Los durísimos ataques contra Daniel Scioli por parte de algunas de las primeras espadas de la presidenta Cristina Kirchner y de un numeroso contingente de dirigentes kirchneristas bonaerenses han provocado que la discusión sobre la sucesión presidencial en 2015 pasara a un segundo plano ante la instalación de otra cuestión más delicada: la posibilidad de que el cristinismo esté buscando la eyección del gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Atrapado por un conflicto docente que, por insuficiencia de recursos y falta de auxilio del gobierno nacional, no puede dominar, y por la posibilidad de que se multipliquen otros agujeros financieros, Scioli no sólo enfrenta el desgaste derivado de una gestión con bolsillos cada vez más vacíos. En las últimas horas, recibió una serie de ataques bien diversos. Desde intendentes provinciales que le achacaron una "parálisis de gestión" hasta funcionarios y dirigentes que cuestionaron su asistencia a la muestra Expoagro y sus fotografías con dirigentes rurales y directivos de Clarín y LA NACION. "Muestran en fotografías cómo se pueden mostrar más opositores a la Presidenta", le disparó Julio De Vido, tras llamarlo "hipócrita".

Hasta hace un par de semanas, el sciolismo apostaba a que el gobierno nacional acudiría en su ayuda financiera, porque una huelga docente en el principal distrito del país perjudicaría a la Casa Rosada tanto o más que a la administración provincial. Imaginaban los hombres del gobernador que las condiciones que impondría el cristinismo serían duras, pero no tan humillantes como las que se dejaron trascender en las últimas horas. No sólo se le sugirió a Scioli que debía abandonar la carrera presidencial para 2015, sino también dejar inmediatamente en manos kirchneristas áreas sensibles de la gestión bonaerense o incluso renunciar a seguir ocupando el sillón de gobernador. La lógica resistencia de Scioli a una capitulación profundizó el enfrentamiento.

Los violentos incidentes tras el asesinato de Karen Campos en Junín, que según el ministro de Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, habrían sido planificados y promovidos por algún sector político para sembrar caos, pusieron en alerta a dirigentes sciolistas. Algunos de ellos descuentan que hubo agitadores kirchneristas, para mostrarle a Scioli cuánto podrían perjudicarlo. La seguridad de la población podría pasar a ser, así, un nuevo campo de batalla con los bonaerenses como rehenes.

El mayor temor que existe hoy en el sciolismo es que la huelga se extienda a otros gremios del sector público provincial. "Imaginemos que mañana se produce un paro en un hospital y muere alguien por falta de atención. ¿Será ésa la tormenta perfecta que espera el gobierno nacional?", reflexionó, preocupado, un funcionario bonaerense.