámpora, re-escribiendo su historia y ocultando su mediocridad política. En esa época pasada, como ahora, miles de jóvenes pensaban que hacían la Revolución y que la democracia era un artilugio formal que condicionaba los cambios. Saltaron las etapas, transformaron al adversario político en enemigo, fueron arrogantes e incapaces de conducir el gobierno. Perdimos una oportunidad, tras 18 años de dictadura, represión, hambre y miseria.

Cámpora ganó los comicios sin conocer los acuerdos secretos pactados por Perón con el Ejército. El General no quería a los Montoneros en el gobierno y tampoco apoyaba una amnistía para todos los presos políticos capturados por la dictadura militar. El Presidente electo se negaba a dilucidar las señales, aunque llegaban nítidas desde Madrid: cuando ocurrió la Masacre de Trelew, el 22 de agosto de 1972, Perón obvió la condena inmediata. Prefirió viajar a Francia, acompañado de Isabelita y López Rega. Al General no le gustaban las Formaciones Especiales, solo usaba su poder de fuego y su capacidad de movilización. Y esa perspectiva no había cambiado siete meses después, el 11 de marzo de 1973, cuando Cámpora venció sin dificultades en las elecciones presidenciales.

Cristina Fernández dispuso que los militantes de la Cámpora ocuparan la primera línea en la plaza frente al Congreso y que sean exhibidos por la Televisión Pública cuando su discurso ante la Asamblea Legislativa fuera épico, epopéyico, histórico. Dedos en V, sonrisa radiante, banderas al viento, los militantes de Cristina cantaron a rabiar, se abrazaron y salieron en cadena nacional. Creen en la Revolución K. Aún no saben la verdad.

Cámpora cedió ante las presiones de las organizaciones guerrilleras y ordenó la libertad a todos los presos políticos. Perón juró venganza eterna y abrió una fosa para su títere descarriado. El General ordenó que López Rega hiciera la faena y desde ese momento todo se descarriló. Cámpora asumió el 25 de mayo y renunció el 13 de julio de 1973. Fue Presidente solo 49 días. Ascendió y cayó por orden de Perón.

No hubo épica ni epopeya con Cámpora. Fue un Presidente manipulado desde Puerta de Hierro y Gaspar Campos, mientras los muertos aparecían en las zanjas, la economía se desplomaba y el vacío de poder crecía minuto a minuto. Al final del camino, sin revolución a la vista, miles de jóvenes fueron masacrados y olvidados por sus líderes. Hubo otro golpe de Estado, que nos llevó a las sombras durante siete años de terror e injusticia.

La historia enseña. Cuando los ciclos terminan, no hay espacio para brujerías, ni para nuevos títeres con perfume de mujer. En el siglo XXI, en esta etapa del desarrollo histórico, la Revolución es consolidar a la Democracia.

Que Cámpora descanse en paz.