Mientras sigue diciendo que no es golpista y que tiene una buena relación con su gobernador, le viene marcando la cancha a Scioli cada vez que puede con el aval de Cristina Kirchner.
A esta altura, Scioli no necesita que Mariotto le ponga límites porque ya lo hizo la propia presidenta y el gobernador sabe que no tiene espacio para armar una propia lista en territorio bonaerense.
Es más, es consciente de que el cristinismo no tiene en el horizonte otra cosa que la re-reelección de la presidenta.

Tampoco esperan definiciones sorprendentes de Scioli los intendentes del conurbano, esos que mantienen diferencias políticas con el cristinismo pero dependen del gobierno nacional en muchos aspectos. Esa dependencia que le hacen sentir el ministro de Planificación, Julio de Vido, por los fondos para las obras públicas. Y Alicia Kirchner, la ministra de Desarrollo Social, por la asistencia social. Por eso no deben sorprender las rondas de reuniones, sobre todo del ministro De Vido, con los intendentes.

Pero no solo del conurbano, De Vido también suele reunirse con jefes comunales de algunas provincias para asegurarse de que nadie saque los pies del plato frente a gobernadores rebeldes. Y que si alguien los saca, tendrá un alto costo para pagar.

En ese marco, despacio pero a paso firme, el kirchnerismo / cristinismo se mueve con un claro objetivo: asegurarse el control del armado de las listas de candidatos nacionales para las próximas elecciones.

Y, además, lograr un triunfo electoral que lo ponga en las puertas de los dos tercios para lograr la reforma constitucional que permita ir por la re-re, ante la falta de un delfín que pueda mantener en pie el proyecto K.

La pérdida de poder es un fantasma que ronda los sueños de más de un encumbrado kirchnerista, sobre todo aquellos que pueden llegar a tener algunos problemas con la justicia.

Hoy por hoy, los seguidores de Cristina se mueven en todos los niveles posibles para lograr nuevos bolsones de adhesión ante la baja que la figura de la Presidenta muestra en algunos sectores de la sociedad, especialmente la clase media, de acuerdo a las encuestas propias y ajenas al gobierno.

En esa búsqueda hay que entender la militancia que llega hasta las cárceles bajo la excusa de reinsertar en la sociedad a quienes delinquieron. Y en esto juega un papel muy importante el titular del Servicio Penitenciario Nacional, Víctor Hortel. El Vatayón Militante es sólo una muestra, aunque, como suele ocurrir en el kirchnerismo, fueron más allá de lo que el sentido común manda, quizás bajó el pensamiento de que quien tiene el poder no tiene límites y nadie se le puede oponer.

Esto es lo que marca la utilización del ex baterista de Callejeros, Eduardo Vásquez, condenado a 18 años de prisión por haber quemado y asesinado a su pareja. O el caso de Ruben Pintos, condenado a prisión perpetua por la muerte del barra de River, Gonzalo Acro.

Nadie puede negar el derecho de los presos a reinsertarse en la sociedad. El problema se presenta cuando esto se usa para hacer política.

Después de todo, Vatayón militante sostiene que hace política desde la cultura.

En medio de todo esto, desde el gobierno nacional se apunto a las deficiencias de las cárceles bonaerenses y se vio la mano del sciolismo detrás de la difusión de esa información. Y puso como ejemplo del modelo a seguir las cárceles Federales.

Pero la Presidenta y sus funcionarios tendrían que leer algunos informes, como el del Cels, donde se denuncian serias irregularidades en el trato a los presos en esas cárceles modelo.

La polémica sobre las cárceles y la política tardará un tiempo en cerrarse. Mientras tanto, hay lugares donde a la militancia K se le hace muy difícil penetrar, como los gremios, copados desde hace décadas por el peronismo histórico, ese que mantiene profundas diferencias con La Cámpora.

Por eso, el cambio en la alianza con los caciques sindicales, del camionero Hugo Moyano al jefe de la UOM Antonio Caló.

El metalúrgico es lo único que tiene la Casa Rosada para tratar de unir a los antimoyanista. Es decir, a los gordos, los independientes y los ex seguidores del camionero.

No tiene más remedio, entonces, que tragarse algunos sapos, como cuando Caló dice que no cree en el Indec, que la inflación ronde el 23 o 24 % y que muchos de sus reclamos son los mismos que tiene Moyano en su agenda.

Ni que hablar de la vuelta a la Casa de Gobierno de aquellos sindicalistas que eran poco menos que mala palabra para el diccionario kirchnerista.

Una vuelta de campana que se da en muchos terrenos, como en la recolección de basura en el conurbano bonaerense, donde la empresa Covelia creció bajo la administración de Néstor Kirchner y ahora empieza a perder municipios bajo la presidencia de Cristina.

Cosas del mundo K.