Contrariamente a las de Brasil, las expectativas para la Argentina no se fundan en cuestiones racionales…
Las esperanzas por una gran cosecha en América del Sur son demasiado optimistas.
No es cuestión de pinchar el globo sino de ver las cosas lo más claramente posible.
A tal optimismo contribuye, sin lugar a dudas, un fantasioso voluntarismo proveniente del USDA, que pareciera aprovechar de sus datos para aplacar los precios, y las estimaciones desmesuradas de las autoridades argentinas.
¿Son justificadas estas expectativas?
Para responder al interrogante hay que diferenciar entre una región y otra.
Una cosa es Brasil y otra muy distinta, Argentina. Un aparte especial merece
Paraguay que, luego de haber sufrido una terrible sequía, en esta campaña
podría alcanzar un volumen de 8 millones de toneladas.
Con relación a Brasil, existe consenso sobre la posibilidad de una buena cosecha. Celeres acaba de publicar su estimación que es de 80,4 millones de toneladas. Y Agroconsult ha proyectado recientemente un volumen de 84 millones de toneladas.
A nivel oficial, se aguarda un nivel de 82,7 millones de toneladas.
Entre 80 y 84 millones estaría el número final. Cualquiera sea la concreción final sobre estas estimaciones, la cosecha será buena. Un volumen extraordinario.
Y del total por levantar, se calcula que una gran proporción se ha vendido.
Vamos ahora a nuestro país.
Las labores de siembra ya habrían finalizado. Sólo faltarían unas pocas hectáreas en las provincias norteñas.
Pero es necesario reparar en un dato de importancia: si bien se ha cubierto casi la totalidad de la superficie proyectada, la realidad es que la siembra se ha realizado con un retraso que pone a la productividad unitaria en un cuadro de difícil pronóstico.
Todavía queda algo sin sembrar en lo que se refiere a soja de segunda, básicamente en el NOA y el NEA, pero esto no es representativo.
Acá lo que falta es coincidencia sobre la futura producción sojera.
La BCR estima que fácilmente se alcanzará un volumen de 50 millones. Esta es la estimación más conservadora. La oficial, por ejemplo, habla de un tonelaje mucho mayor aunque -válido resulta recordarlo- que hace un buen tiempo que no se publica una nueva estimación.
En medio de la floración, la ansiedad por abundantes lluvias es extrema.
Si en estos días no se registraran precipitaciones de consideración, difícilmente se llegue a 47 millones de toneladas. En caso de que lloviese con generosidad, es posible que nos acerquemos al número de la BCR.
Lo que caracteriza la campaña actual es la demora por parte de los productores a comercializar la cosecha. De acuerdo a los datos oficiales, la exportación y la industria procesadora habrían comprado un volumen próximo a 5 millones de toneladas. Tan sólo eso.
Para esta misma fecha del año anterior, el sector había comprado cerca del doble.
¿Falta de certidumbre sobre la economía? ¿O temor a lo que viene? Cualquiera de estos interrogantes nos puede dar una idea sobre el porqué de la resistencia a vender.
El fenómeno “cuenta-gotas” parece que va a caracterizar este año.
Así están las cosas. En Brasil, el panorama es mucho mejor. Acá la
incertidumbre y las condiciones climáticas no alientan una expectativa demasiado
favorable.


